Pepe Raventós es la vigésimo primera generación de viticultores del Penedès. Se dice rápido, veintiuna generaciones, pero no es poca cosa. En un inventario familiar de 1497, los Codorniu ya elaboraban vino. El primer espumoso en esta parte del mundo también se hizo en Can Codorniu en 1870, de la mano de Josep Raventós Fatjó. “La gran visión que tuvo Raventós Fatjó fue que, en vez de hacerlo con variedades francesas, aplicó el método champenoise a la bondad del xarel·lo de nuestra tierra”, comenta con orgullo la penúltima generación.
La familia Raventós se escindió en tiempos del abuelo de Pepe, en la “época de la confusión”, como él lo llama, cuando el criterio cuantitativo, “industrial”, se impuso con furia al cualitativo. Su abuelo decidió decantarse por la segunda opción, vendió la participación de la marca Codorniu y se quedó con la tierra ancestral. Murió demasiado joven y su hijo, el padre de Pepe, se arruinó y solo se recuperó, como Raventós i Blanc, poco a poco con la ayuda de su hijo.
Pepe Raventós apela, contundente, al retorno a la tierra, al impulso de las variedades seculares, y rechaza de manera drástica el criterio “industrial”. Recupera variedades y también caballos para cultivarlas, y acepta que los campesinos del Penedès le llamen pijo, pero a la vez remarca que lo respetan porque los escucha y porque les paga mejor que nadie la uva.
Su bodega triunfa –los expertos la califican de “top”– y él proclama la necesidad de dejar para los “industriales” la denominación cava y juntar a los partidarios de “clàssic penedès” y “corpinnat” para reivindicar el arte ancestral de hacer un buen espumoso. Pepe tiene un punto de arrogancia y a la vez una luz en los ojos que cautiva a sus interlocutores. Y fuerza, mucha fuerza. El nuevo y gran vino en Cataluña se apoya en gente como él. Detrás de tanto talento ahora solo falta un liderazgo que marque estrategias conjuntas. Raventós se sienta con Món Economia en el histórico Queviures Múrria, propiedad del fundador de Parlem, Ernest Pérez Mas, en una nueva entrega de la serie de entrevistas con empresarios Parlem al Múrria.
¿Veintiuna o veintidós generaciones? ¿Cuánto pesa el peso familiar?
Veintidós con los que me siguen a mí. Eso pesa lo que tiene que pesar.
¿Y qué tiene que pesar?
El cariño. Lo que no tiene que pesar es que cada generación empieza de cero.
Pero ¿es eso así? Al final, hay un legado…
Claro que es así. Nadie nace enseñado, como dice el dicho.
Pero se puede nacer con tierras o sin ellas…
Yo lo veo como un cariño, que, si quieres, se traslada al campo con responsabilidad.
¿Qué quiere decir?
Amar la tierra, cuidarla y pasarla a los que vienen después.
¿Usted lo ha tenido fácil?
Yo lo he tenido muy fácil porque cuando empecé estábamos arruinados. Y lo poco que he hecho ha ido más o menos bien.
¿Quién arruinó la empresa?
Mi padre. La tierra… La tierra obliga y, si no se trabaja, no da. Y mi padre se dedicó a muchas cosas y no tuvo tiempo para sacar adelante el legado que le había dejado su padre, que murió con sesenta años de un ataque al corazón.
Antes hubo una pelea muy fuerte que dividió a la familia Raventós…
Eso ya es de la etapa de mi abuelo. Se puede explicar muy fácilmente. El abuelo heredó la gran finca del Penedès, que se llama Can Codorniu, y tuvo mucho éxito en la primera parte del siglo XX, porque cada vez que los alemanes entraban en Francia bloqueaban la Champaña y cuando los americanos querían hacer alguna celebración le llamaban a él. A partir de los años 60 apareció la época de la confusión. La maldita agricultura ecológica, que es la agricultura secular, se transforma en una agricultura industrial. Y los grandes productores del territorio –no diremos nombres– comienzan a hacer volumen a precios muy bajos y abusando de la tierra. Dentro de la familia Raventós hay esta discrepancia entre si había que saltar al nuevo carro del volumen o si debíamos continuar trabajando dentro de la calidad y ser una casa grande. Por eso mi abuelo, que era el heredero de la finca agrícola pero copropietario minoritario de la marca Codorniu, vendió su participación, continuó con el trabajo agrícola y más adelante proyectó la nueva bodega, que no pudo ver porque murió muy joven de un ataque al corazón.
