El 2024 tendrá páginas propias en los libros de historia de Grifols. La multinacional catalana de hemoderivados, que comenzó el año «mejorando las expectativas» del mercado y con una cotización que se movía entre los 14 y los 16 euros por acción, entró, desde la crisis provocada por el ataque bajista de Gotham City Research, en una montaña rusa operativa, de negocio y bursátil que la ha mantenido en el ojo público y bajo vigilancia de las administraciones españolas y estadounidenses. Tras el informe de la firma de Daniel Yu, la salida de la familia fundadora de posiciones ejecutivas, una OPA de exclusión –por ahora– fallida y una remodelación del consejo de administración que, a ojos de los accionistas, aún está por completar, la empresa inicia el 2025 con perspectivas razonablemente optimistas dada su situación. La colocación de 1.300 millones de euros en bonos sénior y crédito revolving le ha dado suficiente aire para sobrevivir, al menos, dos años más; y para recuperar, a base de balances, la confianza de los mercados que comienza, paso a paso, a reaparecer de la mano de las agencias de rating. Fuentes del mercado cercanas al capital de Grifols apuntan, pues, que el 2024 ha sido un «punto de inflexión» financiero, contable y de gobernanza. «Ahora se buscará volver al crecimiento y a los márgenes, reducir el endeudamiento y profesionalizar la dirección«, razonan las mismas voces.
La cotización de la catalana está lejos de los valles a los que cayó tras el informe de Gotham, pero también se mantiene a una distancia que parece insalvable de las resistencias por arriba que permitirían dejarla fuera de peligro. Este mismo jueves, Grifols cierra en unos 9,24 euros la acción, una subida diaria mínima, de poco más de cuatro décimas, tras jornadas implacables para una bolsa europea –y española, en especial– ignorada por una inversión que cada vez más gira la mirada hacia los Estados Unidos. El consenso de los analistas, no obstante, sigue ofreciendo buenas perspectivas a largo plazo: el precio objetivo promedio de la quincena de firmas que observan Grifols es de 16,67 euros, con máximos que llegan a los 27 euros. Ambas magnitudes han dado un ligero paso atrás, aunque la mayoría de ojos del mercado aún recomiendan o bien comprar, o bien acumular. Voces del accionariado leen la situación en la misma clave, y aseguran que la situación económica de la empresa, especialmente tras el refinanciamiento, permitiría una «cotización fuerte» bajo una narrativa más favorable. «Si el ataque de Gotham no se hubiera producido, Grifols podría estar cotizando a niveles de 23 o 24 euros», aseguran las mismas fuentes.
La confianza inversora, que sigue siendo el principal obstáculo de la catalana para recuperar la cotización previa al pasado enero, busca una serie de hitos para confirmar el retorno a la normalidad. El primer tratado de paz se ha firmado con las agencias de rating: los principales observadores de los bonos y la deuda de las cotizadas globales han confirmado o mejorado sus lecturas de Grifols en las últimas semanas, con Moody’s como gran protagonista. Cabe recordar que el pasado mes de julio la firma estadounidense abandonó el análisis de la multinacional de hemoderivados, lamentando la «insuficiente información» que aportaban a los reguladores. Ahora ha vuelto, con una valoración similar –B3– y destacando la recuperación de la rentabilidad y la liquidez, gracias a la aceleración de su modelo de negocio y la cobertura de los vencimientos de deuda a corto plazo. S&P, por su parte, la ha mejorado hasta el rango de B+, con previsiones halagüeñas para los resultados de 2024 y el primer trimestre del 25 por la solidez del mercado del plasma. A la espera del capital markets day, los inversores hacen una lectura similar, recordando que las expectativas de Ebitda para el curso entrante se elevan hasta los 2.000 millones de euros.

Ahora bien, el consenso de las agencias aún sitúa a Grifols en un rango bajo, el de una inversión especulativa con elevados riesgos –el B3 de Moody’s está cuatro niveles por debajo de los recomendables para invertir, mientras que el B+ de S&P permanece a cuatro posiciones del esperado, lo mismo que ha anticipado Fitch–. El principal agujero en el relato de la catalana es aún la generación de caja: si los resultados del 24 y los primeros balances del 25 son positivos, pero no consiguen un flujo de liquidez suficientemente relevante, el miedo de los mercados volvería a anclar la cotización a la baja. Permanecen en la memoria aún los malos augurios que llevaron los ratings de la catalana a dar un importante paso atrás durante el primer trimestre de este año. Bajo esta amenaza, las mismas voces inversoras recomiendan una «estrategia de comunicación fuerte». «Si un trimestre no se genera caja por pagos puntuales, la dirección debe enviar un mensaje lo suficientemente fuerte, que pueda sostenerse hasta que se genere en el trimestre siguiente», recomiendan.
