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El mercado resta importancia a las alertas de burbuja bursátil: «Va por barrios»

Los reguladores financieros y monetarios, siempre temerosos, comienzan a temblar ante el rendimiento de las bolsas occidentales. A ojos de los bancos centrales y los analistas más cautelosos, los mercados de renta variable podrían haber alcanzado su techo; y estarían en riesgo de corregir bruscamente su tendencia. El vicepresidente del Banco Central Europeo, el exministro español de Economía Luis de Guindos, lo alertaba en una reciente jornada organizada por la consultora KPMG: «Las valoraciones son demasiado altas, demasiado elevadas«. Para el número dos de Christine Lagarde, el capital hace estimaciones demasiado halagüeñas de la salud de la economía, y podría estar subestimando demasiado la calma comercial tras las guerras arancelarias. Accionistas y cotizadas «descuentan un escenario muy benigno, como demuestran las primas de riesgo, que son muy estrechas«. La lectura de Guindos es compartida por algunas voces a ambos lados del Atlántico: también la firma de inversión T Rowe Price lo ha alertado; así como lo ha hecho el wealth manager US Bank. Observando los múltiplos de los principales índices del planeta, las cifras respaldan el relato: los tres principales selectivos de la bolsa de Nueva York –Nasdaq, Dow Jones y S&P 500-, han escalado a máximos históricos. También lo han hecho el Ibex-35, que ha superado los 15.700 puntos, y los listados alemán y francés, el DAX40 y el CAC40, en máximos históricos de 24.600 y 8.000 puntos, respectivamente. Los inversores, sin embargo, lo matizan: «Hay una burbuja, pero va por barrios», declara el jefe de inversión riesgo del fondo Trea Capital, Xavier Brun, en conversación con Món Economia.

Los ejes que definen los «barrios» que identifica Brun son diversos. Sectoriales, pero también geográficos. Los selectivos norteamericanos, por ejemplo, están aún más tensados que los europeos. Según identifica la firma de gestión de capitales XTB, el miedo estadounidense tiene dos ingredientes: la sobrevaloración de las empresas basadas en inteligencia artificial y los recientes «estímulos monetarios» que ha adoptado -y parece que continuará adoptando- la Reserva Federal. «El próximo enfoque de la política estadounidense será la desregulación, un factor positivo para los sectores tecnológico y financiero, beneficiados también por las rebajas de tipos de interés«, detallan desde la firma. Estos son, de hecho, las dos grandes industrias donde se concentra la inflación de los valores. «Las rentabilidades exigentes están focalizadas en la IA y su ecosistema», argumenta Brun, donde las inversiones en oferta mantienen las valoraciones elevadas en exceso. «Haciendo un cálculo simple, las inversiones de los hiperscalers exigirían crear cinco Microsofts, o ocho Metas, en los próximos cinco años. Eso son 200 euros por año por cada persona del mundo», afirma el inversor.

La combinación de los regalos monetarios a raíz de las presiones de la administración Trump y la extraña salud del mercado de la IA también marca el resto de valores. «En la IA hay compañías que están en clara burbuja. Sin ellas, la economía dejaría efectos netamente positivos», estima el analista de mercados Javier Cabrera, que alerta que una normalización de los valores tecnológicos podría arrastrar al resto de las cotizadas. «Visualmente, los índices están claros, pero si quitas estas distorsiones, el termómetro no está tan caliente», añade Brun, que lamenta que las magníficas generan unas «expectativas» para el conjunto de compañías que las sitúa por encima de su cotización fundamental.

A esta tensión se suma una valoración compleja de las políticas de la administración Trump. Para Cabrera, puede haber una «sobrecorrección» después de que los inversores hayan comprobado que las amenazas de la Casa Blanca no se han realizado. «Han visto que no es un loco capaz de cargárselo todo por tener razón. Tiene políticas que no tienen sentido, pero también ha mostrado cierta mano izquierda», observa. Wall Street es más agresivo con esta lectura, y se refiere a ella como Taco Trump, un acrónimo de Trump Always Chickens Out -Trump siempre se acobarda-. Este enfoque, para los expertos consultados, puede haber provocado una subida demasiado intensa de las valoraciones, que habían caído con intensidad con la victoria electoral del líder conservador.

