Lo Banco Central Europeo ultima los preparativos para una nueva reunión de política monetaria, la sexta desde el inicio de la crisis inflacionista. Los gobernadores de los principales reguladores monetarios del continente y el gobierno del BCE llegan a la cita navegando unos tipo de interés del 3%, un máximo de una década, según algunos de los consejeros del organismo, todavía está lejos de la cumbre. Los mercados, según han avanzado varias fuentes financieras de la Unión, asumen un tercer encarecimiento del crédito de medio punto, lo que situaría la ratio en un 3,5%, de nuevo cerca de los picos alcanzados durante la crisis financiera del 2008. Los primeros estragos del estallido bancario en los Estados Unidos, empero, dibujan un nuevo escenario contrario a las exigencias de los halcones.
Uno de los más ideológicos de los gobernadores ortodoxos, el líder del banco nacional de Austria Robert Holzmann, ha puesto sobre la mesa una hoja de ruta ambiciosa –y potencialmente insidiosa para las finanzas europeas–: cuatro subidas consecutivas de 50 puntos básicos, incluyendo la del próximo jueves, hasta el 5%. Con los cinco puntos porcentuales se superarían ampliamente los máximos de los primeros años del euro, cuando el precio del crédito se quedó alrededor del 4,5%, así como el endurecimiento monetario posterior a la crisis de Lehman Brothers. Holzman ha asegurado que una postura «restrictiva» es la única manera de hacer que la inflación vuelva al 2%, el objetivo histórico de los bancos centrales occidentales. Así, el austríaco abogará nuevos acelerones en los tipos en las reuniones de mayo, junio y finales de julio.
Las cifras inflacionistas, justo es decir, confirman la dura posición de Holzman. Además del aumento del IPC en el Estado español, que ya ha superado el umbral del 6% –una cifra comparable a la de enero del 2022, al inicio de la espiral de precios– algunos de los grandes mercados continentales vuelven a ahogarse en la cesta de la compra. Sin ir más lejos, los elevados costes de los alimentos han vuelto a disparar los precios de consumo en Alemania hasta el 9,3%. En esta coyuntura, otras autoridades del BCE han levantado la voz en favor de sostener las alzas de tipos. Es el caso del irlandés Phillip Lane, el economista en jefe del banco central, que ha admitido la necesidad de «aumentar las tasas más allá de la reunión» de este mes de marzo. Lane apunta especialmente a la subyacente, que se sitúa a la Eurozona al 5,6%, un máximo histórico lejano del 7,6% que sufre el mercado español.
Si bien la presidenta del BCE Christine Lagarde ha sido sustancialmente más prudente que sus consejeros durante las cinco reuniones marcadas por el retorno de los intereses positivos, la mandataria ha endurecido la aproximación a la política monetaria en una nueva repetición de el whatever it takes. A pesar de que Lagarde sostiene que las decisiones de política monetaria se toman «reunión a reunión» y de acuerdo con los datos inflacionistas inmediatos, ha reiterado que «usará todas las herramientas a su alcance y hará todo el que haga falta» para devolver el índice de precios al 2%. Los últimos desarrollos, a ojos del mercado, limitan este abanico de herramientas, con las hipotecas como punta de lanza de una reacción flexibilitzadora.

El Euríbor sopla vientos de cambio
Las quiebras de los bancos norteamericanos SVB y Signature –dos de las más grandes de la historia del país y extremadamente ligadas a los tipos de interés vía el acceso a financiación de las empresas emergentes–, unidas a la caída de Credit Suïsse después de la retirada de apoyo del fondo inversor soberano de Arabia Saudí, han provocado un endurecimiento del escrutinio de los mercados sobre la decisión del BCE. Si bien se mantienen las expectativas de una subida del 0,5%, el Euríbor, que suele prever los movimientos en el precio del crédito, ha caído en las últimas jornadas a un ritmo récord. La ratio hipotecaria se ha situado en el 3,5% después de acercarse a principios de año a los 4 puntos.
Así, mercados con elevada presencia del crédito como es el inmobiliario prevén que el Banco Central Europeo –así como sus homólogos norteamericano y británico– se rendirá a la evidencia y empezará no tardando mucho una moderación de la política monetaria que cambiará el sentido de las exigencias de los halcones. Después de más de medio año en clara defensa del combate de la inflación frente a el rendimiento económico, las instituciones financieras globales cambiarían por primera vez la respuesta a la disyuntiva, atendidos los efectos que lo que Bank of America consideraba una «excesiva subida del precio del dinero» ha tenido sobre algunas de las grandes entidades bancarias del planeta.

Washington y Londres, más lentos que Frankfurt
Si bien los mercados operan con la certeza que el organismo europeo mantendrá una subida de tipo este mes de marzo, sus contrapartes al otro lado del Atlántico miran a la Reserva Federal con otros ojos. Las posiciones son más diversas: la gran mayoría de las empresas del sector financiero apuntan en una nueva subida de 25 puntos básicos por parte del organismo dirigido por Jerome Powell, mientras que uno de los gigantes, Goldman Sachs, se ha quedado solo en la defensa de una alza cero: según la banca de inversión neoyorquina, la Fed mantendría estables los tipos de interés este mes de marzo. Antes de la quiebra de SVB, empero, las finanzas estadounidenses tenían claro que Washington aceleraría en su endurecimiento monetario. Después de las declaraciones sobre la inflación de un preocupado Powell, durante unos días la banca de la federación apuntaba a un encarecimiento del dinero de 50 puntos básicos.
El caso del Banco de Inglaterra es similar, si bien la situación del mercado británico parece ser más estable que la de sus competidores. Después de una caída sustancial de la inflación –por debajo, por fin, del 9%– a finales de enero, el canciller de la tesorería nacional Jeremy Hunt ha declarado que esperan frotar el umbral del 2% a finales de 2023. Según el dirigente, de hecho, los precios de consumo del país se quedarían al 2,9% al cierre del curso. Dadas estas perspectivas, además de los efectos de la quiebra de SVB –con una filial británica que ha estado rescatada por HSBC por un dólar– las expectativas para la próxima semana oscilan entre un encarecimiento de la libra de 25 puntos básicos y la total estabilidad. Como avanza la agencia