Y entonces su padre se arruina…
Entonces a mi padre le cae encima todo el problema, porque no solo murió mi abuelo, sino que al cabo de un año también murió el hermano de mi abuelo, que era la persona que llevaba diferentes proyectos que la familia había ido creando durante los años cincuenta y sesenta. Proyectos de arroz en el Delta del Ebro, proyectos del sector del frío aquí en el Baix Llobregat, etcétera. Y entonces mi padre se dedica unos años a todo esto y no puede dedicarse a trabajar la tierra.
¿Usted ha seguido después la evolución de la otra parte de la familia?
La finca y las tierras se las quedaron mi padre y mi abuelo. Comencé a trabajar con mi padre a finales de los noventa, aunque mi vocación estaba más inclinada hacia el trabajo social. Pero mi tío Higini convenció a mi padre y le dijo: “Manel, déjate ayudar por tu hijo. He estado trabajando con él y verás que te puede echar una buena mano”.
Hablo de la otra familia, la que se escindió y se quedó con la marca.
Nos escindimos nosotros, que éramos los pequeños. Los otros, los que se quedaron con Codorniu… Sí. Hemos continuado en contacto como buenos vecinos. Desafortunadamente han vendido Codorniu a un fondo de inversión muy grande de Estados Unidos que se llama Carlyle. Con los años han ido perdiendo el alma, el espíritu, algo que ya adelantó mi abuelo a finales de los años setenta.
Esa fue la primera gran discrepancia…
Correcto. El tiempo ha dado la razón a mi abuelo.
¿Se habla con esos parientes?
Sí. Me encuentro con los que han seguido más cerca del negocio del vino y mantenemos una relación cordial. Todos amamos Codorniu, porque lo hemos vivido y lo hemos compartido. Creo que la calidad de los vinos todavía es excepcional y la marca tiene ahora una oportunidad muy buena de recuperarse. Quizás más pequeña, pero más prestigiosa.
«En el Penedès creamos cosas para poder decir: ‘Yo soy mejor que mi vecino'» | Mireia Comas
Los productores que han impulsado la denominación corpinnat no dicen eso precisamente. Más bien al contrario. Afirman que los dos grandes productores del cava –Codorniu y Freixenet– han sido los que más han contribuido a la degradación del producto.
Este es un problema muy penedesense. Creamos cosas para decir: “Yo soy mejor que mi vecino”. En todas las denominaciones de origen hay productores de volumen y hay quienes trabajan la tierra y la óptica de la calidad. Creo que estamos en un momento muy bueno. No sé si vieron el documental que emitió el 30 minutos en TV3. Con cosas que nos gustarán más o menos, pero explicó muy rápidamente el momento de revolución que vive el Penedès y la necesidad que hay de unir esfuerzos y de crear una nueva denominación de origen, con la misma intención que creó la del cava. Con los años aquello no pudo ser, pero la oportunidad todavía está ahí, porque el Penedès es un territorio privilegiado. Pensemos en la calidad, más allá del volumen.
¿Por qué el cava no ha podido ser? ¿Qué ha pasado?
Porque los grandes productores quisieron hacer un champán más económico. Se miraban en el espejo del champán, pero, como los costos de elaboración aquí –desde la viña hasta la mano de obra– eran más baratos, aquel fue un champán de segunda. Además, quisieron crecer muy rápido y contar botellas, en lugar de crear valores y pensar a largo plazo.
“Ni Clàssic Penedès ni Corpinnat son lo suficientemente ambiciosos desde el aspecto del territorio”rn
¿Por eso ustedes mismos y las bodegas que ahora están en Corpinnat se fueron?
