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Bestias neoliberales, lecciones del sudeste asiático y camino a la autonomía

Antes de las pasadas elecciones europeas, escribía que la población debía elegir entre seguir el camino de la Europa social o el de la Europa del capital. La primera opción consistía en reforzar una Europa que utiliza su potencial en economías mixtas y en el estado del bienestar para avanzar en el desarrollo económico democrático y en la sostenibilidad ecológica. La segunda opción era seguir un camino de baja inversión pública y privada, con un escaso dirigismo en la planificación económica.

A pesar de que las elecciones europeas resultaron una oportunidad perdida, con un aumento de una extrema derecha con una vocación servil hacia el capital especulador, Europa tiene actualmente una nueva oportunidad gracias a Trump y Elon Musk. Estos dos magnates y autócratas están destruyendo a gran velocidad los supuestos consensos globales basados en la libertad de comercio, la apertura de cuentas de capital y el derecho internacional. Desde hace años este discurso se estaba desmoronando, tanto en el abandono de principios liberales por parte del mainstream o por la violación sistemática del derecho internacional por parte de potencias militares. Sin embargo, la participación en organismos internacionales como la ONU y la COP y el establecimiento de unos compromisos mínimos en materia de ayuda internacional y reducción de emisiones de CO2 permitían a los defensores del neoliberalismo ofrecer una cara más humana de su proyecto de desregulación y de enriquecimiento de las élites.

Ahora la bestia se ha quitado la máscara y ha quedado explícito que el neoliberalismo ya no tiene ninguna credibilidad en sus promesas. Sobre todo en aquella famosa sobre la economía del goteo, según la cual, al final del camino de la desregulación financiera y de un rol minoritario del Estado, había prosperidad y libertad para todos. Trump y Elon Musk siguen favoreciendo unas élites (está por ver cuáles exactamente), pero esta vez creando un híbrido con un nacionalismo imperialista reaccionario que señala enemigos internos y externos de la nación en la forma de inmigrantes, energías renovables o países vecinos – incluso aliados históricos como Canadá. Por el camino del desacoplamiento eliminan discursos sobre la importancia de los valores democráticos y la separación de poderes, rompen compromisos financieros para la transición ecológica y amenazan los avances en la igualdad de género y los derechos sexuales y reproductivos a través de una visión reaccionaria de la institución familiar. Sin embargo, el programa de reducción del gasto público de Elon Musk, que promete crear un Estado más eficiente, solo ha podido garantizar reducciones significativas en el gasto a partir del recorte en programas sociales. 

El líder chino Xi Jinping en la inauguración del 20º congreso del Partido Comunista de China / EP
El líder chino Xi Jinping en la inauguración del 20º congreso del Partido Comunista de China / EP

Al contrario, China y la dictadura del Partido Comunista son hoy, de forma sorprendente, los principales defensores de instituciones globales y principios liberales en la esfera económica. En la Conferencia de Seguridad de Múnich, el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, se reafirmaba en el compromiso de China con un mundo multipolar adherido a reglas internacionales. Creo que este discurso, junto con la estabilidad de la política económica internacional del gobierno chino respecto a la improvisación de Trump, hará que crezca la simpatía de ciertas élites empresariales hacia el país del sudeste asiático, escuchando más lo que dice en la escena internacional.

Podemos aprovechar este momento para aprender y extraer lecciones de algunas políticas centrales de su programa económico, incluidas sus bondades y sus males. Hay que tener cuidado al sacar conclusiones de un lugar culturalmente lejano y políticamente complejo, así como de creer que existe un modelo propiamente chino. Aquí solo pretendo tomar narrativas e historias de China como un “otro” para enriquecer nuestra comprensión sobre lo que puede funcionar en el desarrollo económico en Europa.

Primero, China ha implementado un capitalismo de Estado que muestra que la planificación y la política industrial de Estado pueden ser políticas económicas eficientes y efectivas, especialmente para superar la miopía del cortoplacismo de los mercados. En China el Estado trabaja directamente en dirigir las dinámicas macroeconómicas a través de sus políticas, organismos y empresas públicas. En financiamiento, el banco central chino y los bancos comerciales de control público – recuerdo las perdidas cajas de ahorro de nuestro país – ofrecen financiamiento sostenido con objetivos socioeconómicos a largo plazo. Este fue el caso en la creación de un sistema de financiamiento verde para luchar contra la contaminación, incluyendo instrumentos heterodoxos del banco central chino. En el gobierno corporativo, las grandes empresas estratégicas, como la energía, tienen una alta participación pública, y las empresas de titularidad pública han tenido un papel clave para movilizar recursos en sectores intensivos en capital. En términos de innovación, las inversiones extranjeras directas deben garantizar participación china y transferencia tecnológica en sectores escogidos – política que ahora la UE está considerando para las inversiones chinas en Europa. En realidad, buena parte de los éxitos del programa chino fueron aplicados hace décadas por numerosos países, como los Tigres Asiáticos o Alemania, pero han sido marginadas en Europa por la hegemonía del neoliberalismo.

