El sector petrolero no vive sus mejores momentos. Ninguno de los grandes proveedores globales ha dado muchas alegrías en los últimos cursos. Desde el inicio de la guerra de Ucrania, con la caída de Rusia de muchas de las carteras internacionales de demanda, el resto de jugadores han ido cayendo en sus crisis particulares. La OPEP detuvo en abril una racha de más de un año de frenos a la producción, mientras que Estados Unidos ha hecho dudar de su nuevo rol exportador con las políticas comerciales de Donald Trump. Desde el otoño de 2023, además, el conjunto de la industria mira hacia Palestina con preocupación. Ni Israel ni Gaza y Cisjordania son jugadores relevantes en el tablero de Oriente Medio, no en el campo de los hidrocarburos; pero el perfil más agresivo del gobierno de Tel-Aviv hacía pensar que la guerra podría extenderse a mercados de mayor impacto. Y así fue la semana pasada, con las primeras bombas de las FDI sobre Irán, buscando desestabilizar la República Islámica y, según los analistas internacionales, impulsar la caída del régimen de los Ayatolás. Teherán, sin embargo, ha saltado a su defensa, y el conflicto se ha vuelto más crudo, con ataques recíprocos a infraestructuras energéticas clave, como la refinería israelí de Haifa o la iraní de Asaluyeh. El pasado viernes, el mercado se despertó con el corazón en un puño, lo que provocó un alza intensa del precio del barril Brent, hasta rozar los 80 dólares, cerca de 15 dólares por encima del nivel de mediados de mayo. «Fue un aumento que no habíamos visto desde el inicio de la invasión de Ucrania», lamenta Manel Montero, director general del grupo petrolero Moure.
Con el paso de las horas, y un fin de semana sin nuevos impactos en la cadena productiva del petróleo en la región, el capital se ha calmado ligeramente. A media jornada de este lunes, el precio de referencia ha caído hasta los 74 dólares, aún muy por encima de las medias de los períodos anteriores. El presidente de Petrolis Independents, Jordi Roset, atribuye estas oscilaciones a los «especuladores», que aprovechan los escenarios de extrema incertidumbre a corto plazo para enriquecerse. «Los especuladores suben el precio cuando hay escaladas bélicas, pero el mercado acaba autorregulándose», declara Roset. Con todo, el efecto sobre los costos para los consumidores finales se verá amortiguado por la estabilización de último minuto: los conductores catalanes, auguran los empresarios consultados, «podrían ver subidas de cuatro o cinco céntimos el litro en las gasolineras» en unos días vista. Montero asegura, por su parte, que la subida puede ser sostenida en el tiempo. Sin embargo, un encarecimiento del carburante entre ligero y moderado es más que esperado durante el verano. «En los próximos 30 o 40 días, todo el mundo verá que sube el precio de la gasolina; pero eso responde más al aumento de los desplazamientos que a la tensión geopolítica», asegura el empresario.
La especulación identificada por Roset, sin embargo, sigue más que viva. El mínimo enfriamiento de precios de este lunes responde a la pequeña tregua del fin de semana con las refinerías iraníes. «Ahora, esto lo digo hoy, pero mañana podría decir otra cosa», sostiene Montero. Así, un nuevo ataque sobre los campos productivos del país que preside Ali Khamenei sería suficiente justificación para ver un nuevo aumento de precio descontrolado como el del pasado viernes, que sí se trasladaría a las carteras de los compradores. Además, el riesgo de propagación de la guerra es ahora mucho mayor que antes del choque entre Tel Aviv y Teherán. «Si el conflicto se queda entre estos dos, no debería haber más efectos», argumenta el presidente de Petrolis Independents.

Ahora bien, cualquier sobresalto regional deja en la cuerda floja los planes inmediatos de algunas de las grandes reservas mundiales de petróleo, especialmente los países del Golfo miembros de la OPEP+. La organización, alerta el presidente de Nieves Energia, Lluís Nieves, «podría verse obligada a ajustar su política de producción» a raíz del conflicto. Arabia Saudita, los Emiratos y otros miembros tendrían que romper definitivamente su política de contención productiva para evitar un hipotético desabastecimiento en caso de que Irán no pueda atender todas las peticiones exteriores. Este caso, para Nieves, volvería a infundir miedo entre los mercados: «si la percepción es que la oferta mundial se reduce, o que hay riesgo de que se rompan los flujos, esto se traduciría en subidas de precio que afectan a todos, no solo a los compradores directos».
