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La pyme industrial catalana se refuerza para revertir el «déficit de inversiones»

La cuestión de la productividad está en el meollo de la economía catalana desde la recuperación de la crisis causada por la pandemia. Actores sociales y administraciones buscan un modelo productivo que escape de la terciarización que ha arrastrado a la baja capacidad de generar valor añadido del país – con demasiado turismo y demasiados servicios, y con un retroceso del PIB industrial flagrante durante las últimas décadas-. En medio de una clara crisis sectorial europea, con las potencias tradicionales atascadas – es el caso alemán – y los índices de compras a la baja mes a mes, el país parece sobrevivir, si bien pierde el impulso que lo había caracterizado en los últimos meses. Según el estudio trimestral de coyuntura económica de la Cámara de Comercio de Barcelona, «la marcha del negocio se ha moderado respecto al 2023» en el sector secundario catalán, con una desaceleración intensa del ritmo fabril. A juicio del jefe del gabinete de estudios de la corporación, Joan Ramon Rovira, el remedio contra este agravio continental que comienza a sufrir Cataluña es claro: es necesario cubrir el «importante déficit de inversiones de calidad» que sufren fábricas y líneas de ensamblaje.

En un país de pequeñas y medianas empresas como el catalán, la inversión en la industria es un problema profundo. Los recursos que se deben dedicar a las mejoras productivas necesarias para sostener el valor añadido bruto – el efecto sobre el PIB – son muy elevados, dado el alto precio de los avances, a menudo tecnológicos, que requieren este tipo de negocios. Es cierto, sin embargo, que están cada vez más disponibles, incluso dentro de las mismas empresas. Tal como apunta el mismo Rovira, desde la crisis financiera de 2008 – un momento en que muchas pymes del país se encontraron con un endeudamiento elevado y escasos recursos propios – el tejido productivo ha dedicado «buena parte de sus ganancias a saldar la deuda».

Ahora, celebra el economista, «ya han hecho los deberes»; tal como demuestra también el último anuario de la pyme catalana elaborado por la patronal Pimec. Según las cifras incluidas en el documento, los recursos propios ocupaban el año 2022 – último curso con datos definitivos de balances en el país – cerca del 54% de la estructura financiera de las compañías, un retorno al crecimiento después de años turbulentos debido a la Covid y las tensiones geopolíticas. «En los últimos años, la situación financiera de las pymes en cuanto a su endeudamiento ha bajado mucho», explica a Món Economia Moisès Bonal, responsable de estudios y políticas sectoriales de la patronal. Es decir, las empresas no tienen que dedicar tanto dinero a ordenar su pasivo y, con un fundamento de capital más sólido, tienen más líquido disponible para invertir donde es necesario hacerlo.

¿Hay capital?

La buena salud interna de la pyme industrial del país, sin embargo, no es el único factor que marca su capacidad para financiar mejoras internas – si bien consta entre los más relevantes –. A pesar de haber resuelto las manchas en sus balances, alerta Rovira, «la autofinanciación tiene limitaciones claras»: las inversiones necesarias son tan importantes que se hace imposible cubrirlas solo con los recursos propios. Así, la búsqueda de financiación externa se convierte en esencial; algo especialmente problemático con los tipos de interés por las nubes. Así, durante unos años de relativa bonanza, las empresas del país – capaces, ahora, de endeudarse sin pasar especiales apuros – no han encontrado la oportunidad para acceder a préstamos o participaciones exteriores en condiciones competitivas. El 2025 muestra un panorama diferente, tal como recuerda Bonal: el representante patronal celebra la «dinámica bajista» en la que ha entrado el BCE recientemente, hecho que facilita enormemente que los pequeños empresarios den el paso de abrirse al mercado para fundamentar sus mejoras productivas. Ahora, con el nuevo «margen de maniobra» que han ganado, los vientos soplan de cola – mucho más, al menos, de como lo han hecho recientemente –.

Imatge de la fàbrica de Reig Jofre / EP
Imagen de la fábrica de Reig Jofre / EP

Caro o barato, el crédito debe estar disponible para que las empresas accedan a él; y a menudo, tal como lamenta el jefe de estudios de la Cámara, el camino para llegar a los recursos no está abierto. No lo está para el capital privado, pero tampoco, a menudo, para el público: el gran impulso europeo para adaptar el modelo productivo continental a las exigencias del mundo multipolar queda, a juicio de Rovira, lejos del alcance de la pyme. «Tengo dudas de que los Fondos Next Generation hayan representado un salto adelante para las pymes –reflexiona el experto–; los proyectos están demasiado calibrados para beneficiarios de gran dimensión». Fuera del rol de la administración, en el mercado catalán se dan dos factores bien capaces de detener el flujo de recursos hacia las pequeñas y medianas empresas industriales: una clara falta de capital en comparación con otros mercados de la UE y unos empresarios «culturalmente» muy reacios a abrir el negocio a participación externa. «La empresa familiar catalana quiere tener el control; y eso tiene ventajas, pero también límites para el crecimiento», razona Rovira; defendiendo modelos de ampliaciones de capital en los que se «mantenga la propiedad» y la estructura propia. «Se necesitan movimientos que permitan ganar en calidad; porque si te quedas muy pequeño y no te abres, difícilmente crecerás», apremia el economista.