¡Sí, estimado amigo! Nos desclasificaron en 2012. Lo habíamos pensado y habíamos trabajado con otros elaboradores desde 2010, porque veíamos que el cava ya era una marca que internacionalmente no podía remontar. Después en 2015 se creó el Clàssic Penedès y en 2018 se creó Corpinnat.
¡Qué bien! ¡Cuánta variedad! Y usted no ha acabado entrando en ningún lado…
Yo no he acabado entrando ni en clàssic ni en corpinnat porque, aunque mejoran la situación actual, para mí no son lo suficientemente ambiciosos desde el aspecto del territorio. Creo que lo que necesita nuestro territorio es una denominación de origen donde los valles, los pueblos y las viñas sean los protagonistas. Eso, que parece un poco extraño, es lo que ha hecho Borgoña, que es la zona de vino de más prestigio del mundo. No la mejor zona para hacer vinos, pero sí la que lo ha trabajado mejor desde esta óptica piramidal, si quieren. Por ejemplo, los italianos, que siempre han sido los listos de la clase, con muchos menos años, han creado Barolo y esta es una denominación que, desde mi punto de vista, rivaliza con los mejores borgoñas. ¿Cómo lo han hecho? Sencillamente, clasificando los valles, los pueblos y las viñas.
Usted es un visionario, pero nadie le hace caso…
No. Yo no soy ningún visionario. Tampoco es un tema de hacer caso o no hacer caso. Lo que pasa es que tuve la suerte de vivir en Estados Unidos desde 2010 hasta 2015 y me enseñaron Don’t hate the player, change the game. Me enseñaron a pensar en grande.
¿Y se ha quedado en un lugar pequeño pensando en grande?
El lugar es pequeño, pero pequeño es bueno.
“A mí el champán me encanta, pero nuestras condiciones son superiores”rn
Tan bueno como quiera, pero por ahora nadie le hace caso…
Es que tampoco busco que me lo hagan. Creo que el tiempo, como pasó en el caso del abuelo, nos está dando la razón. Estamos viendo, en primer lugar, que el cava no ha sido lo que podía haber sido. Segundo, que las nuevas clasificaciones que se han creado mejoran pero no son suficientes. ¿En qué sentido? En el hecho de que el Penedès tiene mejores condiciones naturales –climáticas, de suelos y de variedades– que la Champaña. Eso antes no se podía decir, porque te replicaban: “¿Quieres decir?”. A mí el champán me encanta y viajo allí cada año, tengo muchos amigos. Pero nuestras condiciones son superiores. No lo digo yo, lo dice la historia. La vitivinicultura viene del Mediterráneo. Nace en el Este y va viajando hacia el Oeste. La viña es como un olivo, como un almendro. Pertenece a nuestra tierra. Poder hacer vinos con equilibrios borgoñones, que son maduraciones de once grados y PHs de tres, con nuestra climatología es un milagro. Y eso es lo que pasa en el Penedès y en pocas otras zonas más del mundo. Trabajando el xarel·lo, trabajando el sumoll, trabajando las uvas de aquí, trabajándolas bien, respetando rendimientos bajos…
La denominación cava no ha cumplido, clàssic penedès y corpinnat se han quedado cortos y ahora ¿qué hay que hacer, entonces, para que estas grandes características del territorio se hagan evidentes?
Trabajar con viticultores y otras marcas que no pierdan el trabajo que se ha hecho con clàssic penedès y corpinnat, que –insisto– han mejorado mucho la realidad existente, para crear entre todos una denominación de origen, de la mano de la Generalitat, que pueda rivalizar con los grandes vinos del mundo. Y que si el champán vende 300 millones de botellas y tiene una salida de bodega de media de 15 euros, nosotros podamos hacer 30 o 40 de estas.
¿Y están solos con esta idea?
No. Por eso les explicaba la buena iniciativa, el resultado de este reportaje del 30 Minuts. Porque ya se ve que esta es una inquietud que cada mes que pasa es más firme.
