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La caída del banco californiano SVB: tres lecciones

A mediados de la semana pasada aparecieron por sorpresa varios titulares preocupantes: el SiliconValley Bank, un banco californiano muy popular dentro del ecosistema de start-ups – especialmente tecnológicas y biomédicas – necesitaba una inyección urgente de capital. La noticia propició lo que conocemos como “corralito”: clientes que decidieron retirar parte de sus fondos ante la noticia alarmante, lo cual desencadenó un rápido deterioro del balance de la entidad hasta llegar al anuncio de liquidación el pasado viernes por la noche, asumiendo la gestión el fondo de garantías bancario de Estados Unidos. Se trata de la quiebra bancaria más grande desde la de Lehman Brothers en 2008, y ya ha provocado una oleada expansiva internacional en forma de caídas en el valor bursátil de todos los bancos, si bien el alcance real de las consecuencias todavía es desconocido. Esta caída nos deja tres reflexiones.

La primera: cuando los bancos centrales mueven las cartas, puede caer el castillo. La quiebra del SVB se explica fundamentalmente porque invertía los depósitos de sus clientes, mayoritariamente start-ups tecnológicas y biomédicas de Estados Unidos, en depósitos de renta fija a largo plazo. Al darse una subida importante de tipos de interés como estrategia de la reserva federal americana para combatir la inflación, la financiación de las start-ups se encareció y se produjeron tensiones de liquidez. Todo esto propició que muchas de ellas retiraran más fondos de lo que estaba previsto y, en consecuencia, el banco tuvo que cerrar antes de tiempo las posiciones a largo plazo donde había colocado este dinero para atender las demandas de liquidez. Este contexto generó enormes pérdidas contables de las cuales la entidad no se ha podido recuperar. Como podemos observar, no se trata de una causa-efecto inmediata ante la decisión del banco central de subir tipos sino de un efecto dominó, y con toda probabilidad no será el único: después de décadas de tipos de interés muy bajos e incluso negativos, puede devenirse una gran fragilidad empresarial, bancaria e incluso de las economías domésticas frente al volantazo de los bancos centrales. Esta reflexión no es nueva; de hecho, el gurú Michael Hartnett, estratega del Bank of America, popularizó una expresión hace unos meses coincidiendo con el inicio de la tendencia de intereses al alza: “Los aumentos de tipos siempre rompen algo, la pregunta es qué romperán esta vez, y cuándo”.

La segunda lección tiene que ver con el eterno dilema de los rescates bancarios y los incentivos perversos. El estropicio descrito anteriormente puede tener consecuencias devastadoras para algunas empresas tecnológicas que dependían en exceso de esta entidad bancaria y que perderán una parte importante de su tesorería, al no estar asegurada por el fondo de garantías en su totalidad. De hecho, varios diarios económicos de Estados Unidos afirman que hay pánico dentro de las empresas tecnológicas californianas sobre si se podrán pagar las nóminas a final de mes en caso de que no se resuelva la disponibilidad de fondos atrapados a la entidad. Ante las consecuencias colaterales en forma de quiebra de empresas, pérdida de puestos de trabajo y afectación en el ecosistema de innovación americano, puede darse la tentación de plantear un rescate público del banco. En España tenemos experiencia en rescates bancarios, a pesar de que parece poco plausible que Estados Unidos aplique esta vía: si una política errónea de gestión del riesgo no tiene ninguna consecuencia para los accionistas privados porque cuentan con el paracaídas del rescate público, cuál es el incentivo para adoptar políticas de riesgo más conservadoras?

El tercer apunte del cual podemos tomar nota en medio de este terremoto tiene que ver con los modelos productivos. El Silicon Valley Bank probablemente ha pagado justo por pecador, al verse atrapado en medio de un cambio de dirección del viento que perjudica especialmente a su clientela, que es de un perfil determinado: empresas de servicios de corta edad. Pero lo más preocupante no es la grieta del SVB sino el origen del terremoto, que tiene que ver con el establecimiento de un modelo empresarial que priorizaba crecimiento en vez de márgenes y que, si bien podía adaptarse a uno en torno a tipos de interés cero, tiene poco recorrido en un clima de tipos ascendentes. Si ya resultaba paradójico que algunos sectores como el de la compra rápida a domicilio pudieran seguir creciendo a pesar de quemar centenares de millones de euros cada año, el punto de inflexión en la política monetaria propiciará el derrumbe de estos modelos.

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