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BCE debate el fin de las bajadas de tipos ante la derrota de Trump

El consejo de gobierno del Banco Central Europeo no ha podido evitar mirar hacia el otro lado del Atlántico en sus últimas reuniones. Las actas del encuentro de los gobernadores nacionales del pasado 23 de abril, la séptima consecutiva con rebajas de tipos de interés, constatan que la política comercial de Donald Trump sigue acaparando toda la atención económica. Los movimientos erráticos de la Casa Blanca, sin embargo, ya no causan el miedo en los reguladores comunitarios que sí se vio durante el primer trimestre. Las «turbulencias del mercado» provocadas por los aranceles universales comunicados el 2 de abril, ahora bajo profundo escrutinio, no han dejado la economía de los 27 -ni la moneda única- en una posición tan deteriorada como se esperaba. De hecho, un reciente estudio de Caixabank Research situaba el perjuicio de las tarifas sobre el PIB español en solo un 0,1%. Esta calma se ha trasladado al instituto emisor, que encuentra en el programa económico trumpista una fuente de revalorización del euro, y celebran que la apertura de nuevos mercados haya contrarrestado los efectos inflacionistas del proteccionismo. Sobre esta nueva seguridad, el BCE se prepara para una nueva bajada de tipos del 0,25% el próximo jueves, en la reunión correspondiente al mes de junio; pero ya vislumbra un futuro inmediato sin nuevos recortes, comenzando tan pronto como en julio.

Según exponía la economista y miembro del consejo Isabel Schnabel -usualmente la voz más conservadora entre los técnicos de Frankfurt- la nueva administración norteamericana «ha conseguido acabar con el excepcionalismo estadounidense, y ahora Europa se percibe como el valor alcista de las grandes economías globales». El euro ha vuelto a tomar impulso respecto al dólar, después de un hundimiento que lo acercó al equilibrio total a finales de enero, con un tipo de cambio de 1,02. El valor de la moneda local no ha hecho más que recuperarse desde el Día de la Liberación, y un euro ya vuelve a superar los 1,13 dólares, el nivel máximo desde principios de 2022. El nuevo auge del euro ha venido motivado, según explicaba Schnabel durante la reunión, por un giro de la inversión hacia productos europeos, vista la caída libre de los valores en la bolsa de Nueva York. En este nuevo panorama, el capital ya no está tan hambriento de rebajas de tipos. Una reciente encuesta entre analistas de mercado llevada a cabo por la agencia Reuters apuntaba que menos del 25% de los expertos comunitarios reclaman dos flexibilizaciones monetarias más después de junio, con la mayoría apuntando hacia solo una rebaja en la segunda mitad del año -o, incluso, ninguna-.

El exministro español de Transformación Digital y nuevo gobernador del Banco de España, José Luís Escrivá / EP
El exministro español de Transformación Digital y nuevo gobernador del Banco de España, José Luís Escrivá / EP

Dos rebajas, contando la de junio, en lo que resta de 2025 servirían para romper un umbral casi sentimental para los analistas económicos: el 2%. Si este es el camino que elige Frankfurt, el punto de equilibrio se situaría en el 1,9% -con dos recortes de 25 puntos básicos respecto del nivel actual del 2,4%-. Se trata de un final de carrera ligeramente más elevado que el que preveían algunos fondos de inversión, que ya proyectaban acabar el ejercicio por debajo del 1,8%. Ahora bien, la recuperación económica y la fuga de confianza norteamericana han revivido el capital sin tanta flexibilidad monetaria. Uno de los economistas consultados por Reuters, de hecho, reconocía que «habrá un reequilibrio de las carteras inversoras globales hacia fuera de los Estados Unidos, y vemos que Europa será uno de los beneficiarios de esta tendencia». A la espera de la decisión de los tribunales norteamericanos respecto de las tarifas de Trump -que pueden aún salvarlo de sí mismo-, estas han servido para revitalizar el mercado interno europeo y mantener corta la correa monetaria de la eurozona.

