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Ester Cardús (Llopart): “El primer documento de un Llopart cultivando viñas es de 1385”

Ester Cardús Llopart es una mujer joven, de veintinueve años, aunque ella reconoce que aparenta “muchos menos”. Tiene la fuerza de esta juventud, pero representa a la vez la sexta generación familiar que produce vino espumoso y la vigésimo séptima que cuida de las viñas en la casa madre de Subirats. Soporta, con alegría en el gesto y precisión en las palabras, una historia fuerte detrás y una manera de elaborar los productos de la cual se siente orgullosa. Tan orgullosa, que reivindica mantenerla como estandarte y considera que las innovaciones deben ser las justas y previniendo siempre hacia dónde irán los gustos del mercado. Cuando Ester habla de sus abuelos se le iluminan los ojos y no se cansa de contar las anécdotas que hicieron de la familia Llopart un modelo de convivencia y de trabajo en común. La primera generación de la que se tiene noticia fundó la empresa familiar en 1385. La tercera, contra el dicho popular, en el siglo XV no la barrió. La vigésimo séptima la mantiene con más fuerza aún.

¡Usted es muy joven!

Es verdad que normalmente la gente piensa que soy mucho más joven. Tengo veintinueve años y aparento muchos menos. Ahora hace dos que me incorporé a la empresa familiar.

¿Después de hacer qué estudios?

Estudié Derecho y Administración y Dirección de Empresas. Trabajé después fuera, en una empresa que era una consultoría, de asesoramiento tributario empresarial. Estuve allí tres años y medio. El último, además, estudié a la vez un posgrado de gestión de empresa vitivinícola, para comenzar a familiarizarme un poco en todo el mundo y el sector del vino. Después, di el salto a la empresa familiar.

¿Porque a usted le interesaba este mundo o se incorpora a Llopart por tradición familiar, por sentirse de alguna manera obligada?

No. Yo siempre he sentido que mi lugar era estar en la empresa familiar.

¿Esto lo sentía de esta manera?

Sí. En mi familia no hay ninguna obligación de seguir con nuestra empresa. Mi hermana, por ejemplo, la mayor de los diez primos que somos, no trabaja allí. Está con mi madre, que es la única de los cinco hermanos que decidió trabajar fuera, en el mundo de la farmacia. No es algo impuesto. Es algo que tú sientes. Y si tú lo sientes y eres válido, pues… Yo tenía un poco la formación y la experiencia de trabajar fuera, pero siempre con la idea de incorporarme a la empresa familiar.

¿Cuántas generaciones le han precedido?

La historia de la familia arraigada a la misma finca es larga. Tenemos documentos de los Llopart desde 1385. Esto significa veintisiete generaciones cultivando viña en la misma finca madre que aún hoy trabajamos. Elaborando vinos espumosos, desde 1887. Por lo tanto, seis generaciones. Yo soy la incorporación que representa esta sexta generación.

Dice espumosos. Ustedes empezaron haciendo champán; después, por obligación legal, prescindieron de aquella denominación y lo llamaron cava. Ahora ya no lo hacen. Ahora hacen Corpinnat. ¿Por qué este cambio?

La idea principal que justifica el cambio era identificar un territorio con los vinos. Hace poco recuperé una entrevista con mi abuelo en la que explicaba que el mejor vino se hace en la viña. Quiere decir que el vino debe expresar, esa viña. Debe expresar este terruño, este territorio, esta climatología, estas variedades. La idea era focalizarlo en la identidad del Penedés y hacerlo de la mejor manera.

La denominación cava, que no es de origen, ¿se ha pervertido con el tiempo? ¿Ya no les servía?

Al final, sí, hay cabida para todo, pienso. No es algo que sea mejor ni peor, sino que es una manera de pensar o una filosofía en la que te sientes más o menos identificado.

Entonces, ustedes se decantaron por identificar más la tierra con su vino…

Y para lograr que fuera un referente en el mundo de las burbujas, especializado en la calidad. La idea era revalorizar el vino espumoso.

¿Y eso la denominación Corpinnat lo está logrando?