De acuerdo, pero si decimos cava, con toda la gente que se acoge; clàssic penedès, con toda la gente que se acoge; corpinnat, con toda la gente que se acoge, y ustedes ahora dicen de hacer una cuarta, la fragmentación es excesiva.
No. Yo no digo de hacer una cuarta. El cava ya se ha quedado como el espumoso barato del Estado español, con lo cual la pérdida de identidad territorial es muy grande. Para hacer grandes vinos tienes que jugar con esta identidad territorial. Lo que queda es que clàssic penedès, corpinnat, los que hemos estado trabajando de una manera independiente, si quieren, con un matiz diferente… Al final, a todos estos nos une la principal manera de trabajar, que es desde el territorio hacer grandes vinos espumosos. Pues, nos tenemos que juntar y hacer otra denominación de origen conjunta.
¿Qué es lo que os diferencia del cava? ¿Las crianzas, las variedades, la elaboración integral?
Hay matices técnicos que diferencian clàssic penedès y corpinnat, básicamente. No soy yo quien debería responder a esta pregunta, pero yo creo que corpinnat ha creado unos requisitos de elaboración más estrictos. Pero a la vez hay que reconocer que clàssic penedès es el primero que crea una iniciativa oficial, si quieren, que apoya al territorio. A nosotros lo que nos diferencia –insisto– es que la nuestra es una visión a mucho más largo plazo, que huye de las marcas. Nos dicen: “¿Qué marcas?”. No es una cuestión de marcas. Es una cuestión de territorio. Pero al final a todos nos une lo mismo, que es hacer grandes espumosos, salir al mundo y defender las virtudes del xarel·lo, las virtudes del sumoll. Unos son más de macabeu, otros, de parellada, pero al final todas son variedades de aquí, y bien trabajadas.
«Creamos algo conjunto para los hijos y los nietos del Penedès» | Mireia Comas
¿Cuál es la pieza que no encaja, entonces, para que no den este paso?
La pieza que no encaja es que uno dice: “Yo hice esto”, otro. “Yo hice aquello otro”… “Lo que he hecho yo es mejor que lo que has hecho tú”… No. Escucha, mantenemos cada uno su sello de garantía, pero creamos algo conjunto para nuestros hijos, para nuestros nietos… ¡No! No para nuestros hijos y nuestros nietos, para los hijos y los nietos del Penedès. No para los nuestros.
Esta visión idílica de esta tierra y esta comarca no contrasta con los augurios, con las previsiones que se derivarán de la crisis climática.
Nuestras viñas son las que están más adaptadas a trabajar en estas condiciones. Paradójicamente, los que sufren más esta grave crisis son las viñas de latitudes más al Norte, que aguantan unas temperaturas desconocidas. Se les están disparando los PHs y han tenido que variar la manera de trabajar. Nuestras viñas están acostumbradas.
Si su padre se cargó esta manera de trabajar la tierra, ¿cómo la ha revivido usted?
Mi padre no se la cargó. Se la cargó la situación. Y fue él quien lo solucionó, porque vendió la casa familiar, 30 hectáreas de la finca histórica y una bodega que teníamos en Burdeos. Gracias a todo eso devolvió toda la deuda que se había generado. Ruiz Mateos entraba por la bodega como por su casa cuando estaba creando Rumasa. Mi padre logró salvarlo. Me puse a su lado y empezamos a trabajar diferente la viña, a trabajar los vinos con la idea fundacional, que no se podía aplicar porque no teníamos los recursos, crear distribución… Hablamos mucho de hacer vino, pero lo nuestro es un negocio de distribución. Estamos en Can Múrria y esta es una de las piezas más importantes del negocio. Hablamos mucho de viña, pero deberíamos hablar más de quién distribuye el vino, quién defiende las grandes botellas en el mostrador, en los estantes, en las mesas, cuál es la cultura de guardar vinos, el criterio de rigor de las añadas…
Eso este país nunca lo ha hecho bien…
Vamos para atrás. Tenemos este complejo de que todo lo que viene de fuera es mejor y no acabamos de creernos lo que hacemos aquí. Por eso el cava ha acabado como ha acabado…
De todas maneras, en cuanto al vino, la situación ha cambiado mucho. Enólogos, productores, nuevas variedades, nuevas bodegas…
¡Ha cambiado muchísimo! ¡Ostras!