Las dudas de la buena inversión

Incluso una vez conseguido el capital, aseguran las fuentes del mercado consultadas, sacar adelante las inversiones necesarias para ejecutar una mejora productiva en el tejido industrial del país genera intensas dudas entre las direcciones. «Los empresarios – declara Bonal – deben ser muy cuidadosos con las inversiones que hacen, porque deben tener un propósito claro». Deben estar, añade, bien imbricadas con la hoja de ruta de la empresa; y deben ser precisas, dado que su elevado costo no permite segundas oportunidades. «Las mejoras en la industria tienen costos muy altos, entonces no puedes fallar», sentencia el representante patronal. Además, los gastos asociados con el capital industrial van mucho más allá de la etiqueta de la maquinaria o el software que se adquiera. La compañía debe añadir activos, es cierto; pero también trabajadores que los usen y, a medio plazo, los maximicen. «Sin financiación difícilmente innovarás – expone Rovira –, pero tampoco lo harás sin formación».

De esta manera, acometer avances productivos como los que la Cámara considera necesarios para mantener la buena salud del tejido en el país implica saltar una serie de obstáculos – especialmente altos para las pymes – que van más allá de la disponibilidad de dinero. «Si tú compras muchas máquinas nuevas, o usas la IA, debes tener una fuerza de trabajo capaz de usarlas», alerta Bonal. Y los caminos para llegar ahí se reducen a dos: o una compleja – y costosa – capacitación interna o la captación de un talento escaso y exigente. Rovira toma el guante, y extiende la capacitación también a las ramas más altas del organigrama empresarial. «No solo hay que formar la fuerza de trabajo; también a los directivos»; ante la necesidad de una gestión y dirección empresarial que tenga en cuenta las capacidades y limitaciones de su estructura. Así, calendario y factura se alargan sin detenerse: «Son dos gastos para hacer la misma cosa, para que la misma cosa llegue a buen puerto», espeta el jefe de estudios y políticas sectoriales de Pimec.

La fàbrica d'MMM Group, a Molins de Rei
La fábrica de MMM Group, en Molins de Rei

Las pausas de la administración

Las dudas a la hora de implementar inversiones ya tendrían una importante capacidad de enfriarla en un ambiente de favorecimiento de la actividad de la pequeña empresa por parte del legislador. Más aún, apunta Rovira, bajo un sistema regulador como el catalán – y el español – que imponen «límites de toda índole» a las pymes, especialmente las industriales, para crecer. El rango de obstáculos es amplio: desde la fiscalidad hasta los trámites para iniciar nuevas actividades, llegar al punto en que una inversión genere rendimientos puede convertirse en una odisea. «La tramitación administrativa se demora bastante, y eso es un elemento que resta», critica Bonal – saber que un proyecto puede permanecer detenido meses, si no años, puede retrasar o incluso borrar del mapa hasta las apuestas más ambiciosas –. Así, una «agilización en la concesión de licencias» quitaría un gran tapón a la tubería de las inversiones productivas. «Hay que regular las cosas – añade Rovira – pero las regulaciones deben ser ágiles y eficientes».

La estructura impositiva que pesa sobre la pyme, por su parte, ataca también la viabilidad de estas inversiones. En este ámbito, cabe decir, se ha registrado recientemente una relevante victoria: la pasada semana, fruto de un acuerdo entre el gobierno español y el grupo parlamentario de Junts per Catalunya, se aprobó una reducción del impuesto de sociedades sobre las pequeñas y medianas empresas; un hecho que «ayudará a hacer más competitivas, viables y productivas» las firmas del país. Bonal, y también la patronal que representa, insisten también en facilitar el acceso a deducciones fiscales en procesos de I+D; unos beneficios muy fáciles de conseguir para las grandes compañías, pero que a menudo quedan fuera del alcance de las pequeñas. «Cuesta demostrar a Hacienda que una iniciativa es innovadora», lamenta el experto. En un sentido similar, Rovira reclama distinguir en cuanto a la carga fiscal las ganancias que se reparten entre la propiedad – en forma, por ejemplo, de dividendos – y aquellas que se reinvierten en la compañía. «El beneficio reinvertido debería tener un tratamiento fiscal que ahora no tiene», argumenta el economista; uno que incentive el capital a mejorar en lugar de enriquecerse.

Un «caldo de cultivo favorable»

Con todo, y a pesar de los claros huecos a cubrir, tanto Rovira como Bonal se muestran optimistas respecto a las condiciones de crecimiento y mejora productiva de la pyme industrial catalana. «Hay un caldo de cultivo favorable; hace cinco años no estábamos donde estamos», celebra el representante de la Cámara. Con una estructura de deuda saludable, unos tipos de interés a la baja y una capacidad productiva que resiste mejor que la del entorno, la mesa está puesta. Y las cifras, para el jefe de estudios de Pimec, demuestran que «la curva va en este sentido». Un indicador claro para el economista es la capacidad exportadora de las empresas con este perfil: en tendencia claramente alcista, la presencia en los mercados internacionales «indica que somos competitivos a escala mundial». «La pyme industrial exportadora va muy bien, todos los ratios son mejores que en la que no lo hace. Pero solo se puede competir invirtiendo», sentencia.

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