Ormuz, un peligro «más logístico que productivo»
Las empresas petroleras catalanas, como el conjunto del sector en la UE, miran con cierta calma la capacidad productiva de la región. Sin embargo, es más que posible que, aunque haya producto, los pedidos no lleguen. Toda la industria mira ahora al estrecho de Ormuz, entre Irán y los Emiratos Árabes Unidos, que separa los golfos Pérsico y de Omán. Se trata del gran contacto de los productores petroleros de la región con el resto del mundo, dado que el transporte de hidrocarburos se realiza por mar. Por ahora, la batalla no ha afectado esta zona, pero el empresariado teme que Teherán «opte por cerrarlo para presionar a los países occidentales» en su resistencia contra la amenaza israelí. Nieves razona que, por ahora, «no hay indicios» de un cierre como este, pero, con la escalada de los bombardeos, «no se puede descartar un riesgo real de bloqueo». Si el gobierno de Khamenei opta por congelar el tránsito por Ormuz, pondría en riesgo el tránsito del 20% de la producción de crudo mundial. «Es un miedo más logístico que productivo: hay producto para cubrir la demanda, pero no podría acceder al mercado», añade Montero. Así, un obstáculo al paso de mercancías por el estrecho causaría «un aumento del costo de los combustibles y la energía en general», en tanto que se generarían efectos a largo plazo.

Trump gana, Xi pierde y Europa tiembla
Irán, cabe decir, tiene una clientela petrolera muy específica. Con las sanciones al petróleo ruso, los grandes consumidores europeos miraron hacia Estados Unidos. Así, las refinerías del país de los Ayatolás se ganan la vida con dos grandes socios comerciales: India y, aún más, China. Según el ministerio de comercio de Pekín, el gigante asiático envía más de dos millones de barriles diarios al gigante asiático. Las sanciones a Rusia, que la han acercado a los mercados orientales, y los recortes productivos de la OPEP han reducido el flujo desde el pasado mes de mayo, pero aún se mantenía como el comprador principal, con cierta diferencia. Además, las empresas chinas «a menudo se encuentran con descuentos importantes» por parte de sus contrapartes iraníes. En este sentido, encuentra Nieves, tendrán que «buscar alternativas», lo que aumentará «la presión en otros mercados y compradores». Es decir, el masivo mercado chino buscará petróleo fuera de sus carriles usuales, llevándose barriles que, en un contexto más estable, irían a parar a Europa, o se quedarían en EE.UU. «Esto puede generar tensiones y encadenar faltas de suministros puntuales a escala global», añade el presidente de Nieves Energia. De esta manera, China pierde, porque tendrá que buscar negocios en condiciones menos favorables; y el resto de compradores también, porque sufren en sus mercados una inyección de demanda inesperada y monumental.
Del choque regional sale, percibe Montero, solo un ganador: Estados Unidos de Donald Trump. En primer lugar, por un criterio técnico: los procesos necesarios para extraer petróleo en América del Norte son mucho más costosos que en otras regiones del planeta. Por este motivo, las grandes petroleras estadounidenses confían, para que su negocio sea sostenible, en que el crudo se mantenga a un precio superior a los 60 dólares el barril. Antes de los primeros ataques israelíes sobre Teherán, la nueva oferta de la OPEP rebajó el costo del West Texas, haciendo tambalear el umbral de rentabilidad para EE.UU. Ahora, con el mismo producto rozando los 75 dólares, las empresas «pueden salir beneficiadas a corto plazo», argumenta Nieves. «Un precio más alto hace rentables proyectos menos competitivos y les da más margen de actuación». Sin embargo, tendrán que mantener ciertos equilibrios, dado que un aumento demasiado intenso podría provocar «una crisis que afecte la demanda interna» en el país. Montero añade un segundo factor de celebración para Washington: la «comodidad» de su administración en escenarios globales «caóticos». «Las políticas económicas de Trump se mueven mejor en contextos internacionales sin control. Les gusta bajar al barro», analiza el directivo. Así pues, los empresarios consultados ven posible un importante aumento de la producción norteamericana -con empresarios más seguros que el resto y en busca de mayores rendimientos-, lo que podría poner un parche al agujero que deje Irán. «El mercado -concluye Montero- hace su función».