La irrupción de la IA china DeepSeek ha abierto de par en par el mercado tecnológico occidental. La confianza infinita que los inversores otorgaban a las iniciativas de inteligencia artificial tiene una fuga en forma de modelo lingüístico del principal competidor global. Ante la amenaza que supone no solo esta palanca, sino el conjunto del impulso de Pekín en un ámbito antes dominado con mano de hierro por Washington, las principales empresas del sector han abierto la puerta a dejar de lado la competencia para evitar que el rival transpacífico se coma toda la industria. La primera en hacerlo ha sido la gran ganadora de la burbuja tecnológica de los últimos años, el fabricante de chips gráficos NVidia. La multinacional dirigida por el taiwanés Jensen Huang, en la batalla por permanecer como la más valiosa del planeta, busca acelerar su entorno tecnológico para «mejorar la comunicación entre los chips» necesarios para el despliegue de la inteligencia artificial.
Así lo ha anunciado Huang en una visita, precisamente, a Taipéi, donde esta semana se celebra el congreso Computex AI. La tecnológica con sede en Santa Clara ha anunciado una nueva tecnología para «conectar los chips» que permitirá «construir poderosos sistemas de IA personalizados». La herramienta, llamada NVLink Fusion, no solo estará disponible para los clientes de NVidia, sino también para otros fabricantes de microcomputación, con el objetivo de establecer un ecosistema que permita competir contra las empresas chinas. De hecho, en su ponencia, el consejero delegado ha abordado el principal problema que el capital detecta en las grandes inversiones en IA: su difícil salto a la experiencia de usuario, un logro que los competidores asiáticos ya han alcanzado.
El objetivo de la oferta de NVLink al resto de fabricantes, ha declarado, es «dar el salto de construir grandes modelos de inteligencia artificial a activar aplicaciones que se fundamenten en ellos». Y no es, de hecho, el único movimiento de NVidia para favorecer al resto de fabricantes y desarrolladores: también lanzarán un mercado digital para que las empresas puedan compartir su potencia de computación y contribuir en el desarrollo de modelos de IA de terceros. «Activamos el ecosistema para que crezca y se desarrolle», ha razonado el vicepresidente de computación en la nube de la empresa, Alexis Bjorlin. Gran parte de esta iniciativa, además, se llevará a cabo desde Taiwán, con un nuevo campus en Taipéi que sirve para robar cuota de poder a las firmas chinas en su país vecino.

Una relación tensa con la tecnología china
El encargo de NVidia para independizar a las empresas estadounidenses del desarrollo chino se ha vuelto especialmente relevante. La Casa Blanca, según informan varios medios locales, está cada vez más incómoda con las alianzas que las grandes tecnológicas del país tienen que buscar al otro lado del Pacífico. Según ha informado el New York Times, la administración que dirige Donald Trump está «preocupada» por los pactos entre Apple y Alibaba para integrar en los dispositivos de la firma de Cupertino la IA del gigante chino del comercio electrónico. Las autoridades de Washington temen que el acercamiento entre las dos compañías «ayudará a las empresas chinas a mejorar sus capacidades de IA«, con un nuevo lago de datos de los usuarios estadounidenses.
El rechazo trumpista a cualquier vínculo con la tecnología china ha tenido su reflejo en el sector privado. En la misma línea que la Casa Blanca, el presidente de Microsoft, Brad Smith, anunció la pasada semana que los trabajadores de la multinacional tendrían prohibido el uso de DeepSeek para cualquier tarea interna. Según el directivo, las respuestas de la IA china podrían estar infectadas con «propaganda» del gobierno de Xi Jinping. Como otros miembros del selecto club de los 7 Magníficos, así, los de Mountain View envían al Despacho Oval señales de amistad en su guerra comercial, aún lejos de haberse resuelto a pesar de la nueva tregua con Pekín.
Pekín se reivindica
En paralelo, los gigantes pequineses buscan su propia cadena de valor del microchip. El cofundador de Xiaomi, Lei Jun, presentará esta misma semana el primer procesador de fabricación local de la marca china el próximo jueves, el XRing O1. La movilización de capital que el fabricante de teléfonos móviles tiene prevista para abordar esta necesidad es gigantesca: según informaba la agencia estadounidense Bloomberg, la empresa invertirá 7.000 millones de euros en la próxima década para «cumplir sus ambiciones en el mundo de los procesadores móviles». Esta nueva apuesta se añade a los cerca de 3.000 millones que ya han dedicado a la primera prueba piloto, que comenzaron a explorar en el año 2021. A pesar de que el aparato saldrá de las fábricas de TSMC en Taiwán, el diseño completo es propiedad única de Xiaomi.

Fuera del estricto ámbito de la telefonía móvil, Xiaomi también se prepara para ir al cuerpo a cuerpo con el resto de los gigantes tecnológicos de EE.UU. Ya durante la primera administración Trump, la empresa de Jun circunvaló el prólogo a la guerra arancelaria diversificando su producción, con inversiones importantes en el sector de la movilidad -dominan, entre otras cuestiones, el mercado de los patinetes eléctricos-. A finales de 2023, la compañía completaba la rama de transportes, y presentaba en sociedad el Xiaomi SU7, su primer vehículo eléctrico. A pesar de que la penetración en el mercado fuera de su país de origen aún no es profunda, su equipo de desarrollo ya tiene preparado su segundo modelo, el Xiaomi YU7, que aspira a competir directamente con Tesla por los mercados occidentales. El turismo se mueve en torno a los 60.000 euros, mientras que aún no se conocen las cifras del SUV, que será revelado el próximo jueves.
Respuestas desiguales
El capital estadounidense no sabe aún cómo posicionarse respecto a esta nueva fase de competencia con China. El rendimiento de las principales empresas tecnológicas de EE.UU. responde estrictamente a las expectativas de sus modelos de IA. Solo dos acumulan una primera mitad del año en verde: Microsoft, que ha entusiasmado a los accionistas con la promesa de invertir 80.000 millones solo en esta rama en 2025, ha escalado un 8,5% desde enero, y sitúa sus acciones en unos inalcanzables 459 dólares. Por su parte, Meta, que tiene en el horno un modelo automatizado propio que habría obligado a la compañía a elevar el capex hasta los 72.000 millones, escala un 6,5% en los últimos cinco meses. El resto del pequeño selecto presenta un rojo profundo, con Apple y Tesla como protagonistas. La primera, arrastrada por el mal comportamiento de sus teléfonos en el mercado asiático, se desespera por integrar servicios chinos en la oferta al consumidor y pierde un 12% de su valor. La segunda, anclada por la militancia ultra de su CEO Elon Musk, lucha contra cada vez más competidores en su ecosistema en Shenzhen, y se deja cerca de 14 puntos. La guerra comercial de Trump, pues, tiene diversos frentes; y el de la alta tecnología se está revelando como el más sangrante.