Los catalanes ya beben vino catalán.
¡Sí! Aquí hay que dar crédito a los amigos del Priorat, ¡eh! Fue el primer territorio catalán que dio el cambio de chip. Y se puso en lo más alto del mundo. Después del Priorat, el Montsant, la Terra Alta, el mismo Penedès, donde hay un resurgimiento maravilloso, el Empordà, Costers del Segre, vinos fuera de la denominación de origen, nuevas plantaciones en el Montseny, recuperación de parcelas en el Berguedà, el trabajo que se hace en los Pallars… ¡Es fantástico!
“La denominación de origen Cataluña es un error”rn
Jaume Fàbregas, posiblemente el experto gastronómico más importante, se queja de que la cocina catalana ha sido incapaz de hacer el mismo recorrido que la vasca, que se presenta como tal al mundo. La cocina catalana se presenta como española. Además de las denominaciones, ¿habría que hacer un esfuerzo para proyectar nuestro vino como catalán al mundo?
Mira, la denominación de origen Cataluña es un error. El vino no es política, el vino es territorio. Cuanto más pequeño es tu paraguas, más posibilidades tienes de interpretar aquello que te hace grande. De la Terra Alta al Empordà hay muchas diferencias que se deben poner en valor.
De acuerdo. Pero también es cierto que cuando se habla de Burdeos o de Borgoña todo el mundo sabe que hablamos de vino francés… Cuando hablamos de Costers del Segre o del Empordà, ¿la gente sabe que hablamos de Cataluña?
Es que lo que importa es que sepan qué es Costers del Segre, qué es Empordà o qué es Terra Alta. Cuando fui a Estados Unidos mis amigos de allá me enseñaron que las etiquetas debían estar en catalán. Que no debían estar en inglés… Y sabían más de variedades penedesencas en recuperación que todos mis amigos de Barcelona juntos.
Pero ahora nos habla de un tipo de consumidor muy selecto…
No. Es un tipo de consumidor que trabaja un poco lo que decide amar. Ahora en Estados Unidos lo están pasando muy mal por la imagen que tenemos de ellos. No es una imagen real de todo el país. Hay muchos Estados Unidos. Y mucha gente que se lo trabaja mucho.
Con lo que dice se ve claro que nos conocen mucho mejor fuera que aquí dentro…
Sin duda. Yo creo que debemos esforzarnos por adentrarnos en el detalle del trabajo agrícola, de los productos de nuestra tierra, de las pequeñas denominaciones y apelaciones que tenemos. Hay que entender por qué las variedades se han convertido en las originales. Ya estamos viendo con estas sequías. El sumoll se está comportando sorprendentemente bien. La añada 23, de las variedades internacionales que habíamos plantado, no se recogió ni un kilo de uva, pero veías los sumolls con unas hojas y con una exuberancia preciosas. Todo esto lo necesitamos. Pero si continuamos comprando coches extranjeros y vendiendo vinos de fuera y pensando que debemos ir a Tailandia y no conocemos el Matarranya, ¡ostras! Tenemos que hacer este cambio.
Pepe Raventós, director general de Raventós i Blanc, con Ernest Pérez, presidente de Parlem Telecom | Mireia Comas
¿Es fácil vender vino en Estados Unidos?
