Catalunya ha perdido el 75% de las oficinas bancarias en los últimos 25 años, pasando de más de 7.000 a principios de siglo hasta unas 2.000 en la actualidad, según los datos del Banco de España. En concreto, en el año 2001 Catalunya disponía de 7.172 oficinas bancarias, una cifra que fue subiendo hasta las 8.000 durante los años de la burbuja inmobiliaria. Con el estallido de la crisis financiera del 2008, los cierres han sido una constante, sobre todo a principios de la década pasada, coincidiendo con los peores años de la crisis y el proceso de concentración para salvar el sector bancario.
Entre 2009 y 2014, el panorama de entidades bancarias en Catalunya cambió de manera radical: una decena de cajas de ahorros desaparecieron, como Caixa Catalunya, Caixa Manlleu, Caixa Penedès o Caixa Laietana. Actualmente, tras el proceso de fusiones y absorciones, Caixabank y Banc Sabadell concentran buena parte del negocio en Catalunya, que con fecha de junio del 2025 contaba con 2.091 sucursales entre todas las entidades.
David Igual, profesor de la UPF Barcelona School of Management, explica a la Agencia Catalana de Noticias (ACN) que precisamente el proceso de concentración de entidades es «una razón evidente» que explica las cifras, mientras que la otra es que «las entidades y la sociedad han avanzado mucho» en digitalización de los servicios y en automatización de procesos. La tendencia a la baja continuará en los próximos años y las sucursales tenderán «a ser cada vez más marginales». Con todo, Igual considera que un cierre demasiado acelerado puede significar «una pérdida de negocio», ya que todavía hay mucha gente que necesita los cajeros para realizar ciertas operaciones, así que, según él, este proceso «se ha ralentizado un poco los últimos años».
A escala estatal, CaixaBank redujo un 10% sus oficinas entre 2019 y 2024, mientras que del Sabadell desapareció un 37,5% en los mismos años, según los informes financieros anuales publicados por las dos entidades. En conjunto, el sector bancario español ha pasado de más de 250.000 trabajadores a principios de siglo, a menos de 170.000 en la actualidad. Los datos muestran que la caída del empleo es menos pronunciada que la de oficinas y esto hace que cada oficina tenga un “número de trabajadores más elevado que el que tenían en el pasado», según David Igual. El profesor dice que antes no era infrecuente una sucursal con dos empleados, pero ahora es «extraño».
Los municipios más pequeños reclaman soluciones
El presidente de la Asociación de Micropueblos de Catalunya, Joan Solà, reivindica el acceso a la banca como un derecho básico que se debería prestar «de una manera u otra». Amparo, vecina de Olost, utiliza activamente la banca móvil que hace parada en el municipio una vez al mes: «Me gusta que vengan porque aún funciono con efectivo». Sacar el dinero en el cajero móvil le da «autonomía» y se ahorra bajar a Vic. «Imaginémonos que en una ciudad el servicio bancario no existiera, y estos habitantes tuvieran que hacer 20 kilómetros para ir al cajero más cercano», dice el presidente de la Asociación de Micropueblos de Catalunya, Joan Solà. «Eso que no podemos imaginar es lo que está pasando en los micropueblos», apunta.
En 2024 la Generalitat puso en marcha la Banca Móvil para paliar la falta de cajeros en muchos municipios del país a raíz de la crisis de 2008. Así, se ha dotado al país de una red de oficinas bancarias móviles itinerantes que ofrecen prácticamente los mismos servicios que una sucursal normal y los atiende personal especializado. En toda Catalunya participan unos 500 municipios y se cubre una población de 300.000 personas.