Segundo, a pesar de la insuficiencia del crecimiento verde para mitigar el cambio climático a tiempo, China muestra que la transición energética es hoy una estrategia económica competitiva. China está logrando una implementación masiva de energías renovables a precios bajos – el ‘problema’ para las empresas es ahora la sobreproducción del excedente de módulos solares – y avanzando rápidamente hacia la autonomía energética. Esto nos muestra cómo se puede avanzar rápidamente en autonomía sin perder competitividad económica. China tiene graves problemas en términos de contaminación y sostenibilidad ecológica, pero no podemos ni imaginar la destrucción acelerada que hubiera supuesto si el crecimiento que ha tenido se hubiera sostenido solo sobre el carbón, la energía abundante y tradicional en el país. Este avance en la energía renovable es una gran noticia para el Sur Global, que debe hacer crecer su PIB de manera considerable para sacar a su población de la pobreza y necesita energía barata para hacerlo. Y si bien es cierto que el Norte Global debe generar economías del post-crecimiento – y no reflejarse con la obsesión por el crecimiento indiscriminado de presidentes como Xi Jinping – , también necesita argumentos para combatir los lobbies de las energías fósiles, especialmente con el obsoleto “Drill, baby, drill” de 2008 resucitado por Trump en el año 2025. 

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante un pleno en el Parlamento Europeo - Philipp von Ditfurth / dpa
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante un pleno en el Parlamento Europeo – Philipp von Ditfurth / dpa

Ahora bien, como decía, extraer estas lecciones no significa aceptar la globalidad del modelo chino, si es que hay uno. El capitalismo de Estado chino ha acelerado procesos de explotación de trabajadores/as y sus dinámicas institucionales frenan avances democráticos para favorecer el lucro de las élites empresariales, impulsando dinámicas de desigualdad y procesos de desposesión de bienes comunes. En contraposición a este capitalismo elitista, Europa puede avanzar hacia instituciones más democráticas y descarbonizadas impulsando una de sus instituciones más valiosas: sus Estados de bienestar fuertes y eficientes diseñados para maximizar el bienestar humano. A pesar de los ataques del neoliberalismo, la ingeniería de los Estados de bienestar todavía permite generar, movilizar y distribuir enormes recursos públicos y privados a largo plazo hacia objetivos sociales compartidos. Gracias a esta institución, conseguida por la clase trabajadora y que goza de un amplio consenso social, no solo las personas pueden disponer de más tiempo y aumentar su bienestar, sino que se crean nuevas tecnologías y organizaciones enfocadas a mejorar nuestras vidas en ámbitos esenciales, como la salud, los cuidados, la educación, la cultura, la vivienda, etc.

En definitiva, la pérdida de centralidad de los dogmas económicos del neoliberalismo y de los Estados Unidos debería contribuir a rehacer la arquitectura institucional de Europa. Dejar de lado una arquitectura tecnocrática a placer de los grandes capitales financieros y de las consultoras privadas. También dejar de depender energéticamente tanto de los Estados Unidos, Rusia o dictaduras de Oriente Medio. El contexto actual nos debe hacer reclamar un avance hacia una federación democrática europea más autónoma en el ámbito internacional, capaz de abordar los grandes retos sociales y ecológicos mediante programas económicos ambiciosos. Y lo más importante, impulsar y democratizar la planificación económica, la transición energética, y el estado del bienestar, con un control democrático de las instituciones y organizaciones que gestionan los recursos estatales. Solo avanzando por este camino podrá Europa asegurarse un bienestar futuro y no dejarse llevar por los cantos de sirena del autoritarismo.

Agradecimientos a Ricardo Molero por sus valiosas aportaciones y el apoyo de Marta Ribera y Enric Vilà de Espai08. Por supuesto, todas las imprecisiones y errores son responsabilidad del autor.

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