La OPA hostil del BBVA sobre el Banco Sabadell, 16 largos meses después de su problemático lanzamiento, ya solo tiene un actor relevante: los accionistas catalanes. En pleno período de aceptación, iniciado el pasado 8 de septiembre y que se alargará hasta el 7 de octubre, las dos entidades se han armado hasta los dientes. Mientras el presidente del banco vasco, Carlos Torres, ha desplegado toda una gira mediática para defender que las acciones catalanas están ampliamente sobrevaloradas, el consejo de administración del Sabadell no ha tardado ni cinco días en lanzar una opinión contraria a la oferta especialmente vehemente; todo ello con el objetivo de atraer a los inversores a un lado u otro de la disputa. Los clientes, por su parte, han ocupado un segundo plano: más allá de la prioridad que se ha dado a los usuarios corporativos, especialmente en el ámbito de las pequeñas y medianas empresas, los depositarios del banco han aparecido de manera tangencial en los discursos de ambos bandos. Con las cifras sobre la mesa, sin embargo, la decisión que tome la clientela del Sabadell -tanto la privada como la de negocio- puede ser esencial: mientras que la Vela asegura que la fusión puede llegar a generar un aumento del volumen de crédito de unos 1.000 millones de euros ya en 2027, Sant Cugat advierte de una fuga que podría llegar a los 250 millones de euros anuales.
Ante la amenaza del consejo de administración del banco opado, el folleto de la OPA, un documento de unas 140 páginas que se puede consultar en el registro de ofertas de la CNMV, levanta un escudo, al menos, inesperado: según el BBVA, los clientes del Sabadell no abandonarán el banco catalán si pasa a formar parte del grupo vasco gracias al veto a la fusión impuesto por el gobierno español en su estudio en fase 3. En el capítulo que dedica a las sinergias, el informe que detalla a los inversores la letra pequeña de la compra reconoce que «podrían darse potenciales impactos negativos derivados de la pérdida de clientes, a consecuencia del solapamiento y las estrategias de captación por parte de la competencia». Pocos párrafos después, sin embargo, se corrigen a sí mismos: «la experiencia de BBVA sugiere que las sinergias positivas de ingresos suelen superar las negativas».
En este caso, serían las condiciones del gobierno las que taparían el agujero, dado que la independencia forzada durante un mínimo de tres años «mitigaría de manera significativa cualquier riesgo relacionado con sinergias negativas«. Cabe recordar que el BBVA ha recurrido ante el Tribunal Supremo la decisión del ministerio de Economía. Por lo tanto, esta defensa inesperada contra la fuga de clientes podría tener los días contados; en tanto que la sentencia del alto tribunal recortaría sustancialmente la duración del bloqueo de la Moncloa.
Menos crédito a ambos lados
La de las sinergias por ingresos es una de las instancias en que, a ojos del Sabadell, el folleto de la OPA se basa en «el escenario más optimista posible» para concretar las condiciones futuras de la potencial fusión. La discrepancia entre los dos implicados es especialmente amplia en este caso. Según el BBVA, la «mejor capacidad de crédito» de la entidad resultante -que cifran en unos 5.400 millones de euros– elevaría la concesión de financiación en unos 1.000 millones de euros en 2027; y en 1.500 millones a partir de entonces. La premisa, según el mundo empresarial catalán, es dudosa: la patronal de las pequeñas y medianas catalanas, Pimec, niega este aumento de las concesiones a clientes y, de hecho, advierte que, si el Banco de Bilbao sale ganador de este asalto, dejaría un agujero de unos 54.000 millones de euros para el tejido de negocio del país. Foment del Treball es aún más pesimista, y amplía la brecha hasta los 75.000 millones.
A la caída de la oferta financiera que avizoran las patronales catalanas se debería añadir, a juicio del banco catalán, una rebaja sustancial de la creación de crédito entre los clientes. Desde el consejo de administración, cabe decir, no han entrado a valorar el alcance de la posible fuga de clientes en caso de que se complete la OPA. La fusión, sin embargo, provocaría una «caída del volumen» de la demanda de préstamos, por la necesidad urgente de las empresas, especialmente las pymes, de buscar nuevos socios financieros. «Una pequeña empresa del Estado necesita, de media, 4,2 bancos para financiarse», analizaba el consejero delegado, César González-Bueno, en una atención a medios. En caso de que el Sabadell quede absorbido por el BBVA, quedarían «tres grandes bancos» de ambición generalista; lo que obligaría al empresariado a buscar nuevas fuentes de capital y, por tanto, reducir los acuerdos con BBVA. La perspectiva de los opados sitúa esta pérdida en unos 90 millones de euros durante los primeros años después de la compra; y saltaría a los 250 millones antes mencionados a partir del momento en que la fusión se haga efectiva, potencialmente en 2029.
Otros riesgos registrados
El folleto de la OPA, como ha recordado Torres durante la última semana, «recoge todos los escenarios posibles». Por tanto, obliga a la Vela a limitar «el excesivo optimismo» que le acusa el Sabadell. Solo en el capítulo de los ahorros por la integración, la entidad reconoce hasta ocho «incertidumbres» que podrían obstaculizar su hoja de ruta. El prospecto de la operación, de hecho, reconoce que «no se puede asegurar que se logren algunos o todos los beneficios esperados». Además de la pérdida de clientes, el informe detalla «potenciales consecuencias que afecten adversamente los resultados de explotación del grupo». Entre otras cuestiones, alerta de la posibilidad de perder «personal clave»; o contratos relevantes con clientes y proveedores -un peligro que también oculta bajo la obra del veto a la fusión, en tanto que los dos bancos sostendrían «personalidad jurídica y patrimonio separados, y una gestión y toma de decisiones autónomas-.
El folleto, sin embargo, contradice esta autonomía establecida por el Consejo de Ministros, según ha denunciado el mismo González-Bueno. Las sinergias totales esperadas por el BBVA, de unos 900 millones anuales a partir de 2029, contabilizan la posibilidad de «hacer preparativos» para que la potencial integración de las dos marcas se pueda ejecutar inmediatamente después de que se levante la prohibición del gobierno. Estos «preparativos», para el consejero delegado catalán, «contravienen» la condición del Consejo de Ministros. «Preparar una entidad para fusionarse la paraliza, y esto no se puede hacer si actuamos de manera autónoma», ha sentenciado el CEO. La Vela, cabe decir, hace una lectura más flexible de las órdenes de la Moncloa; y contempla la posibilidad de «coordinar los negocios de BBVA y Banco Sabadell, racionalizar las funciones administrativas duplicadas o generar ahorros en costos de financiación» incluso durante los tres años del obstáculo público. Como en tantos otros ámbitos, las interpretaciones y el relato de las partes de la OPA ya eran opuestas antes; pero, desde el inicio del período de aceptación, se ha vuelto antagonista. Serán los inversores catalanes los que elijan cuál de los dos argumentos es más provechoso a futuro.