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Cuerpo esgrime el ahorro como argumento contra la OPA al Sabadell

Los tipo de interés han servido para que la banca española dispare sus beneficios a cotas inauditas. Los cuatro grandes bancos del Estado –Santander, BBVA, CaixaBank y Sabadell– han celebrado ganancias históricamente elevadas consistentes desde los primeros endurecimientos de política monetaria. Además retorno por los préstamos, más márgenes para los grandes transatlánticos financieros. Ahora bien, como recuerda a su intervención a la 39.ª Reunión del Círculo de Economía el ministro español del ramo Carlos Cuerpo, los banqueros españoles disfrutan de una ventaja respecto de los países vecinos: la absoluta ausencia de la remuneración del ahorro de los usuarios. Cómo recuerda a menudo el vicepresidente del Banco Central Europeo -predecesor también de Cuerpo- Luís de Guindos, el endurecimiento desincentiva el gasto encareciendo el crédito, pero también premiando el ahorro. Y las finanzas españolas ofrecen préstamos más caros, pero no pagan los depósitos. El motivo está claro: la carencia de competitividad, unida al exceso de liquidez bancario, no anima las grandes empresas a batallar porque los ciudadanos del país los elijan como vehículos de ahorro. Este fenómeno, apunta el ministro, ya se da con cuatro grandes bancos. Se daría mucho más, alerta, si solo hubiera tres.

En este sentido, la OPA hostil del BBVA sobre el Banco de Sabadell agraviaría sustancialmente los ya insidiosos «efectos lesivos» que la concentración bancaria tiene sobre los consumidores finales. El impacto negativo sobre la remuneración de depósitos de una gran banca que no siente la necesidad de competir, continúa Cuerpo, es un «caso de estudio» sobre como la excesiva concentración bancaria golpea las rentas del trabajo. «La remuneración de depósitos no ha subido ni al nivel de los tipos, ni al nivel de los socios europeos, ni al nivel otros episodios de subidas», lamenta el ministro, afeando el capital financiero su marginación del ahorro. Así, arrecia la negativa absoluta de Moncloa a la fusión que seguiría la OPA hostil, dado que hay «casos específicos donde la escasez de competencia» hace daño a los usuarios finales; «ya antes» de una operación como la que ha planteado la empresa presidida por Carlos Torres.

El apoyo del ministro a la dirección del Sabadell se ha podido observar también a los pasillos del encuentro: al finalizar su intervención, se lo ha podido ver manteniendo una distendida conversa con el presidente y el consejero delegado del banco catalán, Josep Oliu y César González-Bueno; a la que se ha añadido también el presidente de la patronal Fomento del Trabajo, Josep Sánchez Llibre, una de las principales voces contrarias a la fusión a los entornos empresariales del país.

Más allá de los agujeros de competencia, Cuerpo identifica varios problemas con la fusión. En primer lugar, se muestra especialmente crítico con las «formas» de la operación por parte del BBVA. El carácter hostil de la operación, apunta el ministro, «añade incertidumbre y volatilidad potencial» a un mercado financiero que ya encararía cualquier fusión como un terremoto. La carencia de diálogo entre entidades agravia, también, el componente territorial la compra: la coincidencia de BBVA y Sabadell en muchos municipios provoca inevitablemente un recorte de los servicios financieros presenciales a los cuales podrán acceder los consumidores -dado que allá donde el trabajo la hacían dos oficinas, pasaría a haber solo una-. Finalmente, Cuerpo aduce al importante rol que el banco presidido por Josep Oliu conserva en la financiación del segmento pequeño y medio del tejido empresarial, especialmente en Cataluña y al País Valenciano, donde concentra buena parte de su actividad en este vertical. El acceso de financiación a las pymes, relativamente garantizado mediante las actuales prioridades del Sabadell, es «un elemento a salvaguardar», sentencia el ministro; más todavía en un momento de elevadas necesidades crediticias para unas empresas catalanas que necesitan -según las patronales del país- crecer.

El ministro de Economía del gobierno español, Carlos Cuerpo, a su intervención a la Reunión del Círculo de Economía / Círculo de Economía
Cuerpo baja el tono político de las últimas intervenciones del gobierno español al Círculo y reivindica la gestión / Círculo de Economía

Una Moncloa institucional

La participación del gobierno del Estado a las 39.as jornadas del Círculo se emprende con un tono mucho diferente al de la anterior edición. En medio de los ataques de la derecha española por los agujeros de la reforma de las pensiones -y con unas elecciones en el Congreso a la vista-, el entonces ministro de Hacienda José Luís Escrivá aterrizó en el Hotel W con las armas preparadas. Contra un partido popular cáustico contra su gestión de las prestaciones públicas, Escrivá ofreció una intervención subida de tono político, y en absoluta ofensiva contra la oposición por el cuestionamiento técnico de su medida estrella. Este año, el ministro de economía -en su primera intervención en la semana grande de la burguesía catalana después de suceder Nadia Calviño, ahora al frente del Banco Europeo de Inversiones- ha ofrecido un discurso mucho más institucional. El ciclo electoral, con las europeas a tocar, es todavía vigente; pero el programa material no está en el centro. Cuerpo, pues, se ha permitido mantener posiciones moderadas, y entomar con aire oficial todos los debates que se lo han planteado los socios del club empresarial.

En este sentido, el ministro ha aprovechado la larga media hora en que ha ocupado la tribuna del Palacio de Congresos de Cataluña para sacar pecho de la gestión económica del gobierno de Pedro Sánchez. Enarbolando los datos de afiliación a la seguridad social, las buenas previsiones de incremento del producto interior bruto o el recorte de la temporalidad en los nuevos contratos a raíz de la reforma laboral, Cuerpo ha navegado sin entrar en el cuerpo a cuerpo todas las cuestiones planteadas. Ha puesto, pero, mucho de énfasis a la defensa de un modelo de «responsabilidad fiscal» en la línea de las demandas de déficit y deuda que la Unión Europea ha vuelto a poner sobre la mesa. Celebra, pues, un proyectado «aterrizaje suave» en términos de recuperación fiscal en un Estado español históricamente afectado por ratios excesivas de pasivo y desequilibrio presupuestario. Lo ha hecho, además, en defensa de la nueva austeridad europea: las nuevas reglas fiscales -aprobadas bajo la presidencia de turno española del Consejo- permiten mejorar la balanza sin «comprometer las inversiones, como sí que pasó en la salida de la crisis financiera». La clave, prosigue, las cuatro patas «prioritarias» de los presupuestos europeos, donde el aro comunitario deja margen para gastar más: defiende, políticas sociales, transición energética y digitalización. Sobre estas bases, Moncloa prevé rebajar el déficit hasta el 2,5% en 2025, hecho que supondría un «superávit primario» -es decir, una situación superavitària si no se tiene en cuenta el pago de intereses de la deuda-.

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