Los halcones, empoderados

El flamante buen rumbo de la economía europea ha vuelto a elevar las voces de los halcones -los conservadores monetarios, generalmente centroeuropeos- en el consejo de gobierno. Después de meses de concesiones a los banqueros centrales del sur, más partidarios de la flexibilización, los líderes visibles de la política monetaria alemana, austriaca o belga, entre otros, han vuelto a exigir moderación en los recortes de tipos. El gobernador del Bundesbank alemán, Joachim Nabel, pedía a sus colegas «prudencia» en las próximas decisiones desde la cumbre del G7 en Canadá. «Es difícil decir que nuestra ratio de depósitos sigue siendo restrictiva», analizaba el economista en una atención a los medios. Y añadía: «debemos mantenernos cautelosos con las próximas decisiones de política monetaria». Alemania, cabe decir, ya no está tan necesitada de facilidades de crédito como a finales de 2024 y principios de 2025, cuando su industria estaba en claro retroceso. Los últimos datos de PMI industrial elaborados por el Banco Comercial de Hamburgo situaban la salud del manufacturero germano en 48,8 puntos, a punto de alcanzar el equilibrio que marca el umbral del 50. De hecho, Schnabel aprovechó su intervención en el consejo de gobierno de abril para alabar «el nuevo paquete fiscal» del canciller Friedrich Merz y el impulso del gasto en defensa salido de Berlín. «El mercado ve las políticas de Merz como una garantía de crecimiento a largo plazo», recogen las actas del encuentro; lo que justifica frenar los recortes de tipos de interés. A las posiciones de Nabel se ha sumado el austriaco Robert Holzmann, quien levantó la alarma contra una flexibilización «más arriesgada que no hacer nada». Menos contundente ha sido Pierre Wunsch, el líder monetario belga, quien ha reconocido que «quizá será necesario llevar el precio del crédito por debajo del 2%».

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca / Europa Press/Contacto/Mehmet Eser

En la otra trinchera, los palomas -los expansionistas-, concentrados en el sur de Europa, comienzan a perder fuerza en el discurso interno del consejo de gobierno. El gobernador del Banco de Italia, Fabio Panetta, conocido militante de los tipos bajos, reconoció el pasado viernes que «ya hay poco margen para aplicar nuevos recortes», si bien sostiene que las decisiones del consejo deben permanecer «flexibles» para atender las necesidades de la economía de los 27. Contra el criterio alemán, Panetta permanece preocupado por los aranceles: «las tensiones comerciales pueden llevar a un deterioro económico, y será esencial mantener un enfoque pragmático y considerar las señales que envíe el mercado financiero». Más ambicioso ha resultado el presidente del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, quien declaró en un discurso el pasado miércoles que «la normalización de tipos aún no ha terminado, como veremos en la próxima reunión». Como en el caso alemán, Francia continúa recuperándose de la crisis industrial que sufrió en 2024, pero, a diferencia de sus vecinos, no ha logrado consolidar una tendencia alcista en el PMI manufacturero. Cerraron el mes de abril en un 48,2, perdiendo tres décimas en el intermensual, y se alejan del mínimo saludable. Desde el Estado, el exministro de la Seguridad Social, José Luís Escrivá, ha salido del cerco de los liberales, y se ha acercado a Nagel, asegurando que «el Banco Central debe ser cuidadoso con sus próximos pasos en cuanto a los tipos».

La guerra fría continúa en Washington

A diferencia de la primera tanda de rebajas monetarias, el Banco Central Europeo difícilmente puede tomar como guía de actuación los movimientos que haga la Reserva Federal. Los guardianes del dólar constan entre las instituciones que más han sufrido el terremoto Trump, con su presidente, Jerome Powell, en el punto de mira perpetuo del inquilino de la Casa Blanca. A pesar de los intentos constantes de la administración de rebajar los tipos de interés -un movimiento esencial para insuflar vida en una economía como la norteamericana, tan dependiente de los créditos al consumo-, Powell se ha mantenido firme, y ya hace cuatro reuniones que mantiene la ratio de depósitos congelada, entre el 4,2 y el 4,5%. La inflación estadounidense, cabe decir, no es necesariamente peor que la de algunas de las principales economías de la eurozona. De hecho, el país cerró el pasado mes de abril con un IPC del 2,3%, idéntico, por ejemplo, al español. Ahora bien, la amenaza de los aranceles, que pueden disparar los precios de muchos bienes de consumo a corto plazo, mantiene detenidas las previsiones monetarias de la Fed. En un encuentro en la Casa Blanca el pasado fin de semana, Powell trasladó a Trump que las presiones políticas no funcionarían: «la Reserva continuará tomando sus decisiones con objetividad e independencia», le espetó. Con una guerra de trincheras instalada en el corazón monetario del dólar, todo apunta a que Frankfurt seguirá el mantra que siempre ha repetido la presidenta Christine Lagarde: que el BCE sea independiente de los movimientos que se hagan al otro lado del Atlántico.

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