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Control de precios: ¿Una herejía o la respuesta que estamos buscando?

Ante situaciones de tensión económica, de crisis más sistémica o en sectores económicos puntuales, una de las políticas públicas que siempre devuelven en el debate público es el control de precios. Especialmente bienes y servicios de primera necesidad como la energía o la vivienda, una de las respuestas más naturales cuando se vive un incremento especialmente pronunciado de precios es pedir la acción gubernamental para contener de manera explícita el aumento de precios.

Y siempre, cuando devuelve el reclamo de un control de precios ante un episodio concreto de alza de precios, también vuelve, con la precisión de un reloj suizo, los lamentos por parte de los portavoces de la rígida ortodoxia económica en prensa y televisión alertando y proclamando a los cuatro vientos que el simple hecho de proponer un control de precios puede generar un descalabro de proporciones bíblicas.

El razonamiento que fundamenta estas lamentaciones es que la asignación por parte del gobierno de un precio que sea asequible para los consumidores puede implicar, de manera simultánea, que este precio fijado de venta esté por debajo del coste de producción del producto en cuestión. Este precio demasiado bajo provocaría que los productores no tuvieran incentivos para producir el bien y se generaran situaciones de escasez. Estas reacciones contra el control de precios han sido generalizadas desde hace décadas en el discurso más ortodoxo y de mayor influencia mediática, pero ahora parece que puede empezar a cambiar. Y empieza a cambiar gracias al trabajo de Isabella Weber, economista alemana y profesora en la universidad de Massachussets-Armherst.

Para entender las semillas de este cambio hace falta que hagamos un breve repaso cronológico reciente. Una de las líneas de investigación de Weber es la evolución histórica del papel que ha tenido el control de precios como política pública. Aprovechando esta pericia, publicó un artículo de opinión a finales de 2021 donde defendía el papel positivo que podía tener un control de precios para aligerar los incrementos de precio que se habían ido generando a raíz de los choques en las cadenas de valor por la COVID-19, y como algunos grandes conglomerados empresariales lo habían aprovechado para encarecer de manera desproporcionada sus productos. La reacción de la ortodoxia fue furibunda. Se generaron una retahíla de reacciones enfurecidas a esta propuesta, tanto que incluso un premio Nobel la calificó de propuesta estúpida.

Pero sabemos que la realidad puede ser caprichosa, y ante la invasión rusa en Ucrania y el choque que esto provocó en el sector energético, muchos gobiernos y organismos internacionales como los Estados Unidos o la Unión Europea implementaron políticas de control del precio de la energía. De hecho, Weber fue invitada por el gobierno alemán a formar parte del comité de expertos para diseñar esta política de contención para su país y, de hecho, la política que se acabó implementando acabó siendo casi idéntica a la que proponía Weber.

«La inflación como conflicto»

Entrando en más detalle en el trabajo académico de Weber, hay dos elementos que encuentro especialmente relevantes desde la perspectiva de las políticas públicas: sus análisis input- output y su perspectiva de entender la inflación como un conflicto.

En un artículo académico reciente, Weber presentaba un estudio sobre la economía norteamericana donde modelizaba mediante una matriz input-output todas las relaciones productivas entre los diversos sectores e industrias de la economía de los Estados Unidos. El análisis de esta matriz, inspirada en los estudios de Leontief a mediados del siglo XX, permite a Weber simular como un choque de precios en cualquier industria reverbera, de manera directa e indirecta, sobre el resto de precios del resto de industrias y por los consumidores. Y permite responder la pregunta de como los choques específicos de un sector están relacionados con la estabilidad general de precios y si los choques en algunos sectores son más importantes para la estabilidad general de precios que en otros. De hecho, gracias a este estudio, vemos que el sector energético es el sector que tiene más influencia en el nivel de precios general a causa de choques específicos en el sector.

El segundo elemento a resaltar del trabajo de Weber es su aproximación a la inflación como resultado de un conflicto entre empresas con poder de mercado y los trabajadores. Esta idea de entender los fenómenos económicos como radicados en el conflicto no es desconocida por los lectores de esta columna – lo hablábamos hace unas semanas aquí mismo y Ferran Elias también se zambullía en su columna sobre los incrementos de precios recientes en las grandes cadenas de alimentación en el estado español.

El trabajo de Weber hace incidencia sobre este conflicto generador de inflación cuando involucra a sectores predominantes en la determinación del nivel general de precios, como apuntábamos en los párrafos anteriores, y que sufren un aumento de precios por dinámicas concretas a los mercados de materias primas o por choques puntuales en las cadenas logísticas (situación similar a la vivida durante la pandemia de la COVID-19). Este aumento de precios permite que los oligopolios presentes en estos sectores tengan un seguido de beneficios extraordinarios. En consecuencia, para proteger los márgenes de beneficio del aumento de los costes, los sectores que dependen de estos sectores sistémicos propagan estos aumentos de precios o, en determinadas situaciones, también los agravian.

Evolución monetaria

Finalmente, los trabajadores ven estos aumentos de precios y responden intentando evitar las caídas salariales reales ante el aumento de precios, lo cual provoca conflictos. Weber argumenta que esta inflación, creada por estos sectores sistémicos, genera una subida general de los precios que puede ser transitoria, pero que también puede conducir a espirales inflacionistas sostenidos a lo largo del tiempo en determinadas condiciones.

Como hemos visto, su perspectiva basándonos en las matrices input-output clarifican mucho la existencia y naturaleza de relaciones entre sectores económicos y ayudan a entender como estas dinámicas afectan al nivel de precios. Si a esto añadimos este renovado interés en la inflación como conflicto que también aporta Weber, nos encontramos ante un análisis de calidad para entender las causas fundamentales de las subidas de precios.

Inicialmente, la respuesta al trabajo y opiniones de Weber fue furibunda puesto que se consideraba un ataque a los propios cimientos de la ciencia económica. Pero, como cantaba Bob Dylan, los tiempos están cambiando.

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