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El petróleo esquiva un «cóctel» de amenazas y detiene el aumento de precios

El sector petrolero no encuentra más que amenazas a su alrededor. Los conflictos en Oriente Medio, cada vez más expansivos, han confirmado los temores de la cadena de valor, que veía en la invasión de Palestina un potencial polvorín. Paralelamente, la Organización de Países Exportadores de Petróleo mantiene el límite a la producción que anunció durante 2023, y extiende el calendario para recuperar la normalidad -ahora, hasta abril del próximo año-; mientras que Moscú todavía se enfrenta a sus tradicionales compradores de la UE. Una situación como esta, en cualquier otro momento, hubiera sido catastrófica, especialmente para el consumidor final, con escaladas de costos descontroladas. Los futuros, sin embargo, viven tranquilos; y los principales índices muestran una calma sorprendente. «La realidad es que estamos normalizando una situación de inestabilidad«, explica a Món Economia Manel Montero, director general del grupo petrolero Moure. Según el empresario, lejos de sacudidas en busca de garantizar los beneficios, los principales operadores comienzan a vivir cómodos con los obstáculos externos. «Los conflictos ya están descontados en la afectación directa que suele producirse en el sector», confirma el presidente de Nieves Energía, Lluís Nieves.

El mismo empresariado, cabe decir, todavía intenta entender una calma que no se habría visto en otros contextos tan convulsos como el actual. Desde el inicio de la ofensiva israelí sobre el territorio palestino, los principales nombres de la industria de los hidrocarburos limitaban su efecto concreto para los precios del conjunto de la cadena de valor. El temor, sin embargo, era la capacidad expansiva de un choque con un gran peso específico regional. Las fronteras del campo de batalla se han ampliado, hacia Libia e Irán, con estragos que incluso han tocado a compañías petroleras. Este mismo domingo, de hecho, la empresa estatal libia ha anunciado el cierre de una de sus grandes plantas refinadoras -Zauiya, al oeste de Trípoli-. La fábrica lleva tiempo bajo la amenaza de combates entre grupos armados opuestos. Por otro lado, la Unión Europea se prepara para activar un decimoquinto paquete de sanciones sobre las exportaciones rusas -entre las cuales los hidrocarburos ocupan una posición destacada-, una estrategia que, hace solo dos años, provocó un encarecimiento histórico de la gasolina. La trinchera de Moscú, además, se hace aún más profunda con las decisiones del presidente ruso Vladimir Putin, que pone en alerta a los potenciales compradores prohibiendo cualquier venta a países que impongan limitaciones al precio del crudo, en busca de evitar controles del mercado que amenacen su margen económico. Finalmente, los países de la OPEP han aplazado una vez más la esperada decisión de volver a la producción normal de crudo -después de reducirla sustancialmente en el verano del año pasado- hasta abril de 2025.

A pesar de todo, el precio del barril Brent solo ha escalado un 1,5%, hasta unos limitados 74,49 dólares; mientras que el West Texas solo se ha encarecido un dólar, y se mantiene poco por encima de los 71. Son niveles, cabe decir, elevados si se observa la gráfica de 2024; pero más que bajos en comparación con la serie histórica. Para el propietario de Petrolis Independents, Jordi Roset, los movimientos, además, no son estructurales. El empresario catalán atribuye las modestas alzas a «la especulación» y a los más que previstos movimientos estacionales. «En invierno ya sube el precio, porque aumenta el consumo», responde el empresario.

Imagen de una usuaria en una gasolinera / EP
Imagen de una usuaria en una gasolinera / EP

Oferta y demanda

Según Montero, la clave del apaciguamiento de precios se puede encontrar en las fuerzas del mercado. Las subidas de 2022 se fundamentaban sobre una potencial caída de la producción, que impidiera que los operadores fueran capaces de cubrir la demanda global. Además, después de la pandemia buena parte de las empresas del sector elevaron las etiquetas de sus productos para asegurar ganancias a corto plazo ante la promesa de la electrificación masiva de la movilidad privada, que aseguraba caídas en el consumo. Ni Europa ni Estados Unidos, sin embargo, han sufrido en ningún momento problemas de abastecimiento, tal como confirma el empresario; y el coche eléctrico no ha conseguido penetrar en el mercado de forma significativa, por lo que los conductores todavía necesitan gasolina al mismo ritmo que antes. «La oferta y la demanda no se han alterado: el mundo consume igual, y nos llega suficiente producto», asegura el directivo de Moure.

Suficiente o, incluso, demasiado: la Agencia Internacional de la Energía, la entidad encargada del mercado petrolero de la OCDE, prevé para 2025 que «la oferta de crudo supere ampliamente la demanda». Según los expertos internacionales, el próximo año habrá «un excedente de oferta de 950.000 barriles diarios». Cabe decir que la cifra puede ser ligeramente menor, dado que el estudio de la AIE contabiliza un aumento de la capacidad productiva de Libia, y el cierre de Zauiya pone en duda esta lectura. La situación general, además, solo puede mejorar: uno de los grandes consumidores globales, China, sí ha logrado electrificar parte de su economía. Tal como explica Nieves, el pico de consumo de petróleo del gigante asiático, previsto hasta ahora para 2030, se producirá finalmente el año que viene. En adelante, la demanda desde la República Popular irá a la baja, lo que «seguramente provocará un retroceso del precio a medio plazo», según el empresario catalán.

