El 9 de enero de 2024 marca la fecha de inicio del año horrible de Grifols. Ya en intensa caída respecto a sus máximos históricos en la bolsa, el ataque del fondo bajista Gotham City Research inició una espiral contra el capital de una de las grandes industriales catalanas que aún no vislumbra un final claro. Doce meses después, los títulos de la compañía cierran la jornada bursátil con una caída diaria del 3,3%, alrededor de los 9,1 euros. Se deja así más de un 35% de su valor en 365 días, desde los casi 15 euros donde cotizaba a finales de 2023 hasta el umbral actual, un nivel todavía superior a los valles en que se movió durante las primeras semanas después del informe del especulador Daniel Yu y Cyrus de Weck. A pesar de la mala salud en el parquet español, el consenso de los analistas para la compañía catalana permanece razonablemente positivo: la mayoría de los observadores financieros de su acción, entre los cuales destacan firmas internacionales del calibre de BNP o Citi, recomiendan comprar, mientras que solo el siempre agresivo Bankinter y Oddo BHF recogen la venta como la mejor opción para los inversores. Grifols, un año después del descalabro, vive en la tensión entre unas perspectivas de negocio que, según comunica el mercado, parecen más que sólidas, y una confianza del capital lejos de ser la que era.
Después de romper la resistencia de los 11 euros durante el mes de diciembre, impulsada por las entonces buenas expectativas de la OPA de exclusión del fondo canadiense Brookfield -además de un impulso generado por hitos de negocio en Estados Unidos, como el sí de la FDA a su medicamento contra las hemorragias pediátricas-, el valor de la catalana vuelve a estar cerrado entre las mismas «resistencias», a juicio de diversas voces del mercado, que la han limitado durante todo el curso. Voces cercanas al capital apuntan que buena parte de la dificultad de la compañía para superar umbrales bursátiles radica en la expectativa por un posible retorno de Brookfield a escena. Tal como publicó la agencia estadounidense Bloomberg, la última emisión de deuda de la catalana -unos 1.300 millones en bonos sénior que sirvieron para salvar los vencimientos de deuda de todo 2025- registra la posibilidad de que el vehículo inversor refinancie el pasivo en caso de que sea necesario, lo que, a ojos de los analistas, abre la puerta a un segundo intento de excluir a Grifols del mercado cotizado.
Lecturas desde el capital
Cabe recordar, sin embargo, que sobre el fundamento de las líneas de negocio de Grifols, los accionistas más críticos con la gobernanza de los últimos años han saltado contra cualquier intento de llevar adelante esta OPA. A mediados del mes de noviembre, aún con la oferta de Brookfield bien viva, Mason Capital, que ostenta un 2,1% de las acciones de tipo A de la firma, lanzó una dura misiva contra el control que había ejercido la familia fundadora, asegurando que, a fin de avanzar la maquinaria de la biofarmacéutica, «Brookfield no es necesario». «El capital que no está en manos de la dirección puede arreglar permanentemente los fallos de gobernanza de Grifols y, así, desbloquear un enorme valor», defendían entonces. Con los meses, el peso de Mason y sus aliados en los órganos de decisión ha ido aumentando, más aún con el nombramiento como consejero de Paul Herendeen, su elección para renovar el gobierno de la compañía. Esta reforma continúa los profundos cambios que iniciaron los pasos al lado de Raimon Grifols y Victor Grifols Deu como CCO y COO, así como la retirada del ahora presidente no ejecutivo Thomas Glanzmann de la posición de CEO a favor de Nacho Abia. Los estadounidenses, sin embargo, buscan también la salida de todos los perfiles vinculados a la gestión anterior, con especial enfoque sobre el abogado y socio de Osborne Clarke Tomas Dagá.

El análisis de estos accionistas críticos sitúa la acción, dado el negocio de la compañía, muy por encima de los niveles que le otorga el mercado -aún, a su parecer, lastrados por el informe bajista de Gotham-. Con la mirada puesta en 2025, cuando se espera que Grifols supere un EBITDA consolidado de 2.000 millones de euros, Mason contempla un valor de las acciones según el «metro cuadrado» de la compañía por encima de los 20 euros, más del doble de la actual. Se situaría, de hecho, incluso por encima de los 16,7 euros que marcan la media de los analistas -si bien es cierto que las estimaciones más optimistas, como la del Banco Sabadell, colocan el target en los 27 euros-. Esta estimación se basa en un prospectivo muy buen año entrante no solo para Grifols, sino para el conjunto del negocio del plasma, como constatan las cifras esperadas de sus competidores.
La competencia gana posiciones
El principal actor del segmento donde se mueve Grifols es la australiana CSL. En su último ejercicio fiscal completo, comunicado el pasado mes de agosto, la compañía reportó un beneficio de 3.200 millones de euros, gracias al «fuerte rendimiento de la manufactura de productos de plasma»; según recogen sus estados financieros. Cabe decir que, a pesar de este resultado, que supone un incremento interanual del 13%, sus acciones cayeron tres puntos en la bolsa de Sídney, dado que el consenso de los analistas elevaba las ganancias hasta rozar los 3.400 millones de dólares. Como en el caso de la catalana, CSL alcanzó su pico de cotización durante la pandemia, con más de 330 dólares australianos por título a mediados de 2020 -unos 198 euros-. Los papeles de Grifols, cabe recordar, cotizaban en febrero de 2020 a unos 34,1 euros, su máximo histórico. En ambos casos, el confinamiento supuso un revés para su valoración, si bien solo una de las empresas aguantó el tipo -CSL se mueve por encima de los 287 dólares-. Según su CEO, Paul McKenzie, el estado del mercado del plasma permite que la multinacional «continúe dejando crecimientos anuales de doble dígito en las ganancias». En cuanto a los ingresos, la proyección para el año fiscal 2025 es de un aumento de entre el 5 y el 7%, con los analistas fijados en el 6,2%. A su lado, la japonesa Takeda Pharmaceutical Company también aspira a crecimientos sustanciales: los analistas esperan un crecimiento del precio de la acción cercano al 15% a medio plazo, y varias firmas, como Jefferies o TD Cowen, llaman a los inversores a comprar.
El estado del mercado, especialmente en Estados Unidos, fundamenta estas expectativas. Según fuentes del sector, la bajada del precio de las materias primas -el plasma donado- puede hacer crecer los márgenes de forma importante durante 2025. En un reciente estudio, la firma de investigación de mercados Imarc apuntaba que el conjunto del sector de los derivados del plasma escaló hasta los 48.270 millones de dólares de valor; mientras que en unos ocho años, en 2033, la expansión puede llegar hasta los 76.000 millones, debido a un aumento de la demanda vinculada al incremento de las enfermedades crónicas que se tratan con este tipo de medicamentos. «La demanda es crónica, y la oferta más barata» apuntan voces del mercado, que ven potencial para que los márgenes de Grifols, así como los del resto de su industria, sean robustos en los próximos ejercicios.