Según Elissa Epel, psicóloga experta en longevidad, podrían ser herramientas para vivir más y mejor.
Sus investigaciones muestran cómo estos “estímulos controlados” pueden activar mecanismos celulares de reparación y resistencia al estrés.
El frío, el calor o la actividad intensa podrían ser claves para fortalecernos física y emocionalmente.
Este concepto recibe el nombre de estrés hormético —una forma positiva de estrés que, aplicada con medida, podría ralentizar el envejecimiento.
Elissa Epel, profesora en la Universidad de California, defiende que pequeñas dosis de incomodidad fisiológica activan respuestas profundas en nuestro organismo.
Y las aplicaciones no son solo teóricas: duchas frías, ejercicio de alta intensidad y respiración guiada serían ejemplos prácticos.
Una psicóloga contra el estrés tóxico
Elissa Epel ha dedicado décadas a investigar el impacto del estrés crónico sobre el cuerpo humano. En su laboratorio de la Universidad de California, ha estudiado cómo este tipo de estrés acelera el acortamiento de los telómeros —las puntas protectoras de los cromosomas— y favorece enfermedades degenerativas.
Su colaboración con la premio Nobel Elizabeth Blackburn puso los telómeros en el mapa científico. Pero no solo se quedó en la patología: Epel comenzó a explorar cómo ciertos estresores puntuales podrían tener el efecto contrario, favoreciendo la regeneración y la resiliencia celular.
El estrés bueno también existe
Mientras la sociedad evita el estrés a toda costa, Epel propone matizar: no todo el estrés es malo. Existe una versión “adaptativa” que prepara el organismo para responder mejor a desafíos futuros.
Este tipo de estrés positivo —el estrés hormético— se basa en exposiciones breves a condiciones extremas, como el frío intenso, el ejercicio vigoroso o incluso técnicas de respiración que provocan una leve hipoxia. “Son estados de perturbación controlada que desencadenan respuestas reparadoras”, explica la investigadora.
Duchas frías y telómeros más largos?
La relación entre baños fríos y longevidad no es solo una moda. Estudios preliminares apuntan que estas prácticas pueden reducir la inflamación, mejorar la función mitocondrial y hasta preservar la longitud de los telómeros.
Esta visión ha ganado fuerza en ámbitos científicos y populares, con figuras como Wim Hof —el conocido “hombre de hielo”— que promueven esta vía como una forma de empoderamiento fisiológico.
Aunque la ciencia aún no es concluyente, los resultados iniciales son prometedores: las células expuestas a breves choques de frío o estrés agudo parecen activar genes relacionados con la reparación y la longevidad.

Recetas de una vida más larga
El enfoque de Epel no es extremo. Defiende la práctica de estímulos cortos, seguros y regulares, como por ejemplo:
- Duchas frías de 30 segundos a 2 minutos al final de la ducha habitual.
- Sesiones de ejercicio intenso, como HIIT o entrenamientos cortos pero exigentes.
- Respiración consciente en contextos de tensión, para simular el efecto del estrés y entrenar la respuesta del cuerpo.
También admite otras alternativas, como la exposición al calor (saunas) o técnicas de meditación activa, siempre que comporten un cierto reto para el cuerpo y la mente.
El reto de cambiar hábitos
A pesar de los beneficios potenciales, la adopción de estos hábitos no es fácil. El cuerpo huye del frío y la incomodidad por instinto. Requiere voluntad, disciplina y, a menudo, superar resistencias culturales.
Además, la comunidad científica continúa debatiendo hasta qué punto estas prácticas tienen un impacto real en la longevidad o si solo mejoran el bienestar subjetivo.
Epel reconoce estas limitaciones, pero insiste: “No necesitamos transformar nuestra vida. Solo incorporar pequeños estímulos que nos hagan más resistentes, un poco cada día.”
Frío hoy, salud mañana?
Los baños fríos y el ejercicio intenso podrían ser mucho más que sacrificios puntuales. Son entrenamientos para las células, para el sistema nervioso, para la mente. En palabras de Epel, son “incomodidades intencionadas que nos hacen más fuertes”.
Probar una ducha fría quizás no te convertirá en inmortal, pero puede ser el primer paso hacia una salud más robusta y consciente.
¿Y tú, te atreves con el reto?