Barcelona Vaults se instaló hace un año en la ciudad. Ofrece un servicio doblemente inédito. Por un lado, cajas fuertes de libre acceso para cualquier interesado. Por otro, bajo el sello Barcelona Gold, venta de oro y plata. La empresa se ha consolidado rápidamente como una alternativa al sistema bancario. Ya ha llenado 700 de estas cajas, y sus responsables empiezan a pensar en abrir nuevas oficinas. En Cataluña y en España. Tommy O’Ceileachair, irlandés –como The Vaults Group, la casa matriz–, es el director. Inquieto y risueño, no se sorprende del éxito de la idea. Y está muy satisfecho.
¿Cuál es la originalidad del grupo Vaults?
Es única en un sentido. Combinamos dos empresas. Una ofrece cajas de seguridad. La otra, oro y plata. Y esto, en el mismo lugar. Puedes hacer una inversión en estos metales preciosos y guardarlos y protegerlos sin salir a la calle. En este sentido, prácticamente somos la única empresa que lo hace en el mundo.
Pero sí que hay empresas que facilitan a sus clientes un espacio donde guardar exclusivamente objetos de valor…
Sí, pero Vaults Group es el grupo más grande de Europa en el ámbito de las cajas fuertes privadas.
¿Dónde tienen oficinas?
En Gran Bretaña y en Barcelona. Barcelona es uno de nuestros espacios más grandes y también el de más éxito en el primer año. El grupo tiene trece locales en el Reino Unido y el de Barcelona ha sido el que ha obtenido el éxito más espectacular.
¿A qué lo atribuyen?
A parte de méritos propios, seguramente, a la ausencia de competencia. Nadie ofrece aquí un servicio como el nuestro.
¿No exageran ustedes cuando venden sus servicios apelando a unas cifras de delincuencia local descontroladas?
Sí. Seguramente, sí. ¿Barcelona es una ciudad más peligrosa que las otras? No. Pero Barcelona es más internacional. Yo he trabajado en muchos lugares del mundo y Barcelona es una ciudad muy muy internacional. Aquí viene gente de todo el mundo. Y no puedes tener un jardín de rosas sin avispas.
¿Quién viene a alquilarles una caja de seguridad?
Poco menos de la mitad de nuestros clientes en Barcelona son catalanes o españoles. Los otros son de fuera. Y cuando digo de fuera hablo de gente de Abu Dhabi, de Turquía, de Alemania, de Italia… ¡De todas las partes del mundo!
¿Gente que vive aquí?
Sí. Todo el año o una parte del año. Y claro, para ellos alquilar una caja fuerte es una costumbre, no es algo extraño. Esta mentalidad es la que intentamos extender en Barcelona Vaults. Alquilar una caja es una opción normal, no extraordinaria. Queremos que esa sea la sensibilidad de todos. Nuestros precios son muy económicos. Una caja puede costar menos de 400 euros al año. Eso es menos de un café al día, aunque [ríe] en Barcelona el precio de un café sea alto. Aquí puedes guardar cualquier cosa. No tienen que ser necesariamente objetos de alto valor económico. Pueden ser perfectamente objetos de valor sentimental. Desde un reloj hasta un testamento.
¿Cuál es el tipo de cliente más raro que guarda cosas aquí?
¡Todo el mundo! [Ríe]. No, en serio, ¿qué quiere decir raro?
Alguien que les sorprenda.
Se me hace difícil responder, porque nosotros no los conocemos personalmente. Tampoco les preguntamos quiénes son ni qué traen. Cada uno es como es y tiene un mundo particular. Uno nos puede traer un reloj del abuelo y otro, las llaves de un coche.

