Aunque la ciencia no lo condena, hay matices que vale la pena conocer.
Beber agua mientras comemos es un hábito muy extendido. Pero Marta León, experta en microbiota, advierte que podría estar perjudicando nuestro sistema digestivo sin que nos demos cuenta.
Su enfoque se centra en la acidez estomacal, el ritmo digestivo y la microbiota intestinal. Pero ¿qué dice la evidencia médica? La respuesta no es tan clara como podría parecer.
¿Por qué podría afectar la digestión beber agua durante las comidas?
Marta León, tecnóloga de alimentos y especialista en salud digestiva, sostiene que uno de los errores más habituales que cometemos es ingerir grandes cantidades de agua durante las comidas. Según su explicación, este hábito puede hacer que se diluyan los jugos gástricos, dificultando la descomposición eficiente de los alimentos.
La consecuencia directa, dice León, sería una digestión más lenta y pesada, y podría favorecer la aparición de síntomas como gases, hinchazón o sensación de plenitud durante horas. “El estómago necesita un ambiente ácido para funcionar bien. Si bebemos mucha agua, este ambiente se vuelve más neutro”, advierte.
León va más allá: explica que una acidez estomacal insuficiente (hipoclorhidria) no solo afecta la digestión inmediata, sino también a largo plazo, ya que impide que ciertos nutrientes se absorban correctamente y puede alterar el equilibrio de la microbiota intestinal. Este desequilibrio, según ella, está detrás de muchos trastornos actuales relacionados con el intestino.
Además, recomienda comenzar las comidas con alimentos vegetales y no con pan o hidratos simples. La fibra, según dice, “activa y alimenta las bacterias buenas”, mientras que el exceso de pan o azúcar al principio puede ralentizar el proceso digestivo.
¿Qué dice la ciencia sobre este hábito tan común?
Frente a la advertencia de Marta León, diversas instituciones médicas coinciden en que beber agua durante las comidas no representa ningún problema para la mayoría de personas sanas. De hecho, entidades como la Clínica Mayo afirman que el agua ayuda a descomponer los alimentos, facilita su paso por el esófago y previene el estreñimiento.
La lógica detrás de esta defensa es fisiológica: el estómago se adapta rápidamente al volumen y contenido que recibe. Si recibe más agua, también produce más ácido gástrico. Los jugos digestivos no se “diluyen” de forma que pierdan efectividad. Por lo tanto, en un sistema digestivo sano, beber agua no es perjudicial.
Artículos médicos como los de Healthline también descartan que haya pruebas sólidas de que el agua interfiera negativamente en la digestión. Lo mismo indican estudios editoriales recientes: aunque el tema genera debate, no hay evidencia concluyente de un perjuicio significativo.
Ahora bien, sí se han detectado pequeños matices. Algunos estudios indican que beber dos grandes vasos de agua puede modificar temporalmente la sensación de saciedad, aunque este efecto es pasajero. También se ha observado que el agua muy fría puede alterar la motilidad gástrica en determinadas circunstancias.
¿Y si tienes una digestión sensible? ¿Cuándo sí puede afectar?
Es en este punto donde la advertencia de Marta León puede tener sentido para ciertos perfiles. Las personas con una digestión delicada, problemas estomacales o intestino irritable podrían notar efectos negativos si beben mucha agua mientras comen. Esto se debe a que su sistema ya presenta una producción de ácido reducida, y añadirle mucho líquido puede empeorarlo.
En estos casos, el agua puede hacer que los alimentos pasen mal digeridos al intestino, donde pueden fermentar y causar molestias. También podría afectar la absorción de minerales como el hierro o el zinc, que dependen de un entorno estomacal suficientemente ácido.
Además, muchas personas con reflujo o hinchazón después de las comidas podrían estar, sin saberlo, aumentando innecesariamente el volumen del estómago al beber demasiado líquido, lo que favorece el retorno del contenido ácido hacia el esófago.
Por ello, en personas con problemas digestivos o síntomas recurrentes, ajustar los hábitos de hidratación puede formar parte de un enfoque terapéutico más amplio. En estos casos, vale la pena consultar con un especialista en salud digestiva.
Conclusiones prácticas: ¿cómo y cuándo beber agua, entonces?
La clave no es dejar de beber agua, sino tomar conciencia de la cantidad y el momento. Aquí tienes algunas recomendaciones prácticas:
- Evita beber grandes cantidades de agua mientras comes. Unos sorbos pequeños están bien, pero no llenes el vaso varias veces.
- Mejor hidratarse antes o después de las comidas. Beber media hora antes ayuda sin interferir en la digestión.
- Escucha a tu cuerpo. Si notas pesadez, hinchazón o digestiones lentas, prueba a reducir el líquido durante las comidas.
- Elige temperatura ambiente o tibia. El agua muy fría puede ralentizar el proceso digestivo en algunas personas.
- No generalices. Cada cuerpo es diferente. Lo que afecta a algunos puede no tener ningún impacto en otros.
La hidratación es fundamental, pero no todo depende de la cantidad de agua que bebemos, sino de cómo la distribuimos a lo largo del día.
El vaso medio lleno: beber con conciencia
No se trata de dejar el agua, sino de entender cómo, cuándo y cuánta debemos beber. La ciencia no dicta una norma rígida, pero tu cuerpo puede darte pistas. ¿Tienes digestiones lentas o pesadas? Quizás es momento de observar cuánta agua tomas mientras comes.
Comparte este artículo con quien siempre llena el vaso en las comidas. Y tú, ¿eres del “team agua mientras comes” o prefieres esperar?