La salida a bolsa de Puig, una de las más fulgurantes de 2024, se ha ido desinflando con los meses. La Oferta Pública de Venta de la multinacional catalana del lujo, que le permitió acceder al mercado del Estado el pasado mes de mayo, estalló con una valoración de más de 24 euros por acción; una que, en ese momento, los mercados consideraban exigente, pero no del todo inalcanzable. En nueve meses, sin embargo, la familiar ha sufrido un retroceso sustancial respecto de su primer estallido. Los títulos tipo A, que otorgan derecho a voto, han retrocedido más de un 26%, y ahora rondan los 18 euros, muy lejos del impulso inicial. Lastrada por unos primeros resultados trimestrales lejanos a las agresivas estimaciones que hicieron en el salto al parqué, y golpeada por una retirada forzosa de productos de una de sus marcas, Puig comienza el 2025 muy por debajo de lo que esperaba. Las lecturas de los analistas, sin embargo, le hacen aspirar a un ejercicio alcista.
El consenso a medio plazo, de hecho, la hace expandirse a medio plazo hasta los 23 euros, y la inmensa mayoría de los ojos financieros que la vigilan recomiendan o bien comprar acciones, o bien mantenerlas. Desde Citi, que ve un potencial incremento del valor del 15%, hasta JP Morgan, que anima a sus clientes a entrar con fuerza en el capital de la catalana, las primeras lecturas hacen prever un curso exitoso para la perfumera. Ahora bien, el capital, aún receloso tras el primer tropiezo, conserva sus dudas. «Los analistas hacen su trabajo que es mirar los estados financieros y sobre el mercado. Pero quien toma decisiones es el inversor», alerta el profesor de los estudios de economía y empresa de la UOC, Joaquim Clarà.
La erosión del valor de la compañía llegó apenas comenzado el segundo semestre, con unos agridulces primeros resultados como cotizada: entonces, registró unas ganancias de 153 millones de euros, un 23% inferiores a las de los seis primeros meses de 2023, a pesar de haber elevado un 10% la facturación, hasta un umbral récord de 2.173 millones de euros. Tras estos resultados, los títulos perdieron cerca de un 13% en solo unas horas; principalmente debido a la distancia entre el balance definitivo y las estimaciones, mucho más optimistas, que lanzó la dirección en la OPV de la primavera. «El principal motivo del errático comportamiento en los últimos meses ha sido la decepción en sus previsiones de crecimiento, que finalmente no han cumplido», detalla a Món Economia el analista de mercados Manuel Pinto. Meses después, y con unos resultados extremadamente halagüeños para el tercer trimestre, la compañía continúa moviéndose en los mismos niveles. El tercer trimestre, con un aumento de ventas del 11,1% interanual, dejó un buen sabor de boca en el accionariado, y la compañía recuperó los 20 euros -y rozó los 21- a principios de noviembre. Ahora bien, la retirada de un lote de productos de una de sus marcas de adquisición más reciente, Charlotte Tilbury, por «un problema de calidad» recordó las dudas de mediados de año, y ha vuelto a anclar la compañía a los 18 euros. «Cuando el mercado vuelve a la desconfianza, ya sabemos cómo va», lamenta Clarà.
Así, reconocen las voces consultadas, la cotizada catalana se ha encontrado con una serie de factores, más emocionales que materiales, que le han jugado en contra. «Quizás el mercado se ha pasado de frenada y el castigo a la acción ha sido excesivo», reflexiona Pinto. El analista coloca el potencial para la empresa a un nivel similar al que ha identificado Citi, de un 15%, sobre un cálculo de sus perspectivas contables sobre el endeudamiento neto. Con un alza como la que prevé, la acción se situaría alrededor de los 21 euros, si bien reconoce que se trata de «supuestos muy conservadores». «El negocio de Puig es más resiliente que otros subsectores del lujo, y podemos prever un EBIT de unos 735 millones», lo que fundamentaría un cálculo bursátil estrictamente contable cercano a la cantidad prevista. Clarà, por su parte, es ligeramente más optimista. A su parecer, si no hay grandes sorpresas en ningún sentido, es muy posible que la compañía vuelva a las cotizaciones del pasado mayo -entre los 23 y los 24 euros- el tercer trimestre de 2025, o incluso un poco antes, durante el mes de junio. «Sería una sorpresa muy grande superar el precio de salida», apostilla.