Brookfield, todavía en el campo de juego
Buena parte de las resistencias que la acción de Grifols fue incapaz de romper incluso durante los buenos momentos bursátiles del otoño venían dadas, a juicio de los inversores, por la OPA de exclusión de Brookfield sobre la catalana. El fondo canadiense, con las ofertas extraoficiales primero, oficiales después que movía por medios y mercados, ponía un tope claro a lo que los inversores estaban dispuestos a pagar por un título de la multinacional, dado que nadie se movería a precios superiores a los que finalmente servirían para ejecutar su salida de la bolsa. Un globo sonda demasiado ambicioso, a 10,5 euros la acción, sirvió para romper el proceso, y Brookfield dio un paso atrás. La puerta, sin embargo, permanece abierta: tal como informó a mediados de diciembre la agencia estadounidense Bloomberg, la colocación de deuda de 1.300 millones mantiene una provisión para que el mismo comprador pueda «refinanciar el acuerdo pronto» en caso de que sea necesario. Así, en un proceso de seis meses, la deuda generada por la compañía de hemoderivados puede ser reclamada al 104% de su valor más intereses, pero solo por Brookfield o un grupo inversor liderado por esta.

«Es normal que se introduzcan puntos así en los acuerdos de refinanciamiento, pero no lo es tanto que se concedan solo a un actor», comentan fuentes del mercado, que aseguran que los carriles para la oferta pública de adquisición permanecen más que operativos. Este mismo fin de semana, de hecho, se cumple un año de la compra de acciones de Grifols por parte de Raimon Grifols Roura a un precio de 15,41 euros por título. Así, cualquier comprador a gran escala que optase por la catalana en los 12 meses posteriores debería adherirse, como mínimo, a esta valoración. Una vez eliminada la barrera, las mismas voces contemplan que «Brookfield vuelva a intentarlo a principios de enero», en esta ocasión con una propuesta más suculenta para los accionistas, que ronde los 13 euros, una prima del 30% sobre los precios actuales. Sin embargo, las aguas permanecen bravas, y los fondos «activistas» que han entrado en Grifols en los últimos meses mantienen sus trincheras contra la exclusión. Solo hay que recordar la agresiva carta de Mason Capital, que ostenta el 2,1% de los títulos nivel A, y que defendía que, bien gobernada, la catalana puede generar valor por encima de las cotizaciones actuales.
Nuevo gobierno corporativo
Estas firmas, cabe recordar, han ganado posiciones recientemente en la gobernanza de la empresa. «Los Grifols solo ostentan tres o cuatro asientos de los 11 que componen el consejo de administración», apuntan desde el capital; y una de las nuevas incorporaciones, cabe recordar, es especialmente crítica. Se trata de Paul Herendeen, nombrado a propuesta, precisamente, de Mason y Flat Footed. A esto se debe añadir la salida de la familia fundadora de las posiciones ejecutivas, llevada a cabo a finales del 23, que se completa con el paso atrás del presidente Thomas Glanzmann, que pasa a ser no ejecutivo a partir de enero en favor del ahora CEO Nacho Abia. Los fondos, no obstante, buscan otra cabeza: la de Tomás Dagá, abogado de Osborne Clarke, el bufete que históricamente ha servido de apoyo legal a Grifols, y muy cercano a la antigua dirección. El letrado se mantiene al día en la información sobre la compañía, especialmente a raíz de su irrupción en el juicio contra Gotham que está llevando adelante la Audiencia Nacional, en el cual ha solicitado personarse como perjudicado. «Se debe cortar todo de raíz, comenzar de cero», apuntan fuentes cercanas a estos, que recuerdan las más de dos décadas que Dagá acumula en el consejo. «Su figura fue muy positiva en la internacionalización de la empresa, pero ahora hay muchos ojos que la miran; se debe pasar a otra cosa», concluyen.