El consejo de gobierno de el Banco Central Europeo torna a mantener los tipos de interés estáticos. Según ha informado el organismo al finalizar la reunión de política monetaria celebrada este mismo jueves, el precio del crédito se quedará en máximos del 4,5% como mínimo seis semanas más. Lo hace a pesar de una tendencia inflacionista que se constata a la baja en toda Europa: según el Eurostat, el IPC de los países de la moneda única se va quedar en febrero en el 2,6%, solo seis décimas por debajo de los objetivos a medio plazo del regulador. La buena respuesta de los precios de consumo a las medidas restrictivas ha obligado, de hecho, a mejorar las expectativas de inflación a corto y mediano plazo. Según el mismo BCE, las previsiones contemplan una bajada a finales del presente curso hasta el 2,3%; y consolidar el 2% -indicador de estabilidad de precios según el mandato del banco- a finales del 2025. En cuanto a la subyacente, el logro del umbral recomendado llegaría un año después, el 2026, atendiendo que la energía arrastra a la baja muchos de los cálculos generales.
Después de tres reuniones con los tipos estáticos, el Banco Central Europeo constata una buena transmisión de la política monetaria a las economías de los varios estados miembro. Las condiciones financieras, aseguran «son restrictivas, y la ratio de interés continúa pesando sobre la demanda»; y, a su vez, sobre la inflación. El Euríbor en mujer buen cuenta: después de haber logrado máximos superiores al 4% durante el tercer trimestre del 2023, el índice hipotecario retrocedió a finales de año hasta cerrar el enero poco por encima del 3,6%, a la espera de una reducción del precio del crédito. A raíz de la poca predisposición del gobierno del BCE para acordar una rebaja de tipo, pero, las últimas jornadas dejan un ligero repunte, y ya se sitúa a los voltios del 3,75%, con los efectos que esto comporta para los hipotecados. El cuarto trimestre del pasado curso, de hecho, los préstamos para compraventas de vivienda cayeron en el país un 13%, y continúa el crecimiento de las adquisiciones en metálico o con fuentes de financiación no bancarias.
La «débil» economía europea
El gobierno del BCE reconoce que las restricciones al crédito han supuesto un importante golpazo para las economías europeas. Según el banco, a finales del 2023 se espera un crecimiento del PIB del conjunto de los países de la eurozona del 0,6%, dos décimas por debajo de la cifra anterior. «La economía se mantiene débil», ha declarado la presidenta del organismo regulador, la francesa Christine Lagarde; principalmente a causa del encarecimiento del dinero. Las expectativas a medio plazo, pero, son más helechos: según Lagarde, los efectos perniciosos de los tipos sobre el consumo «se irán retirando»; hecho que recuperará las rentas disponibles de los ciudadanos y hará escalar la demanda a partir del 2025. La progresiva normalización de tipo, prevé la francesa, servirá para «recuperar la demanda internacional de las exportaciones europeas» -centrales, hay que recordar, en la recuperación económica del continente, especialmente del sur, después de la pandemia-. Justo es decir que el dibujo de crecimiento en un año vista se fundamenta en cierta predicción de los efectos de los tipos sobre la economía; así como unos datos de inflaciones definidas. Las variaciones en los datos clave, comenta Lagarde, podrían hacer oscilar la expansión del PIB de la zona -y convertirla, de hecho, en decrecimiento en caso de que el escenario sea mucho peor del esperado-.

La tarea para sostener el ritmo alcista de la economía europea, para el BCE, madriguera sobre los hombros de los gobiernos estatales. Desde el banco, recomiendan los ejecutivos comunitarios que retiren progresivamente las ayudas y subvenciones al precio de la energía -hay que recordar que en el Estado la factura de la luz recupera este mes de marzo el IVA del 21%-. Más allá de las medidas antiinflacionistas, Lagarde enfatiza la necesidad de recuperar medidas de responsabilidad fiscal que aterricen las ratios de deuda sobre PIB de los principales mercados de la Unión. Hay que recordar que, ya a finales del curso pasado, los ministros de finanzas de los 27 acordaron recuperar las reglas fiscales europeas, que marcan ritmos de recorte tanto de deuda como de déficit.
«Massa» restricciones
Ante las alertas de overshooting por parte de las palomas de la gobernanza monetaria europea, Lagarde ha descartado la posibilidad de una regulación demasiado estricta. El proceso desinflacionista que se ha ido dando en los últimos meses en la UE no es suficiente para que el consejo de gobierno «confíe» a rebajar los tipos a corto plazo. «Necesitamos más información; y tendremos mucha en abril, y todavía más en junio», declara la presidenta, dejando entrever una bajada de tipo en la entrada del verano -talmente como prevén la mayoría de mercados financieros, ya resignados a la espera-. Contra el conflicto dentro de su consejo, Lagarde ha celebrado un «ancho consenso» a la espera hasta junio. «El que vemos a los datos actualmente indica buenos movimientos, pero no bastante fuertes ni extendidos para darnos suficiente confianza» para recortar los tipos, asegura, defendiendo que la decisión de mantener tipo ha sido «unánime». Más allá de los datos inflacionistas, Lagarde se ha mostrado especialmente interesada en la escalada de salarios, así como de los beneficios de las empresas. Aquellos sectores más afectados por los costes laborales, sostiene el economista, mantienen inflaciones más elevadas que las industrias más basadas en energía o materias primas. Así, habrá que observar la relación entre rentas del trabajo y márgenes empresariales para tomar una decisión en cuanto a los tipos de interés.