Después de una verdadera batalla durante la crisis inflacionista, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo parecía haber enterrado el hacha. Los partidarios de las rebajas de tipos de interés, concentrados en el sur de Europa, veían cómo los gobernadores del centro y el norte del continente, mucho más conservadores, accedían a recortar el precio del dinero ante un IPC en tendencia descendente y una economía comunitaria que temblaba bajo la sombra de la recesión. Con el rendimiento industrial de Alemania y Francia en negativo durante meses -ambas estancadas en un PMI por debajo de 50 puntos, un nivel que indica retroceso económico- los jefes monetarios partidarios de unos tipos restrictivos no tenían más remedio que rendirse a los designios de sus colegas defensores de la flexibilización. Ocho rebajas después, sin embargo, las actas de la última reunión del Banco Central revelan dudas entre los mandatarios: la reducción de 25 puntos básicos que finalmente se implementó no logró la unanimidad, con «varios miembros defendiendo mantener los tipos en los niveles actuales». «Apuntan que se debe evitar reaccionar excesivamente a un entorno de precios demasiado volátil«, rezan los resúmenes del encuentro celebrado en Frankfurt hace ahora cuatro semanas.
Según constata el resumen del último encuentro, celebrado el pasado cinco de junio, el economista jefe de la institución, el irlandés Philip Lane, habría propuesto al Consejo volver a rebajar los tipos en 25 puntos básicos, alegando que mantendría el coste del dinero en la eurozona en «la neutralidad», sin incentivar la inflación ni sobrecalentar la economía. El IPC en la Unión cerró el mes de mayo en el 1,9%, un retroceso de dos décimas respecto de abril. La subyacente -la que excluye los elementos más volátiles de la ecuación, como los alimentos no procesados o la energía-, por su parte, se mantiene aún por encima de los objetivos a medio plazo, en un inmóvil 2,4%. Esta cifra ha sido la que habría despertado las hostilidades de los conocidos como halcones, los banqueros centrales ortodoxos, mientras no confían en que un índice de precios anclado al 2% por una energía barata y una alimentación a la baja indique una perspectiva estable como la que busca el Banco Central. Las palomas -la trinchera opuesta-, no solo ven la inflación controlada, sino que, según las actas, están dispuestas a caer en un undershooting temporal -una bajada más intensa de la requerida para controlar la inflación- para terminar de incentivar la economía en un momento de inestabilidad para los mercados financieros.

Las autoridades presentes, cabe decir, aprobaron la rebaja; pero, a diferencia de anteriores acuerdos, este no se ratificó por unanimidad. Los líderes del sector halcón ya llevaban semanas enviando mensajes de precaución monetaria. A finales del mes de mayo, el gobernador del Bundesbank, Joachim Nagel, ya advertía que «no hay prisa» en aplicar nuevas rebajas de tipos de interés, dado que el anterior nivel -el 2,25% en el ratio de depósitos- «ya no es restrictivo» para la economía. Pasada la sesión, fue más allá, aclarando que los tipos «ya se encuentran en un nivel neutral», y no sería necesario implementar más recortes. Más explícito ha sido el gobernador del banco de Austria, Robert Holzmann, que ha hecho un llamamiento explícito a «frenar los recortes de tipos hasta pasada la otoño», para constatar la estabilidad del retroceso inflacionista. Cabe decir que Holzmann, una de las voces más duras del continente, ya reclamaba congelar el precio del crédito a finales del mes de abril -hace dos recortes-.
Los halcones, según las actas, aducen motivos técnicos para congelar las bajadas de tipos. Según defendían durante la reunión, el Banco Central Europeo «podría estar subestimando las presiones inflacionistas a medio plazo». La fecha clave para conocer estas previsiones será el 9 de julio, cuando se acabe el alto el fuego temporal de la guerra arancelaria iniciada por Donald Trump. De hecho, alertan que los cálculos proyectados por Bruselas pueden no estar correctamente ajustados a la realidad de precios, en tanto que han sido «tenidos en cuenta como choques de demanda negativos, pero no se han tenido en cuenta los efectos por el lado de la demanda». Es decir, que los impuestos a las importaciones norteamericanas enfriarán las compras de productos por parte de los locales; pero también tensarán varias cadenas de valor, porque las empresas estadounidenses dejarán de conectarse con la UE. «La experiencia con la pandemia y la guerra en Ucrania sirven de alerta» para los estragos de oferta que pueden generar las tarifas, añade la trinchera ortodoxa del consejo de gobierno.

Crecimiento temporal
El giro de los gobernadores ortodoxos coincide con una cierta recuperación de las economías centroeuropeas, que alejan la sombra recesionista de 2024. Alemania, por ejemplo, ha dejado el estancamiento atrás, con un ligero crecimiento del PIB del 0,2% en el primer trimestre del curso. El mismo BCE, de hecho, es más optimista sobre la economía federal, tras el gran acuerdo para la reforma de la deuda que cerró el canciller conservador, Friedrich Merz, con su socio de gobierno, el Partido Socialdemócrata. Ahora bien, el mismo consejo de gobierno alerta que las previsiones pueden estar sesgadas a favor de la economía de la UE, por el mismo error de cálculo que puede abrir las puertas a la inflación: los aranceles. La escalada de los mercados de la UE entre enero y junio podría responder a un avance de las exportaciones hacia Estados Unidos, con los importadores norteamericanos almacenando todos aquellos productos necesarios a medio plazo antes de la potencial aplicación de las tarifas. De hecho, ya se comenzaría a notar una desaceleración de esta tendencia: «los datos de alta frecuencia apuntan a una desaceleración significativa durante el mes de mayo», sostiene el análisis del regulador.
Así, los gobiernos alemán y austríaco, entre otros, podrían estar sobreestimando el crecimiento de las últimas jornadas, visto el «crecimiento más débil de la Zona Euro durante el segundo trimestre por culpa de la incertidumbre». Es decir, los gobernadores del Bundesbank y el Banco de Austria confían en una recuperación económica a largo plazo para congelar los tipos, pero podrían estar adelantándose a los acontecimientos. «Las tensiones comerciales están elevando la incertidumbre; que también ralentiza las inversiones», sostienen desde el Consejo de Gobierno; una consideración que podría cortar las alas al esperado resurgimiento del centro de la comunidad.
El espejo roto norteamericano
La inestabilidad en el consejo de gobierno europeo no encuentra ancla al otro lado del Atlántico. La Reserva Federal, que había servido de reflejo para las políticas del resto de potencias, está detenida en el enfrentamiento entre Trump y el presidente del organismo monetario, Jerome Powell. Después de medio año de tira y afloja, Powell compareció la pasada semana ante el Congreso, y encendió los ánimos entre la bancada republicana. Hasta el punto que Trump ha exigido la dimisión inmediata de Powell por haber aplicado un «sesgo político» a su gestión monetaria. Actualmente, el precio del crédito en EE.UU. es de un 4,25-2,5%, y lleva congelado desde finales de 2024; un peso crediticio que, a juicio de la Casa Blanca, está injustificado. En su caso, Washington elige sobreponderar el peso de los aranceles en el mercado estadounidense, y mantiene la prudencia monetaria para evitar un nuevo choque inflacionista. Los dos bancos, pues, están desacoplados, y difícilmente podrán influirse mutuamente.