Hay gestos que forman parte de la vida cotidiana con una naturalidad sorprendente. A mediodía, cuando las ciudades aflojan el ritmo y las calles desprenden ese olor mezcla de sofrito y pan recién hecho, el menú del día se convierte en un refugio doméstico en el exterior.
Es un ritual sencillo, casi automático, que conecta oficinas, talleres y bares de siempre. Y a pesar de esta familiaridad, algo está cambiando en silencio.
Un indicador que rompe una barrera psicológica
Según una encuesta elaborada por Hostelería de España en colaboración con Edenred, el precio medio del menú del día en el Estado ha llegado a los 14,2 euros, un incremento discreto pero significativo respecto a los 14 euros del año pasado. No es solo una subida de céntimos, sino una línea que confirma un proceso lento pero sostenido.
En Catalunya, la situación es aún más evidente. El menú se eleva hasta los 15,4 euros, un registro que sitúa al territorio entre los más caros del país, solo superado por las Islas Baleares y el País Vasco. Es la primera vez que se supera esta frontera y, de alguna manera, marca un antes y un después.
En paralelo, los profesionales del sector muestran una inquietud creciente. Para muchos, el menú del día sigue siendo una herramienta imprescindible. Cientos de miles de trabajadores dependen de esta fórmula para comer fuera de casa de manera asequible, equilibrada y coherente con la tradición culinaria local.
Un modelo que aguanta, pero con fisuras
Aunque la facturación del sector creció un 3,4 por ciento hasta agosto, la rentabilidad se redujo un 0,6 por ciento. La fotografía general es paradójica: más ingresos, pero menos margen. Un equilibrio que, para muchos restauradores, resulta insostenible en el tiempo.
El menú del día siempre ha sido un compromiso entre precio e identidad. Es un formato que apuesta por producto de temporada, cocina tradicional y poca generación de residuos. Según el estudio, hasta cuatro veces menos que el consumo doméstico. Pero esta virtud choca frontalmente con la nueva realidad de los costos.
La escalada de los precios: de los huevos al café
Los incrementos de precios afectan casi a todos los ingredientes esenciales: los huevos han subido un 17,9 por ciento, la carne de vacuno un 16,5 por ciento, el café un 19,9 por ciento y los aceites casi un 18 por ciento. A esto se añade el encarecimiento de la electricidad, que en septiembre aumentó un 16,8 por ciento.
Ante esta presión, muchos restauradores explican que el menú del día se ha convertido en un producto límite. Un servicio que necesitan mantener para fidelizar a los clientes, pero que cada vez les cuesta más sostener sin recortar calidad o aumentar el precio.
Desigualdades territoriales: una geografía de precios
La misma encuesta revela diferencias marcadas según la comunidad autónoma. Mientras que Canarias registra el menú más económico del país, con 13 euros, seguido de Asturias y de Andalucía y Murcia (13,2 y 13,4 euros respectivamente), otros territorios dibujan un patrón opuesto.
Catalunya ocupa la parte alta de este ránking, con 15,4 euros, seguida de cerca por la Comunidad Valenciana y Navarra. Este contraste ayuda a entender que el menú del día no es solo un indicador gastronómico, sino también un termómetro social y económico.
Un límite fiscal que ya no acompaña el ritmo
Otra cuestión que planea sobre todo este debate: el límite de la exención fiscal. Este tope, fijado en 11 euros diarios, queda muy por debajo de la realidad actual.
Actualizar este umbral permitiría dar oxígeno tanto a los trabajadores como a los restauradores. Reflejaría mejor la evolución de los precios y ayudaría a fortalecer políticas de bienestar laboral y alimentación saludable.
Por ahora, la distancia entre el costo real y la cobertura fiscal se amplía. Y esta desconexión provoca que, para muchos trabajadores, el menú del día deje de ser tan accesible como lo era hace solo unos años.
Un futuro incierto pero necesario
El debate continúa abierto. Cómo mantener la competitividad de un producto tan emblemático sin perjudicar la viabilidad de los establecimientos. Las patronales y las empresas proveedoras coinciden en que el menú del día se encuentra en un punto crítico. Un equilibrio frágil entre identidad, precio y sostenibilidad económica.
Aun así, la importancia del menú del día dentro de la cultura gastronómica catalana es innegable. Es una manera de explicar el territorio. Una manera de almorzar. Una manera de encontrarse. Y aún ahora, en este momento de presión económica, sigue siendo un elemento que une oficinas, barrios y mesas pequeñas donde todavía se escucha el ruido de los platos de siempre.
Cuando llega la hora de volver al trabajo, quedará siempre la sensación de que, entre el primero y el postre, hay algo más que una comida. Es un espacio donde se preserva una parte de la vida cotidiana. Y quizás por eso, a pesar de todo, sigue siendo uno de los rituales que más nos definen.