Creo que va por buen camino. Al final es un trabajo lento, poco a poco, ir trabajando, dar a conocer qué significa y qué es Corpinnat, compartir sus valores. Las bodegas que lo producimos, que lo reivindicamos, vamos creciendo. Cada vez incorporamos más. Esto es muy positivo y quiere decir que estamos haciendo bien el trabajo…

Parece difícil. La gente sigue llamándolo cava, también para referirse a sus espumosos. Conozco a muy poca gente que pida un Corpinnat…

Empieza a suceder. Hay gente que nos dice: “He oído hablar de Corpinnat. Quiero probarlo. A ver qué es esto”. Y eso significa que vamos por buen camino. Como marca colectiva poco a poco estamos haciendo un trabajo que da sus frutos.

Pero a Llopart se les deben acercar, sobre todo, por esas seis generaciones que tienen detrás.

También, sí. La historia pesa. La tradición, también. El trabajo, sobre todo de los abuelos, ha llevado a que hoy en día te pidan un Llopart. Al final, nosotros tenemos una suerte, porque el sector es muy de marca. Hemos construido una marca con perseverancia, constancia, consolidándola poco a poco.

¿Esa tradición familiar, esa imagen que ha costado tanto, no le pesa a usted? ¿No se siente, de alguna manera, presionada por la responsabilidad?

A veces sí que lo pienso. Me pesa, pero no como una mochila, de decir: “Ostras, esto es una carga”, sino como algo que te motiva, como una responsabilidad positiva. Seguir aquel legado, cuidarlo y mantenerlo. Poderlo pasar a generaciones futuras igual o mejor.

¿Y usted qué puede aportar?

Me pesa mucho esta herencia, la honestidad, la sencillez, la cultura del esfuerzo, por ejemplo. Los valores que nos han transmitido los abuelos, gracias a la coexistencia de aquella generación con la de mis padres y la nuestra, se deben mantener. Eso es el punto más importante. Mantener todos aquellos valores, ir adaptándote al mercado, pero sin perder toda la historia y toda la tradición que hay detrás.

¿Y qué es lo que quiere cambiar usted? ¿En qué quiere evolucionar?

Al final en el mundo de los espumosos las decisiones no se toman de hoy para mañana. Te las tienes que pensar a muchos años vista. Tienes que anticiparte, entonces, a las necesidades del mercado. Yo no he venido con una idea fija, superclara, de cosas que quiero cambiar. No quiero organizar el nuevo camino. Las cosas se han hecho muy bien. Me gusta mucho la filosofía que hay dentro de la empresa, la manera de tratar y cuidar la viña. No he venido con ideas claras de modernizar o de cambiar las cosas. Quiero ir adaptándonos a las necesidades del mercado. Modificando aspectos, sí, pero en pequeña escala.

«Empieza a suceder. Hay gente que nos dice: He oído hablar del Corpinnat y quiero probarlo» / Xavi Hurtado

¿No hay conflicto generacional, entonces?

No. Creo que no. A ver, Llopart es una empresa familiar. Al final, trabajas con la familia y hay mucha confianza. Creo que el hecho de trabajar con la familia y para la familia también te ayuda incluso a fortalecer la relación.

Ustedes son una excepción. Seguro que ha oído alguna vez aquello que caracteriza a la empresa familiar catalana: la primera generación la crea, la segunda la hace crecer y la consolida y la tercera la vende o la deshace. Ahora mismo pienso también en las disputas familiares que ha habido en las dos primeras marcas de espumosos del Penedés… Ustedes parecen un oasis de paz…

No. [Sonríe]. Tampoco es eso. Pero sí que es verdad que hemos tenido suerte y que en la familia hasta ahora no hemos tenido problemas. También ahora estamos comenzando con la incorporación de esta sexta generación… conmigo. Poco a poco vamos tejiendo lo que será construir este puente de generación a generación. Es evidente que trabajar con la familia te da mucha confianza. A veces, es cierto que, si das alguna opinión, tal vez te lo llevas al ámbito personal, cuesta más separar a la empresa de la familia, pero hay que tener las cosas claras. Al final, somos una empresa familiar, pero a la vez somos una familia empresaria. Tenemos que preparar bien esta sucesión, también.

¿Nunca han pensado capitalizar la empresa, para hacerla crecer, vendiendo una parte?

