La economía catalana supera por primera vez en más de media década la competencia económica con Madrid. El PIB de la comunidad autónoma madrileña creció un 3,3% en 2024, según los datos del Instituto Madrileño de Estadística; mientras que el de Cataluña escaló un 3,6%. Ambas regiones, cabe decir, han quedado por encima del aumento español, que no ha logrado superar el 3,2%. En el caso catalán, los montos de todas las contribuciones al PIB han sido más que positivos. Según las cifras del instituto estadístico catalán, tanto el consumo de los hogares como el de las administraciones públicas se ha expandido. En el caso del gasto de la administración, lo ha hecho, además, a un ritmo superior al del conjunto de la economía, y ha añadido un 5,3% a su valor añadido bruto. En cuanto a las ramas productivas, los servicios han sido, una vez más, los que más han contribuido a la mejora económica del país, con un alza del 4,1%. No ha quedado lejos la creciente industria, que ha aportado un valor añadido un 3,9% superior al del año anterior. En cifras agregadas, sin embargo, el terciario permanece muy por encima de la economía productiva.
La terciarización, sin embargo, no está necesariamente relacionada con una concentración en actividades económicas de baja productividad. El turismo sigue siendo una de las palancas de referencia en el crecimiento de la economía catalana. Especialmente el exterior, que se eleva un 11% en términos interanuales y deja su huella en las cifras exportadoras. Ahora bien, la contribución del sector turístico no explica ni mucho menos la tendencia que marca el PIB del país. «No es cierto que el crecimiento responda a los turistas», argumenta el jefe de estudios de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan Ramon Rovira. La clave es, de hecho, fabril. Para el experto, la cifra de exportaciones industriales está en el centro del alza catalana por encima de Madrid. «El modelo productivo madrileño no es industrial, solo ocupa el 10% del PIB», subraya Rovira. A diferencia de la capital, las administraciones y la sociedad civil económica del Principado se marcan como objetivo superar el umbral del 20% de contribución industrial al PIB que señala la Comisión Europea como objetivo para los 26. En un curso de mejoras en el valor de las ventas al exterior, la mala relación madrileña con los compradores extranjeros la arrastra hacia abajo.
De hecho, a juicio del catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra y jefe de estudios de la patronal Pimec, Oriol Amat, Cataluña parece estar revirtiendo la pérdida de músculo industrial que se nota en todo occidente. El país, razona, «no ha perdido tanta» capacidad manufacturera como otros mercados, lo que «ayuda» al rendimiento catalán. En este sentido, el experto observa que la capacidad del país para generar valor es superior a la de décadas pasadas, pero también de un talante diferente. «En 2005 y 2006, el crecimiento era frágil, porque se basaba en una burbuja. Ahora vemos un crecimiento basado en ventajas competitivas», argumenta Amat. El Principado, por ejemplo, protagoniza un incremento de la actividad en sectores intensivos en tecnología, como la IT, la biotech o las ciencias de la salud. De hecho, como publicaba recientemente la Universidad Politécnica de Cataluña, los investigadores del territorio lideran la solicitud de nuevas patentes de todo el Estado. Solo en el ámbito de la farmacia, los centros tecnológicos y de investigación del país registraron más de 220 nuevos productos; mientras que la tecnología médica superaba las 160. Esta nueva actividad económica generó un upgrading de aquellas ramas productivas que ya destacaban en Cataluña. La electrificación de la fábrica de Seat en Martorell es un ejemplo, con mayor salida de productos de alta carga tecnológica.

Enfrente, un Madrid que hace gravitar a su alrededor las sedes de las grandes multinacionales y los antiguos monopolios del Estado. La dependencia del BOE abre, sin embargo, una serie de oportunidades para Madrid a medio plazo. Entre ellas, Amat destaca la de la defensa: la mediana producción militar española se articula alrededor de la capital. Así, las nuevas inversiones securitarias planteadas por la Moncloa bajo el paraguas de Bruselas podrían servir para volver a inclinar la balanza. Cataluña, en este proceso de fortificación europea, puede aportar el rendimiento de industrias accesorias, «temas más secundarios», como la ciberseguridad, la nueva economía del espacio o la potente logística del país. «Armas, aquí no se hacen», comenta el catedrático.
