La batalla abierta por el BBVA el pasado mes de abril para integrar bajo su estructura al Banco Sabadell ha pasado por diversas fases. En un primer momento, el conjunto del mundo financiero entendía que la diferencia en tamaño y capital de las dos entidades facilitaría el camino para los oferentes, quienes tendrían un acceso fácil a la compra de uno de sus principales competidores. El presidente vasco, Carlos Torres, esperaba un proceso corto y rápido, resuelto en fase 1, y unas condiciones favorables similares a las que modularon la integración de Bankia en CaixaBank. El proceso, sin embargo, se ha hecho mucho más largo, con un estudio de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia que se ha alargado cerca de un año y la oposición de prácticamente todo el mundo patronal y sindical, así como de las diversas administraciones implicadas. Los meses de espera han dado un vuelco al valor de la oferta del Banco de Bilbao: el canje que puso Torres sobre la mesa ofrecía un valor sustancial a los inversores sabadellenses la pasada primavera, pero once meses después este valor se ha desplomado. De hecho, los accionistas vallesanos, en caso de acceder a la OPA hoy en día, perderían 950 millones de euros en valor agregado.
Según han trasladado a Món Economia varios accionistas minoritarios del banco catalán, y ha confirmado la misma entidad en un comunicado en las últimas horas, la prima de la operación es, por ahora, negativa en un 6,9%. Es decir, la oferta del BBVA infravalora al Sabadell en cerca de siete puntos porcentuales; un agujero que, calculado sobre los 13.814 millones de capitalización total de la entidad que registra la bolsa española, ascendería hasta poco más de 953 millones de euros. Además, el paso de las semanas que aún quedan para resolver la operación podría dejar a los vizcaínos en una posición aún peor. El valor comparado de las acciones continuará avanzando, y fuentes del mercado apuntan a este medio que «no hay indicaciones de que se deba revertir la tendencia». Es decir, que el Sabadell continuaría avanzando a un ritmo ligeramente mejor al de BBVA, dejando aún más atrás el canje ofrecido hace un año.

Los datos del BME, de hecho, confirman esta apreciación. El último mes ha propinado una importante sacudida a las cotizaciones bancarias. El mercado considera que el sector financiero será el más afectado por los estragos de la guerra arancelaria iniciada por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Así, el conjunto de las entidades del Ibex -así como las de la mayoría de selectivos europeos- están en números rojos desde el fatídico Día de la Liberación. El hundimiento de BBVA en este período, sin embargo, ha sido mucho más intenso que el del Sabadell. Durante abril, la compañía vasca ha perdido un 5,6% de su valor, unos 70 céntimos por acción, y cerró la sesión del pasado miércoles en torno a los 12,06 céntimos por título. Las acciones catalanas, por su parte, habrían perdido en las mismas semanas un 2,5% de su cotización, hasta los 2,56 euros por unidad.
La prima negativa que «siempre sería positiva»
La caída a niveles negativos, que se consumó a finales del pasado mes de enero, no entraba en los planes de Torres. Aunque el banco vasco defendía que una caída en el margen es normal en cualquier proceso de adquisición, Torres sostenía que este siempre se mantendría por encima de cero. De hecho, alertaba que, sin la OPA, las acciones catalanas se exponían a una caída sustancial -una tesis que el CEO del Sabadell, César González-Bueno, ha negado en varias ocasiones ante los medios-. Según los cálculos de los accionistas minoritarios, la prima cayó rápidamente: en un primer momento, la plusvalía rozaba el 30%, pero la ventaja en la valoración duró seis meses. Los cambios en la oferta para incluir los dividendos -que han dejado el precio propuesto en 5,3456 acciones del Sabadell por una acción de BBVA y 70 céntimos- ralentizaron el proceso, pero los números rojos contra el BBVA se hacen cada vez más elevados. El próximo jueves, el Sabadell presenta sus resultados trimestrales, con buenas expectativas de los analistas financieros por la nueva actividad de crédito y una menor presión fiscal. La reacción de la bolsa a este balance puede ser clave para el devenir de la OPA.