Vender vino nunca es fácil en ningún lugar. Tampoco en Estados Unidos. Para empezar es muy caro. Porque tienes que ir hasta allá y el país está carísimo. Pero sí es verdad que Estados Unidos es en este momento el mercado de vino más grande del mundo, con zonas con mucha cultura vinícola. Nosotros pensábamos que todo era McDonald’s y zanahorias… Y, además, lo que pasa en Nueva York tiene impacto en Chicago, que tiene impacto en San Francisco, que tiene impacto en Texas y que tiene impacto en los mercados más pequeños, como Charlotte, como Oklahoma, como Carolina del Sur…
Es decir, si entras en un lugar, puedes acabar entrando en todos…
¡Exacto! Tienes posibilidades de que las inversiones que hacemos las bodegas pequeñas tengan impacto de un lugar a otro. Dicho de otra manera, lo que pasa en Barcelona tiene muy poco impacto con lo que pasa en Copenhague, con lo que pasa en Zúrich o con lo que pasa en París. Y otra cosa que para mí es más importante. Los americanos están muy contentos de que a Ernest [Pérez] le vaya bien su negocio. Y le dirán: “Qué valor tuviste al tomar el colmado Múrria y sacar adelante lo que arrancó Joan [Múrria], que es una maravilla para Barcelona. Sois unos genios. ¡Vamos, adelante! ¡Gastemos!”. Y aquí no hace falta que diga cómo somos.
¿Cuando Donald Trump habla de aranceles usted tiembla?
¡Ostras, sí! Cuando Trump habla de aranceles nosotros temblamos, porque, de cada tres botellas, nosotros vendemos una al mercado norteamericano. Dicho esto, no hemos querido entrar en su chantaje. No hemos entrado en la política de descuentos. Generalmente cuando ha pasado esto, que no es la primera vez, este arancel del 25 por ciento se ha repartido en tres partes entre el elaborador, el distribuidor y el consumidor. Esta vez hemos dicho que no. Hemos dicho: “Trump ha decidido esto, pues que todo vaya hacia el consumidor”. Porque, si tú no entras, el distribuidor tampoco lo hace. Ahora me he pasado un mes entero allí. Después de vendimiar vuelvo. Lo que hemos decidido es dedicar mucho tiempo a prestar apoyo y la gente lo agradece mucho.
“Esperamos que América sea más grande que Trump”rn
Al final, la marca también decide. Si la bodega decide hacer este aumento, el peso de la marca puede ser decisivo para que el consumidor la siga comprando…
Esperamos que América sea más grande que Trump.
¿Los aranceles han sido un punto de inflexión para que ustedes piensen más en la diversificación del mercado, para abrir nuevos?
No lo sé. Si hablamos de marcas y grandes datos, tampoco tiene mucho sentido preguntármelo a mí, porque somos una bodega muy pequeña y no somos lo suficientemente representativos. Debemos tener mucho cuidado con todos los grandes datos. Porque de repente hay un elaborador que hace una marca blanca, la introduce en Estados Unidos y eso lo cambia todo mucho. Yo sigo pensando que Estados Unidos es el gran mercado por el que debemos apostar los elaboradores catalanes. Hay una oportunidad muy grande que percibo cada vez que viajo a nivel de Estado español. La calidad de vino de todo el Estado en estos momentos es muy buena. A un precio muy bueno. Y eso sigue expresando lo que tenemos en el viejo mundo. Es esta la oportunidad que yo veo. Aprender del modelo francés, poniendo en valor nuestros fundamentos, que –insisto– son más altos que muchas zonas de Francia. No lo hemos sabido hacer bien. No hemos sabido poner en valor la viticultura, no hemos sabido crear estas denominaciones de origen piramidales, nuestras denominaciones de origen están muy politizadas, mandan los grandes productores que hacen muchas botellas… Todo esto es lo que debemos cambiar. Este es el modelo de cambio.
Usted ahora hace vino. ¿Su familia había hecho antes?
El primer inventario que tenemos en catalán antiguo, de 1497, ya indica que elaborábamos vino, que estábamos haciendo aceite, que teníamos cereales, animales, etcétera.
Digo posteriormente, después de centrarse en la elaboración de espumosos… Porque no creo que en el siglo XV hicieran espumosos…
El primer espumoso –gracias por la pregunta– se hizo en nuestra casa en 1870, de la mano de Josep Raventós Fatjó. La gran visión que tuvo Raventós Fatjó fue que, en vez de hacerlo con variedades francesas, aplicó el método champenoise a la bondad del xarel·lo en nuestra tierra. Esto dio origen al xarel·lo-macabeu-parellada de su hijo Manuel Raventós Domènec, posteriormente al champán catalán como industria y al cava.
