Bruselas comienza a aplicar el polémico acuerdo comercial con los Estados Unidos anunciado en julio. La Comisión Europea ha presentado el plan para eliminar todas las barreras impositivas a los bienes industriales estadounidenses, una de las concesiones que hizo la presidenta Ursula von der Leyen en su reunión con Donald Trump en el campo de golf de Turnberry, en Edimburgo. A cambio, el ejecutivo comunitario espera que Washington reduzca los aranceles a los coches europeos, que actualmente se sitúan en el 27,5%. Cuando ambas partes pongan en marcha las medidas pactadas, el impuesto caerá hasta el 15% universal. Antes de aplicar la reducción, sin embargo, la CE necesitará una mayoría en el Parlamento Europeo y el sí de los gobiernos de los 27 -algunos de ellos, como Francia o el Estado español, muy críticos con las concesiones a Trump-.
De esta manera, Von der Leyen comienza a desplegar un entendimiento que la mayor parte del mercado entendió como desequilibrado. De hecho, voces críticas con la posición de la CE llegaron a calificarlo de «humillación» para los europeos. Cabe recordar que, según el documento ratificado el pasado 21 de agosto, la UE se compromete a reducir el déficit comercial con los Estados Unidos, así como a adquirir miles de millones de euros en productos energéticos estadounidenses y a invertir más de 600.000 millones en el país. Entre otras cuestiones, también declara a los EE.UU. como aliado comercial preferente en ámbitos estratégicos, como el de los semiconductores; un movimiento que podría excluir a los mercados tecnológicos asiáticos. A cambio, Washington concede unos aranceles generales del 15%, aunque ha dejado fuera del pacto algunas industrias clave, como la del vino.

Este regalo a la administración Trump -entre otros, como la entrada libre al territorio europeo de mariscos o algunos productos agrícolas estadounidenses- servirán para salvar de nuevo la economía alemana; así como algunas de las empresas industriales más relevantes del Estado español, Italia o Francia. Según la Comisión, el pacto para rebajar las tasas a los automóviles europeos servirá para «ahorrar más de 500 millones de euros en aranceles» al mes a los fabricantes comunitarios. Cabe decir que, durante el primer semestre, el sector tambaleó con fuerza: Volkswagen declaró una reducción del beneficio cercana al 37% entre enero y junio, con Seat (-90%) como gran damnificada; mientras que Stellantis retrocedió un 13% interanual en ingresos y registró pérdidas de 2.300 millones en el primer semestre. El grupo Renault, por su parte, se ha mantenido estable gracias a los recortes intensos que ha aplicado en los últimos años, y ha registrado un crecimiento de su negocio automovilístico prácticamente nulo, del 0,5% año a año.
Sin paz con Trump
El acuerdo de Turnberry, cabe decir, no ha servido para apaciguar del todo la furia de Trump contra Europa. Las partes más agresivas del entendimiento –los compromisos de compra energéticos o las inversiones millonarias– son aún objeto de debate: mientras la Casa Blanca considera que son inalienables, la UE sigue manteniendo que son un objetivo, y no una obligación. Por otro lado, Trump conserva en el centro de su diana comercial las legislaciones comunitarias de mercados y servicios digitales, dos de las leyes estrella del primer período de Von der Leyen al frente de la Comisión. A ojos del presidente, estas regulaciones son «discriminatorias para las empresas estadounidenses«. En los últimos años, desde la entrada en vigor, se han anunciado varias multas a grandes compañías tecnológicas de EE.UU. por los constantes intentos de aprovechar su posición de dominio sobre el mercado digital para expulsar a la competencia. Entre las firmas vigiladas -las llamadas gatekeepers– constan Amazon, Alphabet (Google) o Meta, entre otras.