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De unicornio a irregular: Glovo se enfrenta a nuevas multas por vulnerar derechos

El 2015, dos jóvenes catalanes decidieron montar una start-up. Oscar Pierre y Sacha Michaud decidieron crear Glovo, la empresa de reparto que cambió el mundo del Delivery en el estado español, para bien y también para mal. En menos de tres años los jóvenes habían conseguido una plantilla de 1.000 personas y trabajaban a unos 26 países del mundo. El creciente interés de los inversores por la compañía y el éxito que generó dentro del mercado de consumidores, le otorgaron el estatus de unicornio el 2019, a pesar de que poco después se destaparía el primer conflicto que desencadenaría un sin fin de tensiones que llevarían la empresa al límite. La razón principal de la caída del imperio del delivery catalán fue su «maltrato» a los trabajadores, mejor dicho, los riders, que lejos de ser personas asalariadas eran repartidores autónomos que vivían de hacer dobles jornadas y horarios insostenibles. Bajo la máscara de una nueva empresa capaz de revolucionar el mercado, Glovo creció con la especulación de sus inversores y, según los sindicatos, a expensas de la mano de obra. Una situación que ahora se acabará resolviendo a los tribunales.

«Glovo es una compañía que no ha ganado nunca dinero», afirma la experta en start-ups y empresaria, Rat Gasol. Para ella, la empresa se ha nutrido de la especulación de los inversores para