Los efectos secundarios del crecimiento de las aplicaciones basadas en inteligencia artificial en los últimos años son más que conocidos: las zonas donde las grandes tecnológicas eligen construir los centros de datos gigantescos imprescindibles para el entrenamiento y la inferencia de los modelos han visto cómo consumen agua por encima de la escala industrial, y cómo la demanda energética se dispara, elevando hasta niveles inauditos el precio de los suministros. Incluso, habitantes de algunas regiones alrededor de naves de computación han comenzado a desarrollar tumores malignos especialmente difíciles de tratar, como descubrió una reciente investigación de la revista Rolling Stone, que exploró el caso de una población del estado de Oregón donde operaba un centro de datos de Amazon desde el año 2011, que acumulaba hasta 70 casos de cánceres raros entre sus habitantes. Las autoridades del condado de Morrow revelaron que el agua de la región estaba contaminada por niveles nocivos de nitratos debido a la actividad de la instalación. Por debajo de la amenaza a la vida humana, en 2026 los consumidores comenzarán a encontrar un nuevo daño colateral de la obsesión por los modelos masivos de lenguaje: los teléfonos móviles y los ordenadores que llegan a las estanterías de las tiendas y grandes superficies serán mucho más caros. Y la explicación es sencilla: las piezas que deberían servir para montar los productos de electrónica de consumo están redirigiéndose todas a poner parches en las macroinversiones de la IA, según detalla un reciente informe de la consultora tecnológica IDC Global.
Según los expertos de IDC, ya a finales de 2025 se comienza a experimentar «una falta de chips de memoria sin precedentes» que podría desgarrar el sector de la tecnología doméstica durante todo el año próximo y «hasta bien entrado 2027». No es un fenómeno nuevo: en 2021, con los estragos de la pandemia aún muy vivos, muchas industrias notaron cómo les era imposible acceder a chips de memoria. Fue el caso del sector del automóvil, con múltiples fábricas cerradas porque, simplemente, no podían terminar de montar la parte computarizada de los vehículos -fue el caso de la fábrica de Seat en Martorell, que acostumbró a los trabajadores a las paradas parciales de la producción hasta finales de 2022-. Entonces, sin embargo, no había un choque de oferta, ni tampoco de demanda: el problema era de transporte. Los fabricantes eran capaces de atender los pedidos, pero buena parte del comercio por mar permanecía cortado o excesivamente caro y, por tanto, no había manera de hacerlos llegar a destino. Ahora, afirma la consultora, «el mercado de memoria se encuentra en un punto de inflexión sin precedentes, con la demanda superando materialmente la oferta». El culpable: «la rápida expansión de la infraestructura para la IA y las tareas que se asocian», que fuerza a las empresas proveedoras, como Nvidia o AMD, a «redirigir su capacidad productiva lejos de la electrónica de consumo y hacia los aparatos de alta capacidad» que utilizan la misma Amazon, Microsoft u OpenAI.
De hecho, algunos actores ya han comenzado a anunciar abiertamente que dejarán atrás a los compradores finales y optarán por centrar sus líneas productivas hacia los centros de datos. Es el caso de la líder del mercado, Nvidia, históricamente la gran proveedora de tarjetas gráficas y memorias RAM para los ordenadores domésticos, con un gran protagonismo en los aparatos dedicados a los videojuegos. La multinacional que dirige Jensen Huang, la más valiosa del planeta, anunció la pasada semana que recortaría su producción de hardware destinado al gaming en un 30%, lo que forzará necesariamente a subidas de precios aún inciertas en un mercado que ya se había encarecido sustancialmente en los últimos años. Como indica IDC, el precio de las memorias RAM y gráficas genera entre el 10 y el 25% de los costos asociados a fabricar un ordenador o un teléfono inteligente, según la marca, el fabricante y la calidad del aparato. Por tanto, el encarecimiento puede ser sustancial si las empresas de IA continúan acaparando la producción.