¿Se han encontrado en algún momento ante una orden judicial que les haya obligado a abrir una caja?
Todavía no. Solo llevamos un año aquí.
[Ríe]. Ya acabará pasando…
No lo sé. Aquí tenemos reglas y un contrato…
¿Cuáles son las reglas?
Muy sencillas. Yo puedo traer cualquier cosa, excepto bombas, armas, drogas y líquidos. Excepto eso, puedes guardar aquí cualquier cosa. Aparte de eso, somos una empresa privada. No tienes que declarar qué traes aquí. En los bancos sí tienes que hacerlo.
¿Y está seguro de que las personas que les traen objetos observan estas cuatro reglas?
Un contrato es un contrato. Y supone una obligación moral. Usted lo tiene que entender, porque es un periodista. ¿Qué escriben ustedes en un diario? Tienen una obligación moral con la realidad.
¡Uf! Mentalidad anglosajona. En todo caso, obviamente habrá gente que se saltará el contrato y las reglas.
Entonces, eso ya es cosa de la policía. Yo no les puedo preguntar qué traen, pero ellos tienen una obligación contractual que deben respetar.
De acuerdo. ¿Y dinero negro?
Es que yo eso no lo sé. Supongo que alguien puede estar tentado de traerlo. Pero entonces está la policía, que tiene que hacer su trabajo. La policía puede venir aquí con una orden judicial y pedirme abrir cualquier caja. También se dice que todos los clientes tienen que declarar qué tienen en un banco. Pero, ¿todos lo hacen? No lo sabemos…
¿Tan inseguras son las cajas fuertes de los domicilios privados?
Es que… un criminal puede entrar en cualquier lugar. La gran diferencia es el tiempo que tarda en llegar al objetivo. Aquí no puede llegar en cinco minutos. Tenemos tantas cámaras y sensores, que, cuando yo salgo de la cámara, si pasa una rata dispara la alarma. En casa el delincuente puede llegar a su objetivo en cinco minutos. Puede robar y en diez minutos ya puede estar fuera con todo. Aquí no llegarás a donde quieres llegar ni en media hora. Si aquí una alarma salta dos veces inmediatamente viene la policía. Viene también un equipo de la compañía que nos ha instalado la seguridad. Desde un punto de Barcelona, esta empresa vigila en todo momento todas nuestras cámaras.
¿Les han atracado alguna vez en Gran Bretaña?
Nunca. En trece años, nunca. Nunca. Ellos han venido. Estoy seguro. Estoy seguro de que alguien se ha hecho pasar por un cliente para mirar cómo lo pueden hacer. Y han decidido dejarlo correr.
¿Y los sistemas de Mission Impossible?
Eso es Hollywood, ¿no? [Ríe].
¿La suya es una empresa rentable?
Sí. Mucho. Aquí hemos gastado dos millones de euros. No es una cantidad que cualquiera pueda invertir y esperar a ganar. Nosotros articulamos nuestra actividad en fases. La primera fase en Barcelona implica disponer de mil cajas fuertes. Habíamos pensado cubrir esta cantidad en tres años. Solo ha pasado un año y ya tenemos más de setecientas ocupadas. Hemos alcanzado nuestro primer objetivo en el 30 por ciento del tiempo previsto. Esto es fenomenal. Cuando la cubramos tendremos que pensar en abrir otro centro en Sant Cugat o Esplugues. Lugares similares, un poco fuera de la ciudad.
¿Y cómo determinan dónde abrir?
Depende del código postal de nuestros clientes. Si el 20 por ciento de nuestras cajas en Barcelona se corresponde con gente de un lugar concreto, nos adaptamos. En 2012 en Dublín no había ni una caja de seguridad. Ni de bancos ni de empresas como la nuestra. Irlanda no es un país rico. Todo ha cambiado mucho. Ahora estamos a punto de abrir la segunda oficina en Dublín. Ese es nuestro éxito. Y mis jefes dicen que lo que está pasando en Barcelona es más o menos lo que ha pasado en Dublín. La demanda está ahí. Solo tenemos que decir a la gente que todo esto es normal. Vivimos en un mundo más peligroso que hace cinco años. Tú puedes hacer tus vacaciones en la Costa Brava y volver a casa después con tranquilidad. Incluso nos puedes dejar el pasaporte. Si entran en tu casa y te roban, el trastorno que te hacen es terrible. Cuando te roban ya es demasiado tarde. Cuando viene alguien y nos comenta que han robado a su vecino le contestamos que todavía está a tiempo, pero que ya es demasiado tarde para su vecino. No debemos dejar que llegue este momento. Siempre nos preguntan si tenemos lista de espera. No. No tenemos. Aquí caben hasta 4,000 cajas. Si las llenamos, buscaremos otro lugar en la ciudad. No somos como los bancos. No tenemos límites ni nos dirigimos solo a los vips. Esto es para todos.

¿Qué edad tiene un cliente estándar?
El grupo más grande se mueve entre los 35 y los 50 años. La mayoría son catalanes. El 43 por ciento son locales y la mayoría son catalanes. Queremos abrir en Málaga, Valencia, Marbella, Alicante, Madrid…
Es un negocio en ascenso…
Es muy interesante y con mucho futuro.
Resulta curiosa la idea de vender a la vez oro y plata…
Tenemos nuevos clientes que vienen aquí solo con la tarjeta de crédito. Compran oro o plata, los dejan dentro en una caja y se van. Con tranquilidad, sin ningún riesgo.
¿Se encuentran con gente paranoica?
¡Claro! Hay gente de todo tipo. Hay clientes con paranoia, sí. Tienen cosas de valor y no las quieren dejar en casa. Con razón. La paranoia es lógica.
¿Y no tienen reparo en dejar las cosas aquí?
La diferencia entre los catalanes y la gente de fuera es que los de fuera dejan las cosas y se despreocupan. Los de aquí sufren. Vuelven de tanto en tanto y nos preguntan: “¿Cómo va esto? ¿Todo bien?”. Hacen un montón de preguntas. Se quedan mirando las cámaras y cuando llegan aquí abajo nos dicen: “¡Esto es como una película de James Bond!”. Cuando dejan las cosas en la caja y suben la cara les ha cambiado.
¿Y los empleados son de confianza?
Ya hacemos para que lo sean. Y para que no pueda pasar nada.

¿Usted tiene una caja aquí?
Una aquí en Barcelona y otra en Dublín.
¡Vaya! El negocio va bien…
Antes de tenerlas yo no tenía miedo. Nunca me había planteado qué pasaba si me iba de vacaciones y dejaba el reloj en casa. Ahora sí. Ahora sí que pienso que es muy fácil entrar a mi casa. Solo tengo las llaves del coche. Dicen que en Barcelona hay mucha delincuencia. Sí. Estoy de acuerdo. La policía tiene que hacer más trabajo. Sí. Estoy de acuerdo. Pero nosotros estamos aquí para ser parte de la solución.