El mercado busca dar respuesta a la falta de oferta inmobiliaria que sufre el Estado español, especialmente en sus núcleos de población más tensos. Según un informe elaborado por la empresa Urbanitae y la consultora KPMG, la inversión en nuevas promociones se disparará un 43% en los próximos cinco años, desde los 35.000 millones en que se cerró el 2024 hasta superar los 50.000 millones en el año 2030. Los especialistas detrás del documento, titulado I Observatorio de la financiación del sector promotor, prevén que este crecimiento venga acompañado de un cambio en la composición del nuevo capital: las aportaciones de la banca caerían sustancialmente, mientras que crecerá la financiación alternativa, como la proveniente de fondos de inversión especializados, capital riesgo o incluso plataformas de crowdfunding.
En concreto, la banca aportó cerca del 60% de los 35.000 millones invertidos en inmobiliario en el Estado el pasado 2024, mientras que los operadores alternativos se quedaron alrededor del 30%. Al final de la década, sin embargo, las tendencias serán opuestas: los expertos de Urbanitae y KPMG proyectan que los créditos de la banca tradicional ocuparán entre el 51 y el 53% del total de la nueva financiación para el sector en 2030; mientras que los aportadores no convencionales ascenderían hasta el 40%, unos 20.000 millones de euros aportados en solo cinco años.

El dominio de la banca
«Estas previsiones reflejan la consolidación de la financiación alternativa como un pilar esencial del nuevo ciclo inversor del sector promotor», ha defendido el consejero delegado de la firma, Diego Besard. Según el directivo, este formato «actúa como puente entre el capital y el crédito tradicional» de cara a un período más exigente a la hora de conseguir créditos. Por su parte, el socio en FS Consulting Strategy de KPMG en el Estado, Carlos Cuatrecasas, ha destacado la relevancia de los vehículos inversores como motores económicos en «fases» de la construcción de las que la banca suele alejarse, como la adquisición de suelo; o en iniciativas de «nuevos formatos residenciales» para las que las grandes finanzas todavía no parecen estar preparadas. En otras geografías, lejos de la Europa continental, este rol ya está más que consolidado. Es el caso de los países anglosajones: en el Reino Unido los fondos y las iniciativas similares ya aportan más del 40% de la nueva financiación inmobiliaria; mientras que en los Estados Unidos ya alcanza el 50%.

