La nutricionista Sandra Moñino advierte que esta tendencia puede ser peligrosa si no se entiende el papel real de estos productos.
Antes de añadir cápsulas a la rutina, hay que mirar bien el plato.
En un momento en que los estantes están llenos de frascos de magnesio, colágeno, vitamina D o probióticos, muchas personas caen en la trampa de pensar que los suplementos son soluciones mágicas.
Sandra Moñino, nutricionista experta en salud intestinal y dieta antiinflamatoria, insiste en que los suplementos solo deben usarse como apoyo, no como punto de partida.
“Primero hay que empezar por la alimentación”, repite con firmeza.
Los suplementos como apoyo, no como base
El término «suplemento» ya sugiere su rol: un complemento, no un sustitutivo. Sin embargo, Moñino observa con preocupación cómo este principio básico se olvida cada vez más. “Hay quien llega a consulta tomando cinco suplementos diarios y sin haber comido ninguna verdura en días”, comenta.
Los suplementos pueden ser útiles en contextos específicos: un déficit comprobado, una etapa vital con más necesidades nutricionales (embarazo, lactancia, envejecimiento), o para complementar un tratamiento médico. Pero incluso en estos casos, no sustituyen una alimentación equilibrada.
Moñino también señala un riesgo común: suponer que “más es mejor”. La sobredosis de ciertos nutrientes, como la vitamina D o el hierro, puede tener efectos adversos. Por eso insiste en la necesidad de acompañamiento profesional y de revisar primero qué comemos antes de buscar una solución rápida en pastillas.
La alimentación como primer paso
“Antes de tomar magnesio, primero hay que empezar por la alimentación”, afirma Moñino sin rodeos. Y no se refiere a seguir una dieta restrictiva ni a contar calorías, sino a recuperar el sentido común y la variedad alimentaria.
El cuerpo humano está diseñado para absorber los nutrientes a través de los alimentos, no de formas aisladas o sintéticas. Muchos déficits leves pueden revertirse simplemente incorporando más frutos secos, legumbres, verduras de hoja verde o pescado azul.
Por ejemplo, en lugar de tomar un suplemento de omega‑3, ¿por qué no incluir sardinas, nueces o semillas de chía en la dieta? Moñino recuerda que el cuerpo también necesita el “efecto matriz” de los alimentos: la combinación natural de fibra, antioxidantes, minerales y enzimas que no se encuentra dentro de una cápsula.
Ahora bien, en algunos casos, el déficit es real y profundo. Y en estos, el suplemento puede ser útil. Pero siempre después de un análisis, un diagnóstico, y un abordaje personalizado que incluya cambios en el estilo de vida.

Dieta antiinflamatoria y hábitos que realmente importan
Uno de los ejes del trabajo de Moñino es combatir la inflamación silenciosa que muchas personas padecen sin saberlo. Esta inflamación crónica está relacionada con trastornos digestivos, fatiga, dolores articulares, e incluso con estados de ánimo bajos.
¿Una de las claves para reducirla? La dieta antiinflamatoria, centrada en alimentos frescos, integrales y naturales. Según Moñino, esto implica priorizar frutas y verduras de colores variados, pescado azul, legumbres, cereales integrales y grasas saludables, como el aceite de oliva virgen extra.
Y al mismo tiempo, evitar el tridente inflamatorio: azúcar, harinas refinadas y ultraprocesados. “No se trata de eliminarlo todo de golpe, sino de entender cómo ciertos hábitos afectan directamente el bienestar general”, aclara.
Además, Moñino subraya la importancia de otros pilares a menudo olvidados: el descanso reparador, la gestión del estrés y el ejercicio físico. Estos tres factores pueden modular la microbiota intestinal tanto o más que un suplemento probiótico caro. “Cuidar el intestino no es una moda, es salud preventiva”, afirma.
Cuándo sí tienen sentido los suplementos
Moñino no está en contra de los suplementos. Al contrario, reconoce su valor en muchos contextos, pero con matices. “Hay suplementos muy útiles cuando hay una carencia real y están bien formulados”, explica.
Casos como la deficiencia de vitamina D en invierno, el hierro en mujeres con menstruaciones abundantes, o el uso de probióticos tras un tratamiento antibiótico son situaciones donde un suplemento puede marcar la diferencia.
Pero insiste: se deben utilizar con criterio, después de una evaluación, y no como un hábito automático o por tendencia. “El problema no es el suplemento en sí, sino el uso indiscriminado, la moda o el boca a boca sin fundamento”, señala.
Para quien quiera empezar a cuidar su salud, Moñino recomienda comenzar por lo básico: una dieta variada, presencia de alimentos reales en cada comida, y eliminar poco a poco aquello que no nutre. Después, si es necesario, ya habrá tiempo para complementar.
Primero el plato, después la pastilla
La salud no se construye en una tienda de suplementos ni en un perfil de Instagram. Se construye en la cocina, en el mercado, en el día a día. Sandra Moñino lo repite con convicción: “Primero la dieta, después el suplemento, si es necesario”.
Vivimos en una época que quiere resultados rápidos y soluciones en cápsulas. Pero el cuerpo necesita otra cosa: coherencia, regularidad y nutrientes reales.
¿En qué aspecto de tu alimentación podrías empezar hoy mismo a mejorar sin depender de un suplemento?
Comparte este artículo si crees que hay que volver a mirar el plato con otros ojos. Consulta a un profesional, escucha a tu cuerpo, y recuerda: más importante que lo que añades, es lo que decides mantener cada día.