Teléfonos un 8% más caros
Según la consultora, el efecto de los precios de los teléfonos móviles puede ser sustancial. En un escenario optimista, las marcas móviles podrán fabricar un 3% menos de productos, a un precio significativamente más elevado; mientras que en el peor de los casos contemplados por el estudio, la contracción del mercado será superior al 5%. En el primero, el precio retail de los teléfonos inteligentes subiría entre un 3 y un 5%; mientras que el segundo espera un encarecimiento de alrededor del 8%. Sin embargo, se trata de un cálculo medio, y los estragos dependerán del estado de cada una de las empresas afectadas.
Los expertos de IDC dividen el sector en dos grupos: los vendedores de alta gama y los que operan con márgenes más cortos. Los primeros, como Apple o Samsung, tienen capacidad financiera y operativa para proveerse de piezas a largo plazo -a uno o dos años vista-. Por tanto, ya tienen en almacén las memorias que necesitarán en los próximos dos cursos. Ahora bien, su movimiento será técnico: si hasta ahora los smartphones de ambas compañías seguían una escalada técnica constante, con subidas casi anuales de la memoria de los dispositivos, la RAM de los nuevos iPhone o Galaxy se quedará estancada, con aparatos de alta gama frenados en los 12GB, en lugar de escalar hasta los 16 esperados. Por otro lado, las marcas más limitadas, como las chinas -Xiaomi, Huawei, Oppo…-, suelen trabajar con márgenes más bajos, y cualquier aumento de costos será «obligatoriamente trasladado a los clientes finales». En 2026, así, se puede esperar que los fabricantes de teléfonos móviles «eleven significativamente los precios, recorten las características de los aparatos, o incluso hagan ambas cosas».

Ordenadores disparados
La salud del mercado de las computadoras personales será, según el informe de IDC, mucho más precaria. «Si el sector del teléfono está bajo presión, el de PCs se prepara para un terremoto», alertan. La amenaza de la IA llega en un mal momento en el ciclo de vida de los fabricantes: la era Windows 10/11, con el cambio de capítulo de la gran creadora de software operativo para ordenadores, habría demandado una gran producción de piezas de memoria para hacer la transición a un nuevo OS. Una gran producción que no estará a su alcance por culpa de los centros de datos. En este sentido, especialmente de cara al segundo semestre de 2026, vendedores de todas las escalas -desde Lenovo hasta HP, y sus derivadas de alta gama- han alertado a los vendedores finales que tendrán que revisar los contratos de aprovisionamiento a largo plazo, en tanto que pronostican subidas de precio de entre un 15 y un 20% que, según la mayoría de analistas, se trasladarán al precio que tendrán que pagar los consumidores por ellos. En este escenario, los recortes productivos serían mucho más intensos que en el caso de los teléfonos móviles, con caídas de la producción próximas al 9% si se cumplen los peores augurios.
La conclusión de Francisco Jeronimo, vicepresidente de datos y análisis de la consultora, es poco halagüeña para los compradores -tanto usuarios finales como empresas que tengan que renovar su parque digital-. La subida de precios causada por la IA «hace esperar el fin de la era de la memoria barata y abundante», que había facilitado el acceso de compañías y privados a nuevos dispositivos con relativa asiduidad. «2026 está tomando la forma de un año de encarecimiento sustancial de la tecnología, provocado por límites al aprovisionamiento mucho más que por aumentos de la demanda», apostilla. La gravedad de la situación dependerá de la velocidad con que el mercado sea capaz de adaptarse a esta nueva realidad, si bien el signo de los tiempos es contrario a los consumidores: la decisión de Nvidia de abandonar a su público histórico hace entender que las grandes tecnológicas preferirán optimizar el retorno de sus inversiones desmesuradas que atender las necesidades de la sociedad digital. Las consecuencias son aún un misterio.

