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Vicky Martín Berrocal cambió su vida después de los 45: cardio en ayunas y gimnasio cada semana

Lo que comenzó como una búsqueda de salud se convirtió en un cambio total de mentalidad. Cardio en ayunas, gimnasio y nuevos hábitos alimenticios marcan su día a día.

A sus 52 años, Vicky ha logrado perder más de 20 kilos sin fórmulas milagrosas. Su estrategia combina ejercicio constante, alimentación realista y enfoque mental. En entrevistas y redes, insiste en la constancia y el bienestar por encima del peso.

De no poder dormir a caminar en ayunas

Durante años, Vicky arrastraba sensaciones físicas que mermaban su energía. El cansancio era constante, le costaba dormir, y moverse era un esfuerzo. «Sentía que no podía continuar igual», confesó. Fue entonces cuando, en lugar de acudir a una dieta extrema o a una solución rápida, apostó por un cambio estructural: caminar cada día en ayunas.

Este gesto sencillo se ha convertido en el ritual que define sus mañanas. Camina una hora en la cinta, a velocidad 7, y muchas veces lo hace con chaleco de peso. No se trata de batir récords, sino de crear una rutina que funcione cada día. Lo que al principio costaba, ahora fluye con naturalidad. «Cuando comienzas es duro, pero después engancha», ha dicho.

“Comía sin pensar”: el giro nutricional

Uno de los puntos clave del cambio fue la alimentación. Vicky lo explica con claridad: “No es que comiera mal, es que comía sin pensar”. Se dio cuenta de que muchas veces elegía lo rápido, lo procesado, o simplemente comía por costumbre. Su primer paso fue simplificar. Desayuna con jugo de limón y agua, que asegura que le ayuda a activar el cuerpo y digerir mejor el día.

Ha eliminado los ultraprocesados y ha hecho de las proteínas su pilar alimentario. En las cenas apuesta por huevos, pescados, latas de atún o sardinas, y muchas verduras. Nada complicado, nada milagroso. Solo orden.

Después de unas vacaciones en las que ganó 4 kilos, compartió sin dramas que volvería a su rutina: “No pasa nada, vuelvo a lo mío”. Esta naturalidad es parte de su mensaje: el objetivo no es ser perfecta, sino constante.

El gimnasio como acto de autocuidado

La relación de Vicky con el gimnasio ha cambiado radicalmente. Lo que antes podía parecer una obligación, ahora es parte de su autocuidado. Entrena con Crys Dyaz, una preparadora conocida por el enfoque integral del cuerpo y la mente. Juntas trabajan no solo la fuerza, sino también la coordinación, la agilidad y la motivación.

Saltar a la cuerda, boxeo, ejercicios de fuerza y circuitos intensos forman parte de su rutina. Pero más allá del sudor, Vicky ha descubierto que el entrenamiento es un espacio para ella misma. “No es por estética, es por energía. Para estar bien”, comenta.

Y aunque muchas veces le sigue costando arrancar, sabe que una vez empieza, no se detiene. Ha aprendido a escuchar su cuerpo y a moverse en función de cómo se siente. Ya no compite con un ideal: compite consigo misma.

Una mentalidad que también se entrena

Detrás de cada caminata o comida equilibrada hay una idea que Vicky repite como mantra: “Paciencia, constancia y conciencia”. Tres palabras que le han permitido sostener el cambio sin ansiedad. Porque si hay algo que ha aprendido, es que los cuerpos no cambian de un día para otro.

Las primeras tres semanas fueron, según ella, las más duras. Es el período donde la tentación de abandonar es más fuerte. Pero superado este umbral, empezó a notar una transformación que iba más allá de lo físico: más energía, más enfoque, más autoestima.

Ha sido honesta sobre su relación emocional con el cuerpo. “He llorado con la talla 46 y también con la 40”, confesó en una entrevista reciente. No se trata de un número, sino de cómo se siente una persona por dentro. Esta es la verdadera medida del bienestar, insiste.

Aceptarse sin resignarse: el verdadero cambio

Lo más profundo del cambio de Vicky no es en los kilos perdidos, sino en el lugar desde donde actúa. Ya no se mueve por castigo, sino por amor propio. Acepta su cuerpo, pero no se resigna a sentirse mal. Se permite fallar, retroceder, recuperarse. Pero sobre todo, se permite cuidarse sin excusas.

“Me comparaba demasiado con los demás”, ha dicho. Hoy, en cambio, se centra en sus ritmos y necesidades. Sabe que su cuerpo a los 52 no es el mismo que a los 30, pero también que puede ser fuerte, ágil y vital.

El cambio de Vicky es inspirador no por ser extremo, sino por ser real. No hay atajos, solo intención. No hay prisas, solo constancia. Esta es la historia que quiere contar.

El poder de comenzar sin prisa

Vicky no solo ha transformado su cuerpo, sino su manera de estar en el mundo. ¿Y si el secreto no es adelgazar, sino sostener el cambio? El suyo es un viaje sin meta final, donde lo importante no es el destino, sino el camino que construye cada día.

Comparte este testimonio si conoces a alguien que necesite un impulso. La constancia no se compra: se entrena.

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