Las dos caras de Donald Trump

La imprevista estabilización de los precios ha tenido un claro protagonista: Estados Unidos. En agosto de este año, la potencia norteamericana registró su máximo productivo histórico, con cerca de 13,5 millones de barriles extraídos al día; una aceleración que responde a la cada vez más significativa demanda, especialmente desde una Unión Europea que ha perdido al aliado que tenía en Moscú. Cabe recordar que buena parte de los países de la UE, tras imponer las primeras sanciones al petróleo ruso, miraron hacia el otro lado del Atlántico para cubrir sus necesidades de hidrocarburos. «A los norteamericanos ya les va bien esta situación, porque no han vendido nunca tanto petróleo, y también gas natural», confirma Roset. Los costos de transporte, cabe decir, hacen escalar el precio respecto de las compras de las productoras rusas; así como lo hacen las extrañas relaciones con una potencia que «siempre ha sido proteccionista, esté quien esté en la administración», desarrolla Nieves. No lo hacen lo suficiente, sin embargo, para desequilibrar la balanza; y los costos de la cadena de valor se han mantenido dentro de márgenes aceptables.

Ahora bien, el cambio del próximo 20 de enero tiene el potencial de inyectar aún más producto al mercado global -y rebajar aún más los precios-. El presidente electo Donald Trump, destaca el propietario de Petrolis Independents, quiere fronteras comerciales elevadas solo para las entradas de productos. «Trump no quiere importar, pero sí quiere exportar», señala. Además, la administración norteamericana ha aclarado que está dispuesta a usar cualquier táctica desreguladora para aumentar la producción si es necesario. En concreto, los conservadores han alzado a menudo la bandera del fracking; un método cada vez más rechazado por el mundo ecologista por su agresivo impacto sobre el territorio y los ciudadanos. «Con Trump, retrocederán medidas ambientales. Entra en el tablero global un jugador menos interesado en la sostenibilidad», alerta Montero. La amenaza climática viene, apuntan desde el mercado, acompañada de un incremento sustancial de la oferta, dada la abundante caja que Washington espera hacer de la venta de fósiles. «Lo tiene clarísimo, y lo ha dicho clarísimo: habrá aún más flujo de producto», añade el empresario.

El petrolero LENI P, atracado en el pantalán de Asesa del Puerto de Tarragona en mayo de 2020 | ACN
El petrolero LENI P, atracado en el pantalán de Asesa del Puerto de Tarragona en mayo de 2020 | ACN

Calma en el Estado

Con todo, los precios de la gasolina en el Estado se mantienen altos dentro de la serie histórica, pero muy lejos de niveles críticos como los registrados unos meses atrás. Según el boletín petrolero de la UE, durante la semana la Sin Plomo 95 ha rondado los 1,57 euros; mientras que el diésel queda por debajo de 1,47 el litro. Este hecho marca un buen camino para las petroleras independientes, que, tal como razona Roset, viven mejor cuando la etiqueta es más baja. «La gente que pone 20 euros, siempre pone 20 euros: piensa en dinero, no en litros», describe Roset. Así, el usuario medio compra más cantidad al mismo precio, lo que permite a las proveedoras finales cubrir mejor sus márgenes. Una estación independiente «va a volumen, no a precio», explica Roset: es decir, obtiene un beneficio estable de cada litro vendido, porque, cuando el producto es más caro, ya lo han tenido que abonar al nivel establecido en las refinerías. Son Repsol, BP o Cepsa, añaden las fuentes consultadas, los ganadores de una gasolina más cara.

Más allá del sostenido consumo, las distribuidoras del Estado esperan una situación más favorable a raíz de la reforma del IVA de la gasolina, una de las escasas medidas que el Congreso de los Diputados dejó avanzar de la fallida reforma fiscal de Pedro Sánchez. Mediante este cambio normativo, los vendedores deben abonar el impuesto al valor agregado del producto en el momento en el que se extrae del depósito mayorista, lo que evita buena parte del fraude sustancial que el sector denunciaba desde la reforma de la ley de hidrocarburos de 2016. Los operadores fraudulentos, cabe recordar, accedían al producto a través de empresas fantasma que terminaban por no enfrentar sus obligaciones fiscales, lo que les permitía evitar el 21% que suponía la tasa. «El fraude hacía muchísimo daño: si trabajamos con márgenes entre el 5 y el 10%, nunca llegamos al competidor que gane el 21%», comenta Montero. Según Roset, sin embargo, la norma tiene un potencial limitado, de alrededor del 50% de las operaciones fuera de la ley. «Se controlará mucho el fraude, pero todavía hay otras trampas que hacer», lamenta. En este sentido, Nieves -presidente de la patronal sectorial UPI- asegura que «siempre se deberá continuar trabajando para lograr la erradicación total del fraude».

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