El año de la guerra comercial de Donald Trump ha obligado a la Unión Europea a buscar alternativas. El curso 2025 ha estado marcado por la búsqueda de alternativas al primer mercado del planeta; que ha dejado atrás, bajo la nueva administración, toda la bona fe económica que había construido a lo largo de los años con socios en todas las geografías. Cataluña, en el seno de la Unión Europea, se ha visto entre la espada y la pared; pero con un poco más de aire que los socios comunitarios. Como ocurre en el Estado español, la exposición de los vendedores internacionales del Principado a EE.UU. es muy limitada -solo aportan el 3,4% del total de la actividad foránea de las empresas locales-. Una de las cadenas de valor más perjudicadas, en el territorio catalán y en el resto del continente, es la del automóvil, que ya lamenta retrocesos sustanciales en los balances de sus principales representantes. Los coches son, de hecho, los protagonistas de la mayoría de conversaciones internacionales que mantiene el gobierno de Ursula von der Leyen y, de hecho, «están entre los más beneficiados en acuerdos como el del Mercosur, junto con la química y los bienes de equipamiento», argumenta Cristina Serradell, directora de la unidad de negocio internacional de Acció. No es, sin embargo, el pacto con la Argentina, el Brasil, el Uruguay y el Paraguay el que más entusiasma a los empresarios de la cadena de valor de los vehículos de combustión: al lado de la cuaterna latinoamericana, la CE renovó un entendimiento arancelario que ya lleva 25 años activo, pero que necesitaba «una modernización«; y que moviliza mucho más dinero para el tejido productivo catalán: México. «Hay una relación comercial de muy largo recorrido», asegura Serradell.
México fue, el año 2024, el segundo país de las Américas con más actividad exportadora catalana. Según el análisis del curso de la Agencia para la Competitividad de la Empresa, los movimientos de mercancías y servicios se elevaron por encima de los 2.100 millones de euros. De este total, cerca de una cuarta parte -un 24%- fueron productos de la cadena de valor del automóvil, mayoritariamente piezas y componentes, por parte de operadoras tier 2 y tier 3 -es decir, empresas de la base de la pirámide fabril del coche, que aportan las primeras partes de la maquinaria que finalmente se ensamblan en la fábrica del vendedor final-. Este porcentaje se concreta, de acuerdo con los datos de exportaciones del Idescat, en unos 560 millones de euros solo en 2024.
Se trata, observando la tendencia que muestra el instituto estadístico catalán, de una escalada vertiginosa: en 2021, justo después de la pandemia, los movimientos de mercancías relacionadas con el automóvil entre Cataluña y México se quedaron en torno a los 250 millones de euros; hasta los 310 millones en 2022 y unos 450 millones en 2023. A pesar de la distancia, son cifras superiores a las de mercados vecinos como Francia, Italia o los Países Bajos. Según las fuentes sectoriales consultadas, hay una multitud de factores que convierten a la república centroamericana en un objetivo para el empresariado catalán; desde la proximidad con los Estados Unidos hasta una pool de talento industrial excepcional en su entorno inmediato.

Una relación larga
En palabras del director general del Clúster de la Automoción de Cataluña, Josep Nadal, «hay zonas muy específicas de México con una gran concentración empresarial», con clústeres automotrices de más de 400 pequeños negocios dedicados al sector. Todas ellas alrededor de una multitud de fábricas de grandes operadoras internacionales, del calibre de BMW, Toyota, Ford, General Motors o Stellantis, que aprovechan el carácter de «plataforma» entre los Estados Unidos y el resto de América Latina del tejido industrial de México. La presencia histórica de estas compañías en el país, según Nadal, ha creado una suerte de círculo virtuoso. La mano de obra del país es más barata que en EE.UU. o en la Unión Europea, pero también «tiene un nivel de calidad técnica, de perfiles intermedios para las fábricas, muy buena; con grandes universidades en el territorio, especialmente la de Monterrey». Así, con un tratado comercial que ya lleva décadas funcionando, ahora mejorado con cuestiones relacionadas con la contratación pública o las garantías de los derechos laborales, el país es un entorno enormemente atractivo para las empresas catalanas, así como las multinacionales que lideran las cadenas de valor de las que forman parte.
Esta rueda empresarial ha acelerado, cabe decir, a raíz de la pandemia. La recuperación industrial, acompañada de una inflación rampante, ha mejorado sustancialmente el valor de los productos automovilísticos exportados al país, hasta el punto de haberse duplicado en solo tres años. «La economía mexicana, así como la norteamericana, ha funcionado muy bien» desde 2021, recuerda Serradell. A la contra, la mayoría de socios europeos de las empresas catalanas, que han sufrido el peso de la amenaza recesionista, como en el caso alemán. Este desequilibrio ha forzado los ojos catalanes a mirar fuera de la UE, y directamente hacia los ecosistemas más dinámicos. El crecimiento, más allá de la estrategia empresarial, tiene un componente de «supervivencia» a ojos de Nadal. «La ralentización de la demanda en Europa probablemente ha obligado a las empresas catalanas a abrir mercado allí; y la primera apertura del mercado siempre es la exportación», sostiene el dirigente del Clúster. De esta manera, se han juntado factores complementarios: una clase media en ascenso que demanda vehículos en Centroamérica y un mercado europeo atrapado en la transformación eléctrica y lastrado por la mala salud económica de algunos de sus protagonistas. «Los grandes operadores han dicho: vamos hacia México; y las empresas catalanas las han tenido que seguir», añade.

Trampolín hacia el norte y hacia el sur
México, para el sector del automóvil, es un bastión estratégico. Cerca de los Estados Unidos, y en pleno tratado comercial USMCA -que incluye a Canadá-, el país se convierte en un hub para los compradores adyacentes. Ya integrado en la región, además, puede servir para esquivar parte de las fronteras arancelarias impuestas por la Casa Blanca. Cabe decir que los productos catalanes, mayoritariamente, no caen en la trampa de los impuestos a la importación, porque constan en los primeros eslabones de la cadena fabril. Además, según Serradell, el golpe de la guerra comercial ha sido lateral para las empresas catalanas. «El mercado se ha ralentizado mucho más por la incertidumbre global que por los aranceles», sostiene la directora de negocio internacional de Acció. Además, las fábricas mexicanas se abren también hacia el resto de América Latina, muy dinamizada gracias al acuerdo del Mercosur. «No exportamos grandes volúmenes, porque son economías muy cerradas», apunta la directiva; que espera alcanzar la atención de geografías como Brasil, con mucho potencial pero concentrados en el negocio nacional. «Abrimos las puertas hacia allá, en un momento de reinvención del sector», prevé Serradell.