El ecosistema de las start-ups es frágil. No solo hablamos de empresas que intentan escalar muy deprisa, sino que también se convierten en el puente entre la realidad y la innovación, una situación mucho difícil para conseguir el éxito. Hasta hace unos años, la financiación no era problema por esta clase de compañías, puesto que los inversores externos estaban dispuestos a asumir los riesgos que comporta invertir en un proyecto tan experimental. Ahora, pero, ya no hay aquella llamada «borrachera de dinero» y los tipos de interés han elevado el riesgo, el que provoca que los inversores no inyecten tantas grandes cantidades de dinero. La inestabilidad económica del momento repercute en el éxito de las empresas emergentes que han visto como es debido un buen plan de financiación por no morir antes de empezar, cosa que según el último estudio de la consultora Tbig Finance, no acaba de encajar en la mentalidad de todas las start-ups. En la nueva era, pues, los expertos aseguran que se necesita más que una buena idea para lanzarse a la piscina y las encuestas apoyan a esta opinión, puesto que a estas alturas, dirigir una start-up, es un deporte de riesgo.
En el último estudio de la empresa norteamericana se desprendía unas cifras no muy optimistas por el sector de la innovación. En concreto, se constataba que el 70% de las empresas emergentes del mundo no podían sobrevivir a los tres primeros años de vida. En este sentido, la razón principal era que no había planes de financiación bastante sólidos que apoyaran al proyecto cuando el dinero de los inversores se acababan. Una estadística que lejos de ser una exageración, expresa muy bien la realidad de este nuevo sector, donde las decisiones se toman rápidamente, pero no siempre son las acertadas. «Es una realidad. En este mundo o tienes capital propio o tienes financiación», explica Rat Gasol, emprendedora, inversora y experta. Ella reconoce que las dificultades del sector no han dejado de subir y que es normal que pocas empresas consigan llegar al éxito: «Ha cambiado el escenario, ya no hay tanto dinero a repartir y esto lo estamos notando», afirma.
Es precisamente la carencia de financiación externa el que ha hecho aflorar nuevas preocupaciones sobre la solidez de las start-ups, puesto que no todas sobrevivirán cuando se acaban las inversiones. «Creo que los planes de financiación juegan un papel importante, pero no son lo único que puede hacer caer una empresa», remacha Miquel Martí, director general del Tech Barcelona, que a pesar de estar de acuerdo con las afirmaciones tiene ciertas reticencias con culpar únicamente a la financiación. La realidad que ponen sobre la mesa los expertos es que el fracaso o el éxito de las empresas emergentes depende de infinidad de factores, desde la buena constitución de un aquí fundador, como la evolución de la primera idea, hasta la financiación interna y externo. «Muchas cosas pueden hacer que una start-up fracase», continúa Martí. Una opinión que también comparte Gasol, quien asegura que «los inicios son muy duros». De hecho, no es ningún secreto que de las grandes cantidades de empresas emergentes que se crean en un año, un alto porcentaje no se sostiene en el tiempo.
Si nos centramos, pero, en el plan de financiación, la razón principal que expone el estudio, podemos comprobar cómo es muy sencillo no tener una idea apoyada con ingresos. Históricamente, las start-ups han estado grandes vendedoras de humo, es decir, se ha confiado en la buena idea de un fundador y muchas veces se ha convertido en un proyecto pionero en su campo, pero otras muchas ha quedado soterrado en un mar de dudas. Es precisamente esta inestabilidad que ha hecho que los inversores empiecen a pensarse mucho más donde ponen su dinero. «Las condiciones del mercado han cambiado muchísimo en el último año y medio», asegura Oriol Sans, sénior mánager de start-ups de Acción, la agencia sujeto al departamento de Empresa i Treball de la Generalitat de Cataluña. Sans reconoce que los inversores tienen más cura de su dinero que antes y esto ha hecho que los planes de financiación estén mejor elaborados, «porque ahora ya no solo vale una buena idea», recuerda.

Sin inversores ni hay financiación
Así pues, el sector se encuentra en una situación complicada, donde los fondos ya no son indefinidos y las exigencias han crecido. No es de extrañar, que con la situación actual la tasa de supervivencia sea solo de un 30% pasados a los tres primeros años. Ahora bien, los expertos también aseguran que esta edad es muy bajo por el universo de las start-ups. El mismo sénior mánager de start-ups de Acción reconoce que «tres años es demasiado poco por realmente entrever si lo empleas tendrá éxito». Una opinión que también comparte Gasol, quien asegura que muchas empresas emergentes «no tienen todas las respuestas en los primeros años y necesitan más tiempo». Así pues, no se trata únicamente de un buen producto o de un buen plan de financiación, sino que el sector pide cada vez más rapidez. «Quizás no son malas ideas, pero no han llegado a tiempo», reflexiones Sans.
«Los modelos del sector de las start-ups son intensivos», explica el director general del Tech Barcelona. Martí pone sobre la mesa la necesidad que tiene el sector de avanzar deprisa, porque la tecnología lo pide. Lejos de ser siempre una situación favorable por las compañías, se acaba convirtiendo en una pesadilla si no tenso los recursos suficientes para acelerar procesos. Si a este conflicto se suma la carencia de financiación que hay en los últimos años, parece evidente que muchas empresas emergentes se quedarán por el camino. «Es una situación que los mismos inversores tienen clara», concluye Martí, quien asegura que de «10 start-ups, dos triunfarán; cuatro sobrevivirán con el que podan; y cuatro serán un fracaso«.
La cultura del fracaso
La estadística de Tbig Finance podría tener un punto optimista. Tal como explica Sans, «si hay tantas empresas que fracasan es porque se crean muchas más cada año». De este modo, parece que la cultura del fracaso empieza a hacer efecto en todo el mundo. Precisamente el estado español y Cataluña eran dos territorios que luchaban contra el fracaso, es decir, se ve claramente que cuando no funciona tu empresa no se puede volver a empezar. «Si algo se los tendremos que agradecer a los americanos, es esta nueva visión del fracaso», reconoce el senior mánager de start-ups de Acción. En otras palabras, si hay un 70% de empresas emergentes que fracasan, quizás quiere decir que hay un 70% de emprendedores que lo volverán a intentar.