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Trump bloquea el gobierno de EE.UU. atrapado entre guerras económicas

Los Estados Unidos están sin gobierno. La administración del presidente Donald Trump ha vuelto a superar el horizonte de posibilidad de los acuerdos con la oposición, como ya hizo entre 2018 y 2019, en su primera estancia en la Casa Blanca, y ha provocado un shutdown de la rama ejecutiva que podría ser de los más virulentos de la historia. En el centro de todo, como siempre, está el presupuesto: aunque el Partido Republicano controla el Congreso y el Senado, el presidente necesita una mayoría cualificada de 60 votos para pasar las cuentas a la cámara alta. Una mayoría que, por ahora, no tiene: los conservadores ostentan 54 de los 100 escaños senatoriales, frente a 46 de los liberales, que bloquean la principal ley económica del gobierno bajo las órdenes del cuestionado liderazgo del veterano Chuck Schumer. Así, salvo algunos servicios esenciales, todo el sector público estadounidense permanece inactivo; y se vislumbran abundantes pérdidas para el sector público y el conjunto de la economía del país. Aunque el mercado, históricamente, ha sobrevivido sin muchos problemas a los bloqueos partidistas, expertos consultados por Món Economía sostienen que esta vez, el año 2025, podría ser más grave que en otras ocasiones. «Todo lo asociado a Donald Trump es una amenaza; y el escenario está preparado para que lo sea«, reflexiona el profesor de Economía y Empresa de la Universidad de Girona, Joaquim Clarà.

El objetivo presupuestario de Trump ha ido cambiando con los años; y, con él, las causas de los bloqueos gubernamentales. Entre 2018 y 2019, el líder ultraconservador provocó el shutdown más largo de la historia de los Estados Unidos cuando exigió al legislativo que liberara cerca de 6.000 millones para construir un muro en la frontera de México -una de sus grandes promesas de campaña, que nunca llegó a ejecutar-. Entonces, la parada administrativa duró 35 días, y causó un quebranto a las cuentas públicas de más de 5.000 millones de dólares. En esta ocasión, el casus belli es el sistema sanitario: los demócratas exigen aumentar los fondos públicos dedicados a la financiación de los programas sociales para el acceso a la salud, una de las grandes víctimas del presidente en este segundo mandato. Aún no se conocen las cifras de afectación económica, pero sí las laborales: más de 800.000 trabajadores públicos estarán sin empleo hasta que se reactive la actividad administrativa, la cifra más elevada de la historia. En este marco, advierte el mismo Clarà, «el coste en términos de PIB puede ser de 15.000 millones cada semana; serían unos 60.000 millones» si se alarga como el anterior conflicto. También lo ha alertado el secretario del tesoro, Scott Bessent, en un intento de torcer el brazo de la oposición: «habrá un impacto en el gobierno, en la economía y en los trabajadores estadounidenses«, ha subrayado.

El shutdown público no solo afecta las finanzas del Estado. Como advierte el analista de mercados Manuel Pinto, «habrá sectores empresariales que sufrirán mucho»; especialmente aquellos que tienen una gran cantidad de sus contratos concentrados en la administración pública, como la defensa. También aquellas que dependen de la fiscalización de agencias federales. «Las farmacéuticas retrasarán sus lanzamientos durante semanas, porque la FDA estará cerrada. También queda paralizado el sector financiero, porque no hay SEC. Es una factura productiva de miles de millones de dólares», sostiene Pinto.

Este peso económico suele ser demasiado para la parte de las cámaras que acaba llevándose la culpa pública del desacuerdo. El mismo Trump, que cayó bajo el escrutinio del electorado en 2019, perdió las elecciones un año y pico después del cierre, bajo la carga de su propio muro. Esto explica las intensas acusaciones cruzadas entre los líderes demócratas y republicanos: los conservadores han publicado imágenes modificadas del jefe de los liberales en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, con un sombrero mexicano y un bigote falso, acusándolo de «querer dar cobertura sanitaria a los inmigrantes ilegales«. Los demócratas, por su parte, han movilizado a sus asesores de la generación Z con un vídeo de gatitos que sitúa a Trump como un enemigo de la sanidad. A pesar de la batalla de cara a los votantes, sin embargo, el mercado no tiene claro si el presidente está especialmente interesado en recuperar la actividad pública. «Podría ser que los agravios económicos vayan a favor de su agenda«, argumenta Clarà.

