Las pequeñas y medianas empresas del país dieron en 2023 un ligero paso atrás en su capacidad productiva. Según revela el último anuario de la pyme catalana de la patronal Pimec, elaborado con datos a dos años vista, la productividad total de los factores en el tejido empresarial del Principado cayó un 0,7%. El retroceso rompe la tendencia positiva encadenada en los primeros años de salida de la pandemia: el mismo estudio presentado el curso pasado, correspondiente a 2022, revelaba un aumento de esta magnitud cercano al 5%, en plena promoción de los fondos europeos. Cataluña, en este sentido, se mueve en dirección contraria a su entorno, como alerta Oriol Amat, catedrático de economía de la UPF y presidente del Observatorio de la Pyme, «Estados Unidos está creciendo mucho en productividad; y el entorno europeo también, pero a un menor ritmo«. Las pequeñas empresas catalanas, por tanto, son el patito feo de la UE en términos de valor añadido.
La disminución de la productividad está oculta, como constata el mismo informe, detrás de una buena salud en términos de balance. De media, las pequeñas y medianas empresas del país aumentaron un 6% en facturación en 2023; y un 16% en beneficios, gracias a la mejor situación financiera, que reduce sustancialmente los costes del retorno de la deuda. La expansión del negocio, sin embargo, tiene un componente más cuantitativo que cualitativo. «Crecemos en sudor, pero no en valor», alerta el presidente de Pimec, Antoni Cañete. Es decir, la nueva actividad económica surge de aumentos en personal, pero no en el valor añadido que aporta cada trabajador. De hecho, el VAB que aportaba cada trabajador el año estudiado también cayó, aún más intensamente que la productividad total de los factores en el conjunto de la economía. Se situó en 77.407 euros, un 2,2% menos que en 2022, cuando se elevó por encima de los 79.000 euros. El gran causante de esta brecha, sin embargo, no es la pyme, sino la gran empresa: mientras que las firmas de entre 1 y 249 trabajadores perdieron ese 0,7% mencionado, las de más de 250 se dejaron cerca de un 6%, unos 6.000 euros por empleado menos que el curso previo.
Según el análisis de Amat, la causa de esta distensión es sectorial: las inversiones, la nueva contratación y la creación de empresas en Cataluña se concentran en ámbitos de la economía que aportan poco valor; mientras que retrocede en aquellos más valiosos. Según el Anuario, el empleo aumentó un 2,6% en el ámbito de los servicios, con especial protagonismo de la hostelería (+4,2%) y el transporte (3,1%). Al otro lado de la tabla, la industria gana solo un 0,8% de nuevos trabajadores, y se concentran en la energía (+3,7%) y la química (+2,9%). La tendencia es aún más acusada en la creación de negocios: mientras que los servicios mostraron un crecimiento de empresas del 0,7%, el sector secundario perdió un 1,5% de su base productiva. «En la industria sube el valor añadido por ocupado, pero hay menos nuevos ocupados; y los servicios crean empleo que genera pocos ingresos», lamenta.

¿A dónde va la inversión?
Según los representantes patronales, el capital catalán opta por los servicios para evitar las «barreras» que supone la industria. Los umbrales inversores para «montar una fábrica», en palabras de Amat, son muy elevados, y exigen tener un capital que no está al alcance de la mayoría de emprendedores del Principado. «Cuando cierra una empresa turística, al cabo de dos meses ha abierto otra. Si cierra una fábrica, ya no ves una nueva», equipara el experto. Por otro lado, Cañete reprocha a la administración la falta de «políticas industriales activas» que incentiven la inversión productiva. Entre otras cuestiones, el presidente de la patronal, que también lidera la Plataforma Multisectorial contra la Morosidad, identifica los plazos de pago de las grandes compañías hacia las pymes como uno de los peligros que quieren evitar los empresarios. «Si cobramos a 400 días, es imposible crear industria», espeta. A esto añade una «fiscalidad poco competitiva», que también bloquea mucha de la iniciativa privada que podría llegar al sector secundario.
La «resiliencia» de las pymes
A pesar del paso atrás en términos de valor añadido, el anuario de Pimec demuestra que la salud económica y financiera de las pequeñas empresas del país sigue aguantando -y, de hecho, mejorando-, como ya lo hace desde la salida de la pandemia. Las pymes catalanas elevaron sustancialmente su ratio de activos propios sobre endeudamiento, hasta el 56% del balance; y acentuaron hasta el 7,7% la rentabilidad económica y financiera. Sobre esta realidad, tanto Cañete como Amat ven margen para que el sector privado vuelva a acelerar la inversión productiva, y recuperar el tiempo perdido en la reactivación del VAB. De hecho, durante el período estudiado, los negocios del país mejoraron sus apuestas financieras en cerca de un 6%; y tienen suficiente oxígeno para arriesgarse aún más. «Deuda prudente, mejores inversiones, mejores ventas y mejor productividad», celebra el catedrático; cuatro factores que contrapesan la morosidad y la pérdida de productividad.