Paneles y agentes en la Bolsa de Barcelona / ACN

Las tensiones europeas

El estallido de la IA podría escapar de las fronteras de los Estados Unidos. Como apunta Brun, las grandes inversiones de la IA gotean por toda la cadena de valor tecnológica. El dinero de Nvidia, por ejemplo, termina en los servicios de computación en la nube de Amazon o en las empresas de centros de datos. Y, en la base tecnológica, hay empresas industriales europeas que sirven para lanzar la producción de las joyas de la corona. Entre otras, destacan la neerlandesa ASML, que fabrica las máquinas de fotolitografía que sirven para fabricar los microchips de alto rendimiento; o su antigua spin-off ASMI. «Las empresas sobrevaloradas de Europa son las que forman parte del ecosistema IA, y arriesgan que se reproduzca la misma dinámica», sostiene Brun. También entran en esta cesta algunas firmas industriales imprescindibles para la infraestructura física de la IA. Brun pone el ejemplo de Siemens Energy (108 euros la acción), LeGrand (147 euros) o Schneider Electric (249 euros), tres gigantes europeos que tienen en sus carteras productivas las turbinas energéticas que encienden los data centers que aceleran los grandes LLMs del mercado. «Son empresas que tienen vientos de cola», argumenta el inversor; si bien no hay tantas sombras de burbuja, por su base industrial y capacidad de crear valor fuera de la cadena tecnológica.

Al listado hay que añadir un segundo sector que, como la tecnología en EE.UU., escala por encima de sus posibilidades gracias al motor del regulador. En Europa, el honor lo tienen las empresas de defensa y militares. «Las burbujas aparecen cuando hay un dogma de fe que promete un futuro brillantísimo; y eso está pasando con las empresas armamentísticas«, observa Brun. El STOXX Total Defense, el índice que agrupa las 10 compañías de la industria militar y aeroespacial con cotizaciones más elevadas de Europa, se encuentra en máximos históricos; con gigantes como Rheinmetall (1.933 euros la acción), Thales (264 euros) o Leonardo (57 euros) sobrecargados por la promesa de la nueva inversión pública comunitaria. «Todo lo que sea armamento, se está invirtiendo», comenta Brun.

España y el agujero de la banca

El caso del Ibex-35, aunque, como los vecinos, también se encuentra en umbrales inauditos, es muy diferente. Las tecnológicas están prácticamente ausentes del mercado de valores español; y también la defensa. Solo Indra forma parte de él y, es cierto, está tan disparada como el resto de su sector. La compañía que preside Ángel Escribano ha multiplicado por cuatro su valoración en la renta variable en los últimos tres años: en 2022 se movía en torno a los 10 euros por acción, y ahora supera los 40. La rama militar del selectivo, sin embargo, no está ni de lejos lo suficientemente concurrida para explicar el techo histórico con que ha cerrado la sesión del miércoles. Para Cabrera, la corona en el Estado se la lleva la banca. El sector financiero, para el analista, «está distorsionando el índice español». Las siete empresas, seis bancos y una aseguradora, aportan más del 30% de la cotización total del Ibex. BBVA (16,36 euros la acción), CaixaBank (9,07 euros), Bankinter (13,5 euros), Unicaja (2,36 euros) y Mapfre (4,15 euros) cotizan, por un lado, a máximos históricos. El Santander está cerca de los umbrales previos a la crisis financiera, mientras que el Sabadell comienza a salir del sótano de valor en que quedó tras el 2008.

A juicio de Cabrera, hay dos factores que explican la posible burbuja bancaria española. Por un lado, la entrada de fondos pasivos –BlackRock es el ejemplo principal- ha tensado al alza las compañías participadas; y, con ellas, todo el selectivo. «Parte del incremento de múltiplos de los bancos proviene más del crecimiento de los institucionales en su accionariado que no de sus resultados», describe el analista. Por otro lado, el retroceso de los tipos de interés, que ha acelerado la valoración de las entidades en paralelo al proceso europeo de desinflación. Sobre esta inflación, Cabrera es claro: el Ibex, como selectivo, tiene un potencial escaso. «Hay valores que tal vez funcionen, otros que no. Pero, en términos generales, no tiene mucho potencial», concluye.

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