La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, pasó el 2025 insistiendo en que las decisiones que se tomen en Washington no deben servir de guía para las que salgan de Fráncfort. Ya desde finales del año pasado, con el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses confirmado y la promesa de una guerra comercial en el horizonte, la Reserva Federal tiró de la palanca de freno en el ciclo de bajadas de tipos de interés, y se ha mantenido en la trinchera desde entonces. Diametralmente opuesto ha sido el plan del regulador europeo, que ya ha encadenado ocho rebajas de tipos de interés consecutivas hasta establecerse en el 2% actual. Ante la estabilidad de la bolsa de precios, los gobernadores decidieron experimentar el pasado mes de julio, y congelar los recortes para probar la resiliencia del mercado. Aun así, la mayoría del sector financiero lo veía como una parada temporal y, de hecho, aspiraba a hasta dos rebajas más del precio del crédito antes de acabar el 2024. Ahora, pocas horas antes del anuncio de Lagarde, el sentimiento del mercado se ha girado: los principales capitales del continente miran el peligro de Washington, con una guerra abierta entre instituciones, y tienen claro que los tipos de interés en la UE se mantendrán «más altos durante más tiempo».
Las primeras alertas, como revelan las últimas dos actas de las reuniones de política monetaria del consejo de gobierno del Banco Central, han venido desde dentro. Desde el inicio del verano, los banqueros más conservadores del continente -el presidente del Bundesbank alemán, Joachim Nagle; o el del Banco de Austria, Robert Holzmann– han advertido que sería necesario volver a una política monetaria restrictiva. Los reguladores del centro y el norte de Europa aceptaron de buen grado las inyecciones de adrenalina que supusieron las bajadas de tipos para sus economías, mayoritariamente dañadas. En el momento en que los motores industriales de la Unión han visto la luz al final del túnel, sin embargo, la flexibilización monetaria vuelve a ser un estorbo. El PMI industrial alemán ha vuelto a terreno positivo este pasado mes de julio, después de más de tres años de caídas bajo el lastre de la covid y de los problemas estructurales del país.
De hecho, la primera voz dentro del mismo BCE en reclamar una parada de los tipos ha sido alemana. La economista del equipo de Lagarde, Isabel Schnabel, ha llamado a «mantener los tipos intactos» ante la nueva realidad económica. El contexto macro, cabe decir, les da la razón: además de las desavenencias tradicionales entre bloques dentro del consejo, las actas de las últimas reuniones también recogen una constatación de que la guerra comercial del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no ha sido tan insidiosa para las economías de los 27 como se esperaba. Con la excepción de Francia, atacada por una inestabilidad institucional sin precedentes en la V República, las grandes economías del continente muestran tasas de desempleo bajas -dentro de sus estándares- y una actividad económica creciente. Con esta velocidad empresarial, Schnabel aseguraba en una reciente entrevista con la agencia Reuters que los niveles actuales de tipos «acomodan razonablemente» las iniciativas de crédito; y, por tanto, «no hay una razón para imponer más recortes». Menos aún este mismo septiembre, a la salida de un verano políticamente convulso.

Los dos caminos de los tipos con un ojo en EE.UU.
Mantener los tipos apunta a que los aranceles no han hecho tanto daño como se esperaba, pero también deja algunas armas en el cajón del BCE para controlarlos si, en algún momento, ganan impulso. Según la misma Schnabel, a pesar de que las tarifas han sido prácticamente inocuas para las economías continentales desde abril, la política comercial de Trump es «nítidamente inflacionaria» y, además, puede causar «disrupciones en cadenas de valor a escala global». Mantener los tipos al 2%, según la economista alemana, permite margen para jugar: no sería necesario imponer subidas demasiado estrictas si es necesario volver a controlar la cesta de precios, pero habría espacio para bajarlos de nuevo en caso de que la economía se estanque bajo las presiones internacionales. «El riesgo de una nueva bajada -dice- es mayor que el premio».
Aun así, nada está asegurado. La encuesta de la agencia Reuters a los economistas más relevantes de la Unión -uno de los marcadores más fidedignos del sentimiento que domina el consejo de gobierno del BCE- apunta mayoritariamente que no habrá rebaja de tipos en septiembre. Sin embargo, un 70% de los expertos consultados aseguran que es posible que Lagarde guarde bajo la manga un recorte más antes de finalizar el año. Y el motivo puede estar alejado de la inflación: Fráncfort, entre otras muchas cosas, no quiere ni imaginarse un euro demasiado caro respecto del dólar. Por ahora, el tipo de cambio se encuentra en 1,17, a favor de la moneda única europea. El consenso del mercado es que las empresas de la UE podrían tener problemas para acceder a muchas cadenas de suministros -energéticas, principalmente- en caso de que la balanza se incline aún más, y sitúe el euro en 1,25 dólares. Según el Bank of America, este umbral se sobrepasará en 2026; aunque una rebaja de tipos podría evitarlo, inyectando más dinero al mercado y rebajando el valor de la divisa.
El notario de las hipotecas
Hasta ahora, el predictor más fiable de los movimientos del BCE ha sido el mercado hipotecario. Según las cifras oficiales, el Euribor -el índice de préstamos interbancarios que marca el precio de las hipotecas en Europa- está en caída libre desde noviembre de 2023, tras haber alcanzado máximos cercanos al 4,15% durante el otoño de hace dos años. Desde entonces, acumula 18 meses de recortes. El pasado junio, sin embargo, la ratio se detuvo en el 2,08%; y cerró agosto con un ligero aumento, del 2,114%. En la ratio diaria, el costo adicional de los préstamos para la vivienda sigue escalando, y registra un promedio cercano al 2,18% desde el inicio de septiembre. La nueva escalada viene a indicar que el mundo bancario prevé el mismo panorama que los principales inversores: tipos altos durante más tiempo. No es previsible, sin embargo, que las hipotecas sufran ningún tipo de caída. Los acuerdos de financiación inmobiliaria escalaron cerca de un 30% en Cataluña en julio, ya bajo la sombra del cambio de tendencia. Sin alternativas al alquiler, pues, los núcleos familiares seguirán comprando.




