Las continuas amenazas comerciales de Donald Trump se han hecho realidad, como esperaban la mayoría de los mercados europeos, aunque el estadounidense no lo hacía. El presidente de los Estados Unidos ha lanzado su ofensiva arancelaria a gran escala, con tarifas que gravan todas las exportaciones europeas con un 20% de su costo al entrar al país. En medio del caos global, la guerra comercial toma a Catalunya por sorpresa. Según los datos del Idescat, el 2024 fue un año de especial intensidad comercial de las empresas catalanas con el gigante norteamericano, con un aumento de las ventas del 19% en términos interanuales, hasta superar los 4.300 millones de euros. Es cierto que, en conjunto, la dependencia de las empresas catalanas hacia EE. UU. es baja: la facturación extranjera generada el curso pasado supone poco más del 4% del total de las ventas de las empresas del país al exterior, como recalca la experta de la Cámara de Comercio de Barcelona, Blanca Zapater. «Las ventas directas a EE. UU. representan una cifra bastante pequeña, aún somos un mercado que mira mayoritariamente a Europa«, recalca Zapater. Sin embargo, hay una serie de sectores que acumulan exposiciones mucho más graves al gigante transatlántico; algunos de ellos, protagonistas en el modelo exportador catalán.
Es el caso del gran vendedor internacional del principado, la industria química. Según los datos de Acció, la agencia de la Generalitat para la competitividad de la empresa, Catalunya facturó más de 1.160 millones de euros solo en 2024 comerciando con sus productos químicos en EE. UU. Se trata de uno de cada cuatro euros generados en el mercado exterior del sector, una exposición gigantesca que arriesga la supervivencia de una de las mercancías más codiciadas. Al margen de la química básica, la perfumería y la farmacia sufrirán un golpe especial, con cifras cercanas a los 700 millones de euros cada una, y una exposición al mercado norteamericano que ronda el 15% de todas las ventas. Se trata, cabe decir, de sectores dominados por grandes empresas -Puig o Grifols son ejemplos claros- que pueden asumir con cierta tranquilidad el caos.
Otra de las banderas catalanas de cara al mundo es la alimentación, que cerró el curso pasado con un máximo histórico de ventas al exterior de más de 15.000 millones de euros, según datos de la agencia para la internacionalización del sector alimentario Prodeca. Los 550 millones de euros exportados a EE. UU., aunque limitados, marcaban una tendencia alcista más que saludable. En 2024, de hecho, la actividad comercial de las empresas alimentarias catalanas en Estados Unidos se disparó un 25%. Es previsible, pues, que Catalunya pierda, al menos mientras dura el conflicto económico, uno de sus mercados de mayor proyección, puntal de verticales como el vino o el aceite, que venden más del 10% de su producción global a los compradores norteamericanos. La maquinaria, los bienes intermedios y la metalurgia también cruzan a menudo el océano para hacer negocio, y el 20% de más que costarán todos sus productos ayuda poco a unas industrias que lograban asomar la cabeza en medio de una profunda crisis productiva en Europa. Ante esta realidad, el empresariado tiembla. «Ahora sabremos cuál es nuestra capacidad para diversificarnos», reflexiona el director de Economía y Empresa de la patronal Pimec, Carles Mas.

Salir de América
Ante el bloqueo de facto de Trump, Catalunya, como el resto de mercados internacionales, se verá obligada a buscar nuevos mercados que quieran comprar lo que ofrece. Aunque no ve certezas en esta nueva ola arancelaria, Mas recuerda que la última experiencia con las barreras comerciales, provocada por el mismo magnate neoyorquino en su primera estancia en la Casa Blanca, los años 2018 y 2019, no hizo sufrir al sector privado catalán. Es cierto que entonces los aranceles eran muy limitados, y solo gravaban la alimentación y el metal, dos de las ramas económicas en las que el puente Principado-EE. UU. es más sólido. Pero ya entonces, los vendedores del país supieron salir de América. «Aunque hubo una bajada importante de ventas de EE. UU., gran parte de la producción se pudo recolocar», rememora el experto. Es cierto que los dos tejidos empresariales afectados entonces estaban especialmente internacionalizados más allá de EE. UU., lo que facilitaba el acceso a otras geografías. Sin embargo, la mayoría de ramas económicas afectadas por el segundo Trump también constan entre las que más miran al mundo cuando tienen que facturar: «Quien vende a EE. UU., vende en muchos más lugares», celebra Mas.
La clave, para Zapater, radica en los mercados emergentes. Mientras Trump continúe utilizando la política arancelaria como arma arrojadiza contra su oposición internacional, Catalunya encontrará amigos entre los BRICS. Las ventas catalanas a la India, por ejemplo, suponen solo un 0,6% del global exportador del país, mientras que China solo ocupa el 2% del total. El conjunto del Mercosur suma un 8%, es cierto; pero el margen de crecimiento en este caso responde a la inminente entrada en vigor del polémico tratado comercial que abrirá las fronteras mercantiles entre los 27 y Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. «Estas tres regiones son las que han marcado las empresas, las que tienen más posibilidades de crecer», reseña la experta de la Cámara de Comercio. El margen de crecimiento de estos países, además, facilita el acceso de nuevos productos. «No hay puertas cerradas a las relaciones comerciales», añade Mas, que encuentra la clave de la diversificación en «la capacidad de los emergentes de absorber la demanda que hasta ahora ocupaban los Estados Unidos».