A por el empate en los servicios más valiosos
El efecto capitalidad y la fuerza centrípeta de la administración central del Estado hace brillar Madrid, a menudo, mucho por encima de lo que debería garantizar su fundamento productivo. A ojos de la Cámara de Comercio de Barcelona, una de las palancas clave para el futuro inmediato de las economías avanzadas es el ecosistema de «servicios de alto valor añadido», un terciario profesional centrado en la tecnología y la asistencia empresarial. Alrededor del grueso de multinacionales que se amontonan en Madrid, este tipo de servicios se hacen esenciales. «Es un modelo productivo muy diferente», reflexiona Rovira. Uno que se fundamenta en los movimientos de estos gigantes cotizados que quieren reunirse alrededor de los centros de poder político. «Las grandes sedes arrastran mucho talento, fuerza de trabajo cualificada», reconoce Rovira. Ahora bien, la diversificación de la economía catalana puede servir para contrarrestar las carencias administrativas, especialmente de aquellos negocios accesorios a las nuevas manufacturas. «Tenemos más masa crítica de Madrid, y el potencial de crecimiento para acompañar a las nuevas empresas», celebra el experto de la Cámara. Así, desde unos niveles de actividad mucho más bajos que el competidor, Cataluña puede dar un salto en verticales económicos críticos difícil de imaginar en la capital del reino.
El gasto público, todavía en exceso
Entre las cifras de crecimiento más destacadas en el país, la del consumo de las administraciones públicas supera el resto. El gasto de los servicios del Estado, la Generalitat y los Ayuntamientos se expandió en 2024 un 5,3%, más de un punto y medio por encima de la economía. A largo plazo, apunta Amat, esto «no es sostenible»; en tanto que el grueso del dinamismo productivo debería recaer en el sector privado en un ecosistema saludable. Pero los casos catalán y español dejan un margen de actuación: a finales de la pasada década, las inversiones públicas «todavía estaban muy lejos» de otros países europeos de peso económico similar. Esto, combinado con una «buena» recaudación fiscal, deja espacio para que los gobiernos a todos niveles mantengan su contribución económica a medio plazo. Lo deben hacer, sin embargo, sobre unas dinámicas nuevas: «no es una cuestión de cuánto se gasta. La clave es la eficiencia», contempla el profesor de la UPF.

En consecuencia, reclama una reforma de la administración que permita asignar correctamente los recursos públicos sin los numerosos obstáculos existentes. Rovira, por su parte, reclama a las administraciones que dejen ir la antorcha del liderazgo económico. El consumo de las administraciones no supone, de por sí, un peligro para la sostenibilidad del crecimiento catalán -más aún cuando se dedica a sanidad, educación o prestaciones sociales-. En un escenario ideal, sin embargo, esta centralidad administrativa duraría muy poco. Las empresas, afirma el experto, deben tomar el testigo que dejen ir sus reguladores, en tanto que un sistema en el cual el consumo público «crece indefinidamente por encima de la media privada» tiene unos fundamentos nada sólidos.
La burocracia acelera Madrid
Para Amat, pues, las semillas están en su lugar para que Cataluña se mantenga a largo plazo por delante de Madrid en salud económica. Los sectores van por el camino correcto, y la salud de las empresas del país es infinitamente mejor que la que disfrutaban en otros ciclos de crecimiento menos halagüeños -como los años anteriores al estallido de la crisis financiera de 2008-. Ahora bien, bajo el gobierno de Isabel Díaz Ayuso, la CAM da a su tejido productivo mucho más margen regulador. «En burocracia, papeleo y administración, estamos mucho peor que Madrid», critica Amat. El desarrollo de estas empresas, especialmente las de mayor contenido tecnológico, dependerá en buena medida de la capacidad de la Generalitat para reducir la carga burocrática a investigadores y emprendedores. «Si encaramos esta reforma y tenemos buenos resultados, el crecimiento puede ser aún superior», concluye el catedrático.