Las dos caras de Trump

Por contraintuitivo que pueda parecer, atacar la salud de la economía estadounidense podría ser el mejor plan para los intereses de Trump en el primer año de mandato. En el centro de la agenda del presidente hay dos objetivos inalienables: reducir los tipos de interés y abaratar la deuda del país. Con una desaceleración, afirma Pinto, podría alcanzar ambas metas. Los síntomas de crisis «podrían provocar que la rentabilidad de los bonos baje», porque haya menos demanda de deuda estadounidense y se dispare la volatilidad del mercado de renta variable. Esto «permitiría al país refinanciar el 30% de su endeudamiento» a precios más bajos.

En cuanto a la política monetaria, las oscilaciones del mercado laboral son el principal activo de Trump para forzar la máquina de cara a la Reserva Federal en plena guerra con su presidente, Jerome Powell. Si el gobierno contabiliza a los 800.000 trabajadores públicos parados como un aumento del desempleo, elevaría el paro por encima del 5%. De hecho, algunos legisladores demócratas advierten que podría intentar matar dos pájaros de un tiro, y buscar un despido por motivos técnicos de una parte importante de la plantilla funcionarial del Estado. De esta manera, recortaría el gasto desmesurado que ha provocado con la Big Beautiful Bill y provocaría un aumento de los demandantes de paro, lo que obligaría a la Fed a volver a bajar los tipos de interés. «Puede aprovechar la oportunidad para recortar empleados que el DOGE de Elon Musk no pudo despedir», alerta Pinto.

Los expertos consultados cuestionan la adecuación económica de las medidas que exige Donald Trump. Para Pinto, a pesar de los intereses del Despacho Oval, los Estados Unidos no están en condiciones de continuar con los recortes de tipos de interés. «Hay un 3% de inflación, el mercado laboral tiene prácticamente pleno empleo y el PIB sigue creciendo», diagnostica. De esta manera, «sin las presiones políticas que está ejerciendo el presidente, sería un momento para subir los tipos, no para bajarlos». Por lo tanto, el intervencionismo de Trump podría provocar un efecto inverso al esperado, y acabar iniciando una espiral inflacionista que vuelva a disparar los precios por un choque de demanda de difícil solución. «En tal caso, habría que vigilar por un efecto contagio. Cabe recordar que el Estado español tampoco tiene presupuestos», abunda Clarà.

El president dels Estats Units, Donald Trump, jugant a golf a Escòcia / EP
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, jugando al golf en Escocia / EP 27/7/2025 ONLY FOR USE IN SPAIN

¿Caídas del mercado?

Los demócratas, sin embargo, consideran que el tiro trumpista podría salir por la culata: una rebaja demasiado intensa de los tipos a raíz de un shutdown del sector público sería visto como un nuevo ataque a la independencia de la Fed; uno de los grandes riesgos que los inversores ven por ahora en los Estados Unidos. Esto podría abrir el grifo de capitales hacia otros mercados más seguros, hiriendo de muerte la economía financiera estadounidense a corto plazo.

Es un escenario posible, pero que dependería en gran medida de la capacidad de la Casa Blanca de refinanciar su endeudamiento. El CEO de la boutique de inversión Gesinter, Kai Torrella, razona que «mientras el cierre del gobierno no implique un default, el mercado reaccionaría con una volatilidad moderada». Por ahora, dos días después del cierre, los principales índices bursátiles de Nueva York permanecen razonablemente estables: el Nasdaq y el S&P500 pierden una décima y media, mientras que el Dow Jones se expande en tres humildes puntos básicos.

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