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Déficit de vitamina D: ¿cómo es posible que aquí haya más que en los países nórdicos?

¿Cómo es posible que el norte de Europa, con menos sol, salga mejor parado?

Esta contradicción no es casual.
Factores como el estilo de vida moderno, la dieta escasa en alimentos ricos en vitamina D y la falta de políticas de suplementación explican por qué el “país del sol” tiene una de las tasas más elevadas de déficit de vitamina D en Europa.
Mientras tanto, países como Noruega o Finlandia han aprendido a compensar su desventaja natural con medidas de salud pública y hábitos dietéticos específicos.

El mito del sol como garantía de salud

La vitamina D es esencial para el sistema inmunitario, la salud ósea y la regulación de numerosas funciones corporales. Se genera principalmente a través de la piel, cuando esta recibe radiación ultravioleta B (UVB). En teoría, vivir en una región con muchas horas de sol debería garantizar unos niveles saludables de esta vitamina.

Pero la realidad es más compleja. La eficacia de esta síntesis cutánea depende de múltiples factores: el ángulo del sol, la época del año, la latitud, la edad de la piel, el color de la piel y, sobre todo, el tiempo real de exposición solar. A pesar de vivir en un país soleado, la mayoría de la población pasa las horas de luz dentro de oficinas, escuelas, transportes o espacios cerrados. Además, la costumbre de usar protección solar o ropa que cubre gran parte del cuerpo limita aún más la exposición útil.

El uso de cremas solares con un factor alto puede reducir hasta un 95% la capacidad de la piel para sintetizar vitamina D. Y, por paradójico que parezca, en las regiones con más radiación solar, esta práctica está más extendida.

La dieta: el factor olvidado

Solo una pequeña parte de la vitamina D que necesitamos proviene de la dieta. Pero cuando la síntesis cutánea es insuficiente —como ocurre en invierno o en grupos vulnerables—, la dieta puede marcar la diferencia.

En este punto, España y muchos países del sur de Europa salen mal parados. Nuestra alimentación no destaca por la presencia de alimentos ricos en vitamina D como el pescado azul, el hígado de bacalao, las yemas de huevo o los lácteos enriquecidos. Además, no hay una política generalizada de fortificación de alimentos como sí existe en países nórdicos.

En Noruega, Islandia o Finlandia es habitual encontrar alimentos básicos enriquecidos con vitamina D. También hay una cultura más arraigada de uso de suplementos, especialmente durante los meses de invierno. Estas prácticas han ayudado a mantener niveles poblacionales saludables a pesar de la falta de luz solar.

Cuando protegerse del sol puede ser un problema

La educación sanitaria ha logrado hacer entender la importancia de proteger la piel del sol para prevenir el cáncer cutáneo. Sin embargo, esta misma protección puede tener efectos colaterales. El uso extensivo de protectores solares, sombreros y ropa de manga larga, sumado a la tendencia a evitar el sol en las horas centrales del día, reduce drásticamente la producción natural de vitamina D.

En una región como la Comunidad Valenciana, donde el sol es abundante, se esperaría una buena síntesis. Pero los estudios muestran otra realidad: hasta un 25% de los niños valencianos menores de dos años presentan déficit de vitamina D. A nivel nacional, se habla de un 40% de la población menor de 65 años con niveles bajos, y esta cifra puede llegar hasta el 80% entre la población mayor.

Es una epidemia silenciosa, poco visible y con riesgos a largo plazo, especialmente para la salud ósea y el sistema inmunitario.

Los países nórdicos: el modelo que compensa la latitud

¿Cómo lo hacen los países nórdicos, con inviernos largos y poca luz solar, para mantener niveles de vitamina D a menudo mejores que los nuestros?

La respuesta es clara: estrategias de salud pública. En Noruega, Finlandia y Suecia hay políticas activas de fortificación de alimentos desde hace décadas. También se promueve el uso de suplementos —especialmente en grupos de riesgo como niños, mujeres embarazadas y personas mayores— y hay una mayor conciencia social sobre la importancia de la vitamina D.

Los resultados son evidentes. Varios estudios indican que las concentraciones medias de vitamina D en la población general nórdica son superiores a las de España. A pesar de tener menos sol, han aprendido a compensarlo. Esto demuestra que el factor clave no es la latitud, sino las políticas y los hábitos.

España: una epidemia invisible

El problema es especialmente grave entre la población mayor, en niños y en personas con poca movilidad. En invierno, la situación empeora. El ángulo solar impide una síntesis cutánea efectiva durante varios meses en gran parte del país. Y sin medidas compensatorias, el déficit se cronifica.

Aún así, España no dispone de un plan nacional para prevenir esta carencia. Algunos médicos prescriben suplementos, pero no hay una estrategia global. Y, paradójicamente, en la Comunidad Valenciana el consumo de vitamina D ya triplica la media nacional, lo que revela la dimensión real del problema.

¿Qué se puede hacer? Claves para revertir la situación

La solución pasa por una combinación de medidas:

  • Mejorar la información sobre la importancia de la vitamina D.
  • Promover una exposición solar segura pero regular.
  • Fortalecer la dieta con alimentos ricos o enriquecidos en vitamina D.
  • Establecer políticas públicas de fortificación, como en los países nórdicos.
  • Hacer seguimiento médico de los niveles de vitamina D en población vulnerable.

El sol, aunque abundante, no es suficiente. Es necesario replantear la estrategia, especialmente en contextos urbanos, invernales o de sedentarismo. La vitamina D no es solo una cuestión de verano o de playa; es un indicador de salud general que merece más atención.

Replanteemos el sol: más luz no siempre significa más salud

Creemos que vivir en un país soleado nos protege automáticamente de ciertas carencias. Pero los datos desmienten este tópico. La vitamina D no depende solo del clima: depende de los hábitos, de las políticas y de la conciencia colectiva.

Quizás es hora de hacer una pregunta incómoda: ¿haría falta una política estatal para fortificar alimentos con vitamina D, tal como ya hacen otros países?
Una cuestión que nos interpela como sociedad y que, quizás, vale la pena empezar a compartir.

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