Eso quería decir. Desde el momento en que triunfa esta opción, Codorniu se especializó en espumosos. Y ya no recuperaron la tradición de hacer vinos tranquilos…
La tradición de hacer vinos tranquilos la recuperé yo por necesidad. Mi padre comenzó a hacerlos en Burdeos, en los años 80, pero después cuando las cosas nos fueron mal vendieron aquella bodega y trajimos el pequeño conocimiento que habíamos desarrollado allí durante diez añadas aquí al Penedès. Cuando estábamos tan necesitados íbamos a un restaurante les llevábamos una caja de cava, otra de vino blanco y una de vino tinto. A partir de ahí volvimos a desarrollar la vinificación de tranquilos.
Nos ha traído una botella de sumoll y durante toda la entrevista ha hablado de las mil y una virtudes…
Creo que el sumoll es la gran uva del Penedès. Es muy difícil de trabajar en el campo, pero gracias a algunos viticultores del que yo llamo el Triángulo de la Resistencia –que está entre Masllorenç, Rodonyà y Montferri, aunque también se han mantenido algunas parcelas en Sant Pau d’Ordal, en la zona del Bages, sobre todo– ha resistido. Prácticamente había desaparecido. Es una uva que hace unos vinos muy elegantes, muy sabrosos, con una gran capacidad de envejecimiento y típicos de nuestra tierra. Yo estoy entusiasmado.
Después de tantas vueltas y revueltas familiares ¿qué error no volverá a cometer usted?
He cometido muchos. La buena noticia es que me estoy retirando un poco, de la parte de la gestión. Me dedico a la parte técnica, que me encanta. Así, me equivocaré menos y el equipo que hay lo hará de maravilla.
“Este es uno de los grandes interrogantes: ¿quién trabajará el campo en el futuro?”rn
¿Cuántos son ahora en Raventós i Blanc?
Entre viña y bodega, y las dos fincas, Can Sumoll y Raventós i Blanc, somos casi cincuenta personas. Por suerte la viña… Este es uno de los grandes interrogantes: ¿Quién trabajará el campo en el futuro? Nosotros trabajamos con una familia de Andalucía. En poda vienen unas ocho personas a la casa de Sant Sadurní, en trabajos en verde vienen una quincena y en vendimia, veinte.
En esta recuperación de la viticultura arraigada al territorio, de la reivindicación de una manera de trabajar “de toda la vida”, ¿en qué punto se sitúan ahora exactamente?
En la recuperación del organismo granja, de la agricultura tradicional que hemos trabajado en nuestra tierra durante tantas generaciones. Queremos pasar página de la manera más rápida posible de la época de la agricultura industrial. Sueño con dos fincas trabajadas a caballo. Eso lo había visto mi padre. Parece que hablamos de hace quinientos años… No, no. Solo de hace cincuenta años. En nuestra casa se trabajaba con ocho caballos. Quizás sí que tendremos que tener un tractor eléctrico para ayudar si tienes un año de sequía como el 23, que los caballos no podían trabajar. Toda esta recuperación de los ritmos de antes, de la biosinergia, como la llamamos nosotros, entre animal, planta y hombre, la potencia del lugar, hablar de campo y no de paisaje –esto es de Pere Jaume, y me encanta–… El paisaje es un invento de la gente de ciudad que quiere salir a verlo como ellos creen que deben verlo… Esta potencia agrícola, de la cosa pequeña, del ritmo lento, de las estaciones, de todo lo que te dan… Todo esto es un poco lo que nos mueve… La biodinámica, un concepto que ahora se ha puesto tan de moda, pero va mucho más allá de todo esto.
“Los campesinos de toda la vida me llaman pijo, pero están muy contentos porque este pijo los escucha, aprende de ellos y les paga el precio más alto por kilo de uva”rn
¿Y los campesinos de toda la vida no pueden decirle a usted que es un pijo?