Los campeones catalanes en los BRICS
Algunos de los sectores que encontrarán un hueco más grande en sus cuentas debido a los aranceles tendrán difícil acceso a los mercados emergentes. Los productos farmacéuticos, por ejemplo, no ven en los BRICS unos socios comerciales especialmente potentes. No lo han hecho, al menos, en los últimos años. Desde 2021, la farmacia catalana ha perdido presencia en el gigante asiático progresivamente: de los 88 millones de euros facturados hace cuatro años se pasó a solo 50 millones en 2024. Similar es la evolución de la India, si bien las cifras son aún más modestas: la salud catalana se ha establecido en torno a los 13 millones de euros vendidos anualmente, y parece haber encontrado su techo a corto plazo. Por el contrario, es el mercado interno el que parece revivir. Alemania, por ejemplo, compró medicamentos y derivados catalanes por valor de más de 913 millones de euros en 2024, y ya ha invertido cerca de 175 millones solo en los dos primeros meses de 2025. El comercio farmacéutico con Italia rompió los máximos históricos, con cerca de 350 millones de euros el curso pasado. Es un ejemplo del «margen para depender más de Europa» que detecta Zapata, que observa cómo el mercado de los 27 puede permanecer como el gran fundamento de la economía del principado. La feliz excepción, en el caso de los productos farmacéuticos, es Brasil, que ha más que duplicado su consumo en poco más de tres años, y ya ha superado los 102 millones de euros.
En el caso de los perfumes, aunque EE. UU. fue protagonista en 2024, experimentaron una caída importante de las ventas catalanas, con unos 200 millones de euros menos exportados que en 2023. La mayoría de mercados principales de los aromas del Principado perdieron impulso el curso pasado, con dos excepciones: Italia, donde los exportadores encontraron un dinamismo inesperado con cerca de 350 millones de euros generados; y Francia, que adquirió colonias y aceites esenciales al país por valor de 520 millones de euros, unos 100 más que el curso previo. El dominio europeo, en este caso, lo pueden complementar algunos mercados emergentes. Brasil, por ejemplo, ha triplicado su inversión en perfumería catalana en poco más de tres años -39 millones en 2021 por más de 103 millones en 2024-; y la relación puede mejorar aún más bajo el paraguas del acuerdo de Mercosur. Y China, que había perdido interés en el producto desde la pandemia, lo recuperó el año pasado, con unos 80 millones de euros gastados, 30 más que en 2023.

La maquinaria, finalmente, sí encuentra hilos de donde tirar en los mercados emergentes. Las limitadas ventas a la India, por ejemplo, evolucionan a favor de los empresarios catalanes, y hace dos años que rondan los 90 millones de euros. La mala situación económica china hizo caer cerca de un 40% los datos de 2024, pero desde la pandemia se había registrado una escalada constante, que culminó con un valor agregado de 120 millones de euros en 2023. Turquía o México confirman el nuevo alcance de la industria de maquinaria catalana, con más de 130 millones y cerca de 300 millones facturados el último año. A esta apertura mercantil se añade el importante protagonismo que aún conserva la Unión Europea, con techos de ventas muy elevados. Sin ir más lejos, Francia ha llegado a gastar más de 1.000 millones de euros en algunos segmentos mecánicos del país en solo un curso.
Además, la cooperación con el resto de Europa puede convertirse en una corriente que eleve todos los barcos en medio de la tormenta Trump. Zapater apunta, en este sentido, que el resto de mercados europeos también buscarán salidas alternativas para sus empresarios. Sin embargo, la integración catalana en las cadenas de valor de los 27 hace que «no sean competidores, sino complementos». Es decir, buena parte de los bienes que el Principado exporta a Europa son intermedios; forman parte de una cadena de valor larga que culmina con un producto final fabricado fuera del país. En este sentido, si Alemania o Francia encuentran nuevos acuerdos en los BRICS u otros mercados alternativos, Catalunya lo disfrutará tanto como si lo hace ella misma. A pesar de las oportunidades, Mas reconoce que los vendedores catalanes al exterior «hace tiempo que no están tan estresados». La ocasión es propicia, pero el sector privado tendrá que sobrevivir en el interregno hasta que no se establezca en una nueva normalidad comercial. «¿Habrá una recomposición rápida? Esto es lo que tendremos que descubrir», concluye el experto de Pimec.