No. Eso es algo que nos aporta mucho valor como empresa familiar. Al final, el cien por ciento de la propiedad sigue en manos de la misma familia. Y que dure, sí, sí. Ojalá sigamos todos bien avenidos. Creo que sí, que hay muy buena relación y que hasta ahora vamos bien.

Nuevas generaciones y nuevas tendencias. Ustedes hacen vino ecológico. ¿Cómo se impuso esta nueva tendencia y qué les aportó?

El ecológico… El abuelo decía que al final el vino es un producto que tú te tomas y que no es una prenda de ropa. Es algo que te metes dentro de tu cuerpo y que debe ser puro, honrado, honesto. Tanto como se pueda ser. Desde la fruta hasta el vino. Por lo tanto, cuanto menos cosas debas añadirle, menos maquillaje -digámoslo así-, más puro y más sano será. Además, está toda la cuestión de la sostenibilidad, del medio ambiente. Esta filosofía nos ha acompañado desde el principio. Cuidar el medio.

No es una tendencia, una moda, de ahora, ni una adecuación a las normativas comunitarias…

No. Al final siempre hemos tenido en cuenta la cuestión de la sostenibilidad. Entre el año 94 y el 96, por ejemplo, todos los pequeños elaboradores estábamos situados en el centro de Sant Sadurní. Entonces, nuestros abuelos pensaron trasladarnos donde tenemos las viñas. Construiremos la cava donde está el centro de vinificación, porque al final es una manera de aproximarse al territorio, la uva llega entera y con la mejor calidad posible usas menos el tractor… Te integras al máximo al territorio para crear el mínimo impacto posible.

Todo el espumoso, todo el Corpinnat que hacen es con uva de las mismas viñas?

No todo. Nosotros tenemos 102 hectáreas de viña. Eso es mucha viña. Además, está el bosque. Somos 400 hectáreas más, que debemos mantener, con una biodiversidad que debemos proteger. Compramos la uva que necesitamos en función de los años. En los últimos años con la sequía la producción ha bajado mucho. Por lo tanto, las necesidades han aumentado un poco más. Pero, si lo hacemos y compramos a otros, siempre intentamos que sea de proximidad. A viticultores que sabes cómo tratan la viña, como si fueran una extensión nuestra.

«El hecho de trabajar con la familia y para la familia incluso fortalece esta relación» / Xavi Hurtado

Ha hablado mucho de su abuelo, ha hecho referencia a su abuelo… ¿Desde cuándo las mujeres en su familia se han incorporado a la empresa? ¿A usted le ha resultado difícil o al final ha sido algo natural?

Te diría que desde siempre. Tengo la suerte de que en casa, aunque es un sector que es un poco más masculinizado, pero en casa no lo he vivido así, porque desde la abuela ya formaban un equipo. Él y ella. La abuela llevaba más la gestión y la administración, la contabilidad, y el abuelo quizás era la cara más visible, pero también los valores que él nos transmitió son que formaban un equipo. Piensen que hay gente que nos recuerda que repartía tarjetas suyas y de la abuela. Para darle valor. Él decía: “Estamos aquí porque somos un equipo, porque hemos llegado juntos”. Cuando recogieron la Cruz de Sant Jordi fueron cogidos del brazo porque mi abuelo quería poner en valor todo el trabajo que había hecho su mujer. Transmitieron esos valores a la siguiente generación. Mis tías y mi madre siempre han estado en igualdad de condiciones con mis tíos. Esto para nosotros es algo totalmente normal: ver una mujer que tiene responsabilidades…

Entiendo que dentro, sí. ¿Y fuera?

Desde fuera es verdad que es un sector más masculinizado. Pero creo que cada vez hay más mujeres al frente. O más mujeres emprendedoras y con ganas de decir: “¡Ostras! ¡Aquí estamos!”. A veces es un poco, no triste, pero sí de decir: “¡Ostras! ¿Por qué hay que indicar cuando se hace algo que ‘es de mujeres’ o ‘hecho para mujeres’?” Cuando empecemos a normalizar todo esto, será un gran paso para este sector, por haber conseguido esta igualdad.

¿Cómo vinculan el enoturismo al proyecto familiar?

Siempre hemos creído mucho en ello. Los abuelos en aquel momento siempre abrían las puertas para visitar la bodega. Ahora creo que hemos llegado a un momento en que estamos muy consolidados y tenemos un turismo de mucha calidad. Estamos logrando contactar con agencias o con el tipo de público que se interesa realmente por el mundo del vino, que quiere conocerlo más. Sobre todo, les gusta la historia que hay detrás. Poder abrir las puertas de la masía del siglo XIV de la familia, enseñarles la bodega antigua… Todo eso…

Pero ¿eso son ingresos reales, más recursos, o es solo marketing?

Ingresos, no. Bueno, son ingresos, pero sin beneficio. Al final, sí, es una manera de dar a conocer y promocionar tu marca. Más que de obtener beneficios. Porque al final todo eso también tiene un coste de gestión de personal, en el acompañamiento de la visita, del producto. No lo hacemos por dinero, sino que es una comunicación. Queremos transmitir lo que somos. Siempre decimos que la persona que entra en la bodega cuando sale es un embajador más de la marca, porque cuando conectas con nuestra historia, con lo que hay detrás, es mucho más fácil después que alguien diga: “Sí, ponme un Llopart, porque recuerdo el día que fui…”.

¿Viene gente de fuera de Cataluña o de España que venga a la bodega?

Nos llega bastante gente de Europa o de Estados Unidos que vienen a visitarnos. Realmente, son muy interesantes. Es gente que al final tiene un poder adquisitivo. Se pueden interesar más las largas crianzas… Sí, es beneficioso. Estamos abiertos a dar a conocer Llopart.

Justo ayer miraba los datos del Idescat y los espumosos son el único tipo de vino catalán que bajan en volumen -todos bajan en cantidad-, pero siguen siendo altos en valor. Por eso le pregunto si los extranjeros, además de interesarse por la historia de la cava, acaban comprando también los productos.

También. Pero nuestro mercado se focaliza mucho en Cataluña.

¿En qué porcentaje?

Vendemos el 65 por ciento de nuestros vinos en Cataluña. El 15 por ciento, en el resto de España. El resto es exportación. No queremos que haya un volumen excesivo de exportación, sino que se mantenga de manera regular. Creemos que esta es la exportación más sana. También queremos que sea más cualitativa. Hacemos el seguimiento de adónde va a parar el vino que vendemos. Puedes hacer un control. Vas a ese país y visitas al cliente…

¿Vender espumoso en España es complicado? Cada vez que ha habido un pico de tensión nacional o política con el resto del Estado el producto que más se ha resentido -porque es el más fácil de señalar- ha sido el cava. ¿Esa animosidad perdura?

Es verdad que hay momentos políticos en los que se nota un poco más o menos esta confrontación, pero nosotros tenemos la suerte de que trabajamos con distribuidores de cada zona de España y que mantenemos una buena relación. Siempre estamos abiertos a intentar introducir cada vez más la marca. Sí que es verdad que al final hablamos de un Corpinnat con la idea de identificarse con un territorio, pero no le ponemos un color. Venimos de unas viñas y yo te estoy transmitiendo las viñas. Dejémonos estar tal vez de temas políticos. Hablemos del vino y hablemos de qué hay detrás de este vino.

«No hacemos enoturismo por dinero, sino para establecer una comunicación» / Xavi Hurtado

Eso es complicado. Si tú vas a un restaurante allá cuando llegas al lugar de la carta donde están los espumosos la división territorial es bien evidente. Los “cavas” catalanes han ido retrocediendo en espacio a favor de los que provienen de otros puntos.

Depende de las zonas y depende del momento. A veces te encuentras con algunos lugares donde oyes algunos comentarios, es cierto. Pero cuando te explicas, suelen estar abiertos a escucharte y entienden que tú vendes un vino no un pensamiento político. Ahora, es cierto que a veces te encuentras en situaciones un poco incómodas, por decirlo así.

¿Y no quisieran crecer mucho más?

No. Creo que la idea siempre debe estar, pero el crecimiento debe ser como el que hemos hecho hasta ahora. Tienes que marcarte unos objetivos, tienes que seguir un rumbo, pero nuestra idea no es crecer mucho más. Lo que queremos es consolidarnos y continuar manteniendo esta calidad, que no queremos dar nunca por supuesta. Evidentemente, siempre que se abre un cliente nuevo o que abres mercados en países nuevos esto te hace ilusión. Es mejor crecer que no crecer, pero siempre de unos ciertos límites. Tampoco nuestra capacidad productiva nos permitiría hacer ahora millones y millones de botellas. Y tampoco es eso lo que buscamos.