Lo dicen, pero están muy contentos porque este pijo, que se pasa la vida recorriendo el mundo, trabaja en equipo, los escucha, aprende de ellos, y estamos pagando el kilo más alto por uva de calidad eco con xarel·lo y las variedades tradicionales tanto en el Penedès nord-oriental para espumoso como en el Baix Penedès para hacer vinos tranquilos. Nosotros, desde nuestro pequeñísimo ejemplo, luchamos por esto y es esto lo que nos mueve. Si realmente el Penedès tiene la calidad que creemos que tiene, se debe comenzar retribuyendo el esfuerzo de los campesinos que trabajan esta tierra.
Que la persona que está al principio de la cadena tenga la retribución que le corresponde ha sido una de las luchas que más ha costado históricamente…
Esta ha sido la gran lacra de la época de la confusión. Cobrar treinta céntimos por kilo de uva con mucha politización del sector y en manos de las cooperativas.
¿Qué quiere decir cuando dice politización?
Pues, que detrás de la excusa de que “yo creo puestos de trabajo o soy un motor industrial del territorio” se hacía la vista gorda a prácticas que incluso eran ilegales.
¿Y a eso le llama politización?
Hombre, claro, porque el gobierno está para decir: “Mire, si eso no se puede hacer porque la denominación de origen no lo puede hacer, usted no lo puede hacer”.
Eso más bien es despolitización, ausencia de intervención…
Yo sé de muy pocas cosas y, de política, menos, pero, si no se hacen las cosas que tocan, creo que el gobierno es el responsable.
«El futuro del mundo del vino no pasa por hacer vinos sin alcohol» | Mireia Comas
Siempre. Se puede beber café sin cafeína. ¿Se puede beber vino sin alcohol?
Se puede hacer lo que se quiera hacer, pero, desde mi punto de vista, el futuro del mundo del vino no pasa por hacer vinos sin alcohol. Pasa por acercarnos más a la esencia de los lugares, por disfrutar más de los vinos que reflejan el territorio, por pasar más ratos abriendo botellas en la mesa como hemos hecho toda la vida.
¿Y si la persona que debe disfrutarlo no puede o no quiere asumir el costo del alcohol?
Es que este debate no me interesa en absoluto. Por lo tanto, mis respuestas no tendrán ningún sentido para la gente que las pueda leer. Yo sé muy poco de todo, pero, de esto, todavía sé menos.
Dicho de otra manera, ¿ustedes harán vino sin alcohol?
No. En absoluto.
Hablamos de vino, de cultura tradicional mediterránea, incluso de religión. Dios Nuestro Señor en la última cena transformó el vino en su sangre… ¿Entre todos no hemos frivolizado excesivamente el consumo? ¿No estamos favoreciendo la adicción, el alcoholismo, apelando solo a los aspectos más positivos?
Esta pregunta, no me la han hecho nunca. Creo que todas las prácticas pueden tener comportamientos adictivos. Culpabilizar al vino de la adicción al alcohol no me parecería justo. Es más, no solo para el mundo del vino, sino también para la humanización de la sociedad, porque lo que pasa alrededor de la mesa es muy importante.
“Nuestros hijos, cuanto antes prueben el vino y más abiertamente lo hagan y de una manera más relajada y argumentada, mejor”rn
¿Y le parece normal que unos padres que tengan unos hijos con doce o trece años ya les den a probar una copa de vino o de cava?
¡Claro! Y cuanto antes lo hagan y más abiertamente lo hagan y de una manera más relajada y argumentada, mejor. El problema es esconderlo. Nuestra manera mediterránea de consumir vino, en general de consumir alcohol, se diferencia mucho de la cultura anglosajona, que es más cerrada. Lo han vivido de una manera muy reprimida. Después cuando beben, beben hasta morir. Nosotros lo hemos hecho desde pequeños, alrededor de la mesa, y hombre, algún día te has pasado, pero en general es más bien al contrario, ¿no?
Nuestras borracheras son menos bestias que las de los ingleses…