El lastre del pasivo
Ahora bien, como en otros casos recientes, las líneas de negocio muestran una robustez que no tiene réplica en los estados fiscales. «Puig ya venía de una posición muy endeudada», recuerda Clarà. Al cierre del segundo semestre, las obligaciones de la empresa se elevaban por encima de los 1.500 millones de euros. Cabe decir que esta cifra supone una importante reducción de la ratio deuda/Ebitda, que se sitúa en el 1,7x, en línea con los objetivos marcados por la directiva. La elevada posición de endeudamiento, según el profesor, fundamenta buena parte de las decisiones de los inversores, que suelen huir de potenciales inestabilidades. «Especialmente, los compradores a quienes no les gusta el riesgo tomarán con pinzas», continúa, el título de Puig.
En este sentido, reitera la distancia en percepción y poder de decisión que aún hay entre el mundo del análisis y los usuarios finales. Si bien la banca global observa a Puig como el gran activo del lujo europeo, los inversores reiteran sus dudas. «El endeudamiento puede ser un peso fuerte», advierte el docente, en tanto que «su gran preocupación este año proviene mayoritariamente del pasivo». Con unos resultados prometedores, sin embargo, los caminos para corregir esta posición son evidentes: «mejorar aún más la rentabilidad», ya sea con el crecimiento en nuevos mercados o con una innovación de producto que genere un valor extra. La catalana, cabe decir, está especialmente bien posicionada respecto del tembloroso entramado empresarial del lujo para un 2025 positivo en términos de balance. Su estrategia de crecimiento inorgánico -fuente de buena parte de los créditos solicitados- los fundamenta frente al consumo privado directo. «Han adquirido marcas y productos muy bien posicionados, con muy buen atractivo comercial», alaba el experto. Desde enseñas de atractivo popular, como Carolina Herrera o Adolfo Domínguez, hasta propuestas dirigidas a rentas elevadas, como Jean-Paul Gaultier o Christian Louboutin, la catalana ocupa segmentos de mercado más diversos que la competencia, lo que hace prever un mejor rendimiento que otros grupos europeos de la misma industria.
Nuevas geografías
Los buenos resultados del tercer trimestre de 2024 se han fundamentado en los mercados más tradicionales de la catalana. La región EMEA mostraba un crecimiento especialmente intenso, concentrado en Europa y Oriente Medio; mientras que las Américas aceleraban el consumo de marcas de Puig más de un 8% entre julio y septiembre, «con un gran atractivo en algunos lugares de América Latina», apostilla Clarà. Los incrementos en China, el gran mercado a medio plazo para el mundo del lujo, han sido mucho más escasos, de un 1% en los últimos resultados presentados. Las compras de sus productos en el gigante asiático estuvieron lastradas por una economía débil y unos tipos de interés elevados, comenta Pinto; si bien los estímulos monetarios de las autoridades de Pekín sugirieron un repunte de cara al cierre del año. Ahora bien, este alza de un punto es todo un éxito si se compara con el rol de la competencia. Sin ir más lejos, LVMH, el holding de la familia Arnault que concentra marcas del renombre de Louis Vouitton, Christian Dior o Bulgari, perdió un 16% de sus ingresos en el país. Así, la familiar se encuentra en una posición privilegiada para irrumpir en un mercado creciente; esencial, de hecho, para su segmento industrial. «China ahora tiene una clase media, y media-alta, muy exigente, que consumirá mucho lujo en los próximos años», desarrolla Clarà, que detecta un enorme potencial para cualquier compañía que «consiga anclarse allí».