Ustedes hacen vinos tranquilos: blanco, rosado y una etiqueta de vino tinto… No todos los productores de espumosos entran en estos ámbitos…

De tinto, dejamos de hacer hace algunos años. Ahora hacemos de rosado y de blanco.

¿Por qué? ¿Cómo fue eso?

Yo aún no estaba. Tal vez porque la gente nos conocía por los espumosos y quería buscar algo igual de fresco y el tinto…

No funcionó.

No funcionaba tanto. El abuelo siempre se arrepintió de haber tomado esa decisión: “Yo quería seguir, pero….”. Al final, aquello no daba los frutos que se buscaban y, por el contrario, daba mucho trabajo. Tienes que cambiar los filtros, tu manera de elaborar. Hacerlo por un solo vino… Entonces decidieron que no.

El rosado y el blanco conviven bien con el Corpinnat…

Sí, porque son vinos más frescos. El Carmí, el rosado, también permite, por ejemplo, estos juegos de los enólogos de ir descubriendo nuevas maneras con la jarra de cerámica. Les permite ir innovando un poco dentro de lo que podemos hacer.

¿Cuáles son las joyas de la corona Llopart?

El Leopardi, no hace falta decirlo, es la insignia de la casa. Leopardi es el apellido de la familia Llopart y tiene una historia detrás. Haciendo unas obras de restauración en la masía familiar encontramos unos documentos antiguos, once pergaminos, detrás de una pared tapiada. Uno de estos documentos estaba fechado en 1385 y hacía referencia a un tal Bernardus Leopardi, que sería el primer antepasado de la familia del cual tenemos documentación, que cedía la masía de la familia junto con parte de la finca, con olivos, trigo y cereales, a su hermano. Por lo tanto, podemos decir que desde 1385 estamos aquí. Este Bernardus Leopardi fue el origen de nuestro vino espumoso Leopardi, que se llamó así en su honor. Hace 41 años que está en el mercado, es un producto consolidado y de mucha calidad. Es muy elegante, tiene una burbuja extremadamente delicada, representa muy bien esta manera de elaborar nuestra, de hacer largas crianzas pero de mantener a la vez un punto de frescura, que no sean vinos pesados, sino que sean amables y delicados.

La otra insignia del legado familiar es un vino espumoso de trece años de crianza, que sacamos a finales de 2021 como homenaje a los abuelos, a los padres de la quinta generación, que eran mis abuelos. Mi abuelo quiso apostar por hacer un monovarietal -el único monovarietal que tenemos en los espumosos-, un xarel·lo, procedente de una viña de unos noventa años. Quería hacerlo una larga larga crianza. Más larga de todas las que había hecho. Iban probando y decían: “Ostras, no, continuemos un tiempo más, todavía no”. Un tiempo más, un tiempo más, y cuando ya decidieron que era el momento de sacarlos al mercado, mi abuelo murió. No vio, entonces, nunca salir al mercado este producto que había estado cuidando durante trece años. Decidimos cambiarle el nombre y lo llamamos Legado familiar, un poco para rendir homenaje a los abuelos, a todo el trabajo, a todo el legado que nos han dejado y que nosotros debemos continuar.

¿Guardan botellas de cada añada?

La política de ir guardando botellas no nos ha acompañado toda la vida. Antes las guardábamos de manera más esporádica. Ahora sí que lo hacemos de manera más sistemática. Guardamos 307 de cada añada que van saliendo de Leopardi, Ex vite, Original y Legado Familiar. Tenemos una enoteca familiar, que reinauguramos en noviembre del año pasado, para estructurarla bien, con un espacio específico para el Legado Familiar. Allí sí que guardamos botellas de cada añada para ir viendo cómo evolucionan. Las vamos sacando en pequeñas colecciones en formato enoteca para hacer catas verticales. Solemos sacarlas de dos en dos. Destapamos dos añadas familiares el mismo día para hacer una cata estrictamente vertical.

¿Le gusta el Corpinnat a usted?

A mí, sí. [Ríe]. Sí. ¿Cómo debería decir que no?

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