La alimentación, a diferencia de la anterior espiral de precios, no ha sido la protagonista del encarecimiento de la cesta de la compra de este año. Cataluña cerrará 2025 con una inflación en torno al 2,6%, en buena medida, por la factura de la luz, que se ha encarecido en meses en que se había abaratado el año anterior; y por el petróleo, que ha vuelto a escalar durante varias semanas del año por el terremoto geopolítico que sufre el sector. A pesar de ello, los datos de precios publicados por el Instituto Nacional de Estadística demuestran que hay ciertos productos alimentarios que escapan a la normalidad, y se han inflado mucho por encima del promedio de todos los sectores, y han llevado la cesta alimentaria básica a escalar más de cuatro décimas más que el promedio del mercado –un 3% en todo el curso-. Los huevos han sido los más perjudicados por una espiral industrial que ha elevado su costo más de un 30% en solo un año. Otras caras visibles de las compras cada vez más exigentes: el café, el chocolate y la ternera. Hay una multitud de factores que explican las subidas en estos productos específicos, desde sanitarios -con enfermedades del ganado en alguno de los segmentos clave del campo catalán y europeo– hasta comerciales o medioambientales: los cultivos en zonas con meteorologías más extremas empiezan a sufrir los estragos de la emergencia climática; y aquellos que deben moverse por cadenas mercantiles internacionales han tenido que evitar la multitud de nuevos bloqueos establecidos en plena guerra comercial.
Según ha reiterado el INE, en el caso de las diversas subidas que han sufrido los huevos, hay dos factores que lo han llevado a dar el salto que ha dado este año; uno sectorial y otro del conjunto de la economía. En primer lugar, los brotes de gripe aviar que han estallado en varios países occidentales procedentes de Estados Unidos -entre ellos el Estado Español- han tensado la industria, que ha visto una oportunidad para monetizar el riesgo y encarecer el producto final. La normativa sanitaria, cabe recordar, exige que cualquier explotación avícola afectada por la enfermedad sacrifique el 100% de los animales; y, con más de una decena de focos, el mercado se ha más que resentido. En las últimas horas, el peligro se ha dejado notar en Cataluña, con un primer positivo de un animal en una granja de Bellpuig, en el Urgell. El Principado, cabe recordar, no sufría ningún contagio desde 2023; y, según el consejero de Agricultura, Òscar Ordeig, el culpable podría ser un animal silvestre que habría llevado el virus a la explotación.
En segundo lugar, la subida del precio de la luz genera un efecto dominó que acaba notándose en el ticket del supermercado. Todo ello, además, unido a un aumento sostenido del consumo por parte de los compradores del Estado; que es el tercer mercado que más huevos demanda de toda Europa, con unos 420 millones de kilos en 2024, hecho que se concreta en torno a un huevo por persona y día. Esto hace, según un reciente informe de la OCU, que se produzca un efecto de «pluma y cohete» con este producto: «Las subidas se reflejan muy rápidamente en el precio en el supermercado, mientras que las rebajas se demoran, si llegan». Con la nueva sacudida en Ponent, pues, difícilmente la calma llegará al mercado, y todo hace pensar que 2026 podría comenzar con nuevas tensiones en el precio del huevo para los consumidores del país.

Comer carne, cosa de ricos
Fuera de los huevos, lastrados por una emergencia sanitaria que ocupa buena parte de los productores europeos, los ítems que más han agujereado el bolsillo de los catalanes en 2025 comparten una característica ineludible: sus cadenas de valor han sido distorsionadas, en los últimos años, por los estragos de la crisis climática. Condiciones meteorológicas extremas de todo tipo, desde sequías prolongadas hasta episodios de tormentas, han tensado ramas de la agroalimentaria tan importantes como la ganadería bovina o la producción de café y cacao. En concreto, la carne de ternera ha escalado más de un 16% en el curso que ya acaba.
Según los datos del INE, el encarecimiento ya es tendencia en los últimos cinco años. Algunos de los principales mercados internacionales de ternera, durante la pandemia, tuvieron que sacrificar muchas cabezas para mantener la rentabilidad de las explotaciones, y la cabaña aún no se ha recuperado del todo. A esto se deben añadir las crisis hídricas que han sufrido países como Estados Unidos o Brasil, imprescindibles en el tejido comercial global de carne bovina; así como el encarecimiento de los cereales para alimentar el ganado a raíz de la guerra en Ucrania. Los mismos factores, cabe decir, afectan al resto de mercados cárnicos, si bien con menos intensidad: el ovino se encarece por encima del 6%, mientras que el avícola lo hace a un 2% en el curso. Solo el cerdo se queda prácticamente estable -antes, evidentemente, de la irrupción de la peste porcina en Cataluña, que ya ha forzado a Mercolleida a recortar su precio en hasta tres ocasiones, con una rebaja acumulada de 26 céntimos el kilo-.

El cacao y el café, como el oro
Como en el resto de ámbitos, el café y el cacao y derivados escalan a ritmos desenfrenados por un desequilibrio entre oferta y demanda. Hasta noviembre, según datos del INE, el café se había encarecido un 17%, mientras que el chocolate escalaba a un 13%, ambos años luz por encima del promedio inflacionista global. Como en el caso de la ternera, los consumidores deben dirigir los ojos hacia Brasil si quieren una explicación: el país amazónico sufre una larga sequía que ha estado muy viva en 2025, y que ha dificultado sustancialmente la producción del grano. En consecuencia, los futuros de Arábica llegaron a superar los 4 euros por libra durante septiembre, y la tendencia no ha cambiado. Además, el país ha sido uno de los objetivos predilectos de la guerra comercial lanzada por Donald Trump, con aranceles del 40% a sus principales productos agroalimentarios. A pesar de que Europa no pone barreras tan elevadas al producto, la mala mar con el vecino del norte ha hecho más difícil mantener la actividad exportadora, lo que ha tensado el conjunto del mercado. A esto se añade un aumento de la demanda en China, así como en otros países emergentes; para completar el rompecabezas de los precios cafeteros disparados.
En el caso del chocolate, Bruselas tiene más que decir en el conflicto. El mercado global detecta, en 2025, una caída importante del precio del cacao, de un 45% desde el inicio del curso. En 2024, en plena espiral alcista, alcanzó los 12.000 dólares por tonelada, mientras que el otoño de este año ha llegado a rondar los 5.000 dólares. A pesar de ello, su principal derivado se eleva a dos dígitos, muy por encima del conjunto de los alimentos. En este caso, la normativa impuesta por la Comisión Europea pone trabas a la comercialización dentro del 27 de productos vinculados a procesos de deforestación. Esta regulación ambiental afecta profundamente al principal exportador global, Costa de Marfil, según analiza la Organización Internacional del Cacao. Esto, a juicio de los analistas de la firma de estudios Coface, «aumenta la presión para una cadena de suministros sostenible y transparente». Así, cerca del final de año, los analistas de la firma de gestión financiera Coface alertan que «el chocolate continúa siendo premium»; en medio, como en el caso del café, de un salto importante del consumo en los mercados emergentes. La cesta de la compra, con todo, no muestra signos de recuperar la paz.

