Los analistas financieros de Madrid, que llevan muchos más meses recibiendo noticias diarias de las corruptelas del PSOE, miran con escepticismo la fase 3 de estudio de la OPA hostil del BBVA al Sabadell. Si Cataluña -como aseguran algunos aliados de Carlos Torres- es una burbuja, Madrid lo es aún más; y su entramado de ferias digitales financiadas a placer por los sucesivos gobiernos del PP ha llenado una pizarra mucho más amplia que cualquiera de Barcelona de conspiraciones y conflictos judiciales que acechan al gobierno de Pedro Sánchez. Las últimas ramificaciones del caso Koldo, con Santos Cerdán y su calle como desgraciados protagonistas, han sido lo suficientemente explosivas para atravesar ambas burbujas -la de la M-30 y la de las Rondas-. Suficiente para que la gente que lleva el dinero a la capital española se haya quedado más tranquila respecto a la decisión que Sánchez y su espada económica, Carlos Cuerpo, puedan tomar respecto a la OPA.
La tesis es sencilla -y creíble-: un gobierno tan extremadamente débil como el que le ha quedado a Sánchez tras la derrota en Ferraz no tiene ni oxígeno ni legitimidad para hacer un movimiento arriesgado en la fase 3. Desde la burbuja catalana, son muchas las voces que asumen que el Consejo de Ministros impondrá condiciones draconianas, de prohibir la fusión hacia arriba. Tanto que incluso el mismo Sabadell, en boca del presidente Josep Oliu, ya trabaja con el escenario de que Torres no tendrá más remedio que disolverse y entregar las armas. La Barcelona de la pax sociata, una vez más, atribuye al gobierno de coalición una voluntad y una capacidad que, seguramente, no tiene. Cualquier presidente del mundo, si el secretario de organización de su partido presuntamente se lo lleva crudo para financiar su mala vida, habría dimitido. Y un presidente que debería haber dimitido, argumentan los madrileños, no tiene fuerzas para resistir una guerra abierta con el tercer banco del Estado.
Parece, además, que Torres ha olido la sangre en el agua. Tras un año de «respeto por las decisiones de las administraciones» y extrema neutralidad de cara a la cosa pública, el presidente -jugando en casa, cabe decir; en una entrevista en OndaCero- ya ha confirmado que, efectivamente, si Sánchez se sale de la línea que marca la Ley de Defensa de la Competencia, el Banco de Bilbao lo llevará ante el juez. Y no queda claro, como ya hace meses que avisan voces jurídicas, que la Moncloa pueda ganar, menos aún si utiliza las pobres armas que acumuló con la consulta pública que lanzó el ministerio de Economía.
Una vez más, la hybris de Sánchez pone a Cataluña contra las cuerdas. Una vez pase el terremoto gubernamental, los accionistas del Sabadell se encontrarán que la oferta del BBVA sigue infravalorando el Sabadell en más de 1.000 millones de euros. Si aceptan las actuales condiciones de Torres, en resumen, perderán dinero. El entorno vallesano celebraba en abril el brillante «carácter técnico» de la oposición a la OPA que había planteado Cuerpo. El funcionario perfecto con cartera ministerial, sin embargo, ya se ha arriesgado, quizás más de la cuenta, para otorgarse un precedente intervencionista. Y su jefe político aún más, entrando en la trinchera con heridas de balas disparadas por sus dos últimas manos derechas en el PSOE. El Sabadell, el banco, la empresa, tiene argumentos para salir adelante. Si alguien puede descarrilar su supervivencia, es el gobierno español.