Nada hace pensar que 2026 será un año políticamente más tranquilo que 2025. Como reflexionaba el presidente del Instituto Ostrom, Pau Vila, en este mismo diario, el mundo va a un evento histórico por año. La pandemia, luego la invasión rusa a Ucrania, el ataque total de las FDI sobre Gaza y la guerra comercial que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha librado sobre todos sus socios económicos han sido capítulos consecutivos de una historia de terror que debería haber sacudido los mercados. Debería, pero no lo ha hecho: los grandes índices de las principales bolsas europeas se encuentran en máximos -el Ibex 35 ha pulverizado los 17.000 puntos y cerrará el año en posiciones récord impulsado por la banca, mientras el CAC40 francés y el Dax40 alemán han alcanzado en los últimos dos meses cotas inauditas, disparados por las tecnológicas, la defensa y el sector aeroespacial-; y las principales cotizadas del planeta, todas ellas estadounidenses, acumulan más valor que ninguna otra firma en la historia mundial. En este contexto, las casas de inversión, desde la banca hasta los gestores de capitales, miran a 2026 asumiendo las consecuencias del «ruido geopolítico» -en palabras de los analistas de JP Morgan- que, sin duda, ocupará las ondas, hasta el punto de ignorarlo. «Esperamos que la expansión continúe durante el próximo año, con la actividad creciendo a lo largo de varias regiones», apuntan los expertos de la histórica firma neoyorquina.
El estándar bursátil de los últimos cursos ha sido la alta tecnología y, más concretamente, la inteligencia artificial. Las grandes tecnológicas, ahora conocidas como Magnificent 9 con la escalada sin precedentes de Broadcom y Oracle, ya superan el 40% de la cotización total del S&P500, el principal índice industrial del capital variable en Estados Unidos. A la cabeza, Nvidia, la compañía más valiosa del mundo, que se encuentra en el centro de una larga cadena de capitales que abarcan cifras inimaginables. Según las estimaciones del banco estadounidense Morgan Stanley, en 2026 se concretarán gastos de capital por valor de unos 3 billones de dólares -billones europeos, es decir, trillions anglosajones- solo en la construcción de nuevos centros de datos. Los principales bancos a ambos lados del Atlántico aún ven potencial de crecimiento en los grandes nombres vinculados a la IA. Morgan Stanley, en concreto, detecta «un mix de políticas favorables a las empresas» que podrían mantener el grifo de la inversión abierto para los principales capitales tecnológicos. En el Estado, Renta 4 mantiene tanto a Nvidia como a Microsoft, así como a ASML -la neerlandesa encargada de fabricar las máquinas de litografía esenciales para la manufactura de los microchips que fundamentan la IA- entre sus apuestas seguras; y añade Alphabet (Google) y Amazon a la lista de valores destacados.
Aun así, los expertos comienzan a reconocer grietas en los planes de los cerebros de la operación. Tanto JP Morgan como BlackRock, el fondo institucional más grande del planeta. El informe anual del banco neoyorquino asegura que «las conversaciones sobre una burbuja en la IA han regresado», y lo han hecho con fuerza. Según sus analistas, las valoraciones de las compañías son «muy elevadas», y por ahora dependen de sus resultados para mantenerse en la cima de la pirámide. De hecho, los fabricantes de hardware y piezas esenciales para la computación, como el caso de Nvidia o AMD, ya cotizan a múltiplos de 35 veces sus ingresos; mientras que los hyperscalers, los gigantes tecnológicos del tamaño de Amazon o Meta, lo hacen a 31 veces la facturación.
Además, detectan una sombra en el núcleo del modelo de negocio: Open AI, Anthropic o Mistral, las desarrolladoras de modelos masivos de lenguaje que se encuentran en el centro de buena parte de las inversiones de toda la industria, son empresas no cotizadas y, por tanto, los expertos no pueden fiscalizar sus cifras. Un informe reciente del Financial Times apuntaba que la compañía de Sam Altman, la firma detrás del omnipresente ChatGPT, comunica solo en inferencia -los procesos de computación que generan las respuestas a las preguntas que les hacen los usuarios- gastos más elevados que sus ingresos totales, unos 8.000 millones de dólares en los tres primeros meses del curso. En este sentido, las grandes casas de capital miran de reojo la sostenibilidad del negocio a largo plazo, una vez el crédito infinito se vaya secando: «El reto para los inversores es deducir si la IA generará un negocio del mismo orden de magnitud que los planes gigantescos de gastos de capital que prevén las empresas», alertan desde BlackRock.

De los microchips al oro y la plata
La incertidumbre, cabe decir, no pasa desapercibida para los inversores. En los mismos informes en los que se plantean la supervivencia de la IA como motor de crecimiento, recomiendan a los inversores que reserven parte de su capital para resguardarse bajo los valores refugio de toda la vida: los metales preciosos. En este sentido, la casa española XTB vislumbra que el oro y la plata, que se consolidan como cajas de seguridad para la inversión más cautelosa. De hecho, el oro ya ha superado al euro como segundo activo de reserva global, y la progresiva desdolarización de algunos sectores provocada por el proteccionismo de Trump lo impulsa aún más.
Si Estados Unidos es la casa de la tecnología, las firmas auguran que el valor del oro se mantenga de la mano de China, que solo cuenta en este material un 8% de sus reservas. Por tanto, el Banco Popular chino debería «continuar comprando en los próximos años, asegurando un fundamento sólido de demanda» y garantizando, por tanto, que el precio continúe, como mínimo, en una escala elevada. Con previsibles recortes de tipos de interés en EE.UU., que buscan rebajar el valor monetario para enfrentar unos vencimientos de deuda más baratos, podría incluso situarse en la cima de la cómoda de los valores refugio este 2026.
Europa y las armas
El último factor que promete mover las carteras de las principales marcas inversoras del mundo es la guerra. Con una Rusia expansionista, que no parece aceptar el apaciguamiento que le ofrecen Bruselas y Washington; y la presión de la OTAN para que la Unión Europea escale en términos de inversión armamentística, las empresas de defensa de los 27 esperan un gran año bursátil. Las empresas militares del Euro STOXX, con firmas del calibre de la alemana Rheinmetall, la francesa Airbus o la italiana Leonardo, han escalado más de un 72% en su valor en 2025. Incluso las empresas de fuera de la Unión han escalado a múltiplos históricamente elevados: como indican los expertos de JP Morgan, las empresas de defensa japonesas ya se mueven en el mercado abierto a una ratio de 20 veces ingresos, mientras que las estadounidenses lo hacen a 22 veces su facturación.
De la mano de la carrera armamentística, los grandes capitales instan a apostar por el sector aeroespacial, incluso fuera de combate. Según XTB, el mercado muestra un «renovado interés por la economía del espacio» -que podría, al menos, dejar ganancias en Cataluña, con un ecosistema capitaneado por firmas de la escala de Sateliot-. Diversas previsiones sitúan el crecimiento del aeroespacial civil por encima del 30% año a año en los próximos cinco años, y una industria tan futurista como el turismo espacial ya cerró 2024 con una valoración total superior a los 1.230 millones de dólares. En este sentido, con el nuevo capital europeo, las expectativas del sector privado y la tracción de marcas como Space X de Elon Musk, el sector «podría consolidarse como uno de los modelos de negocio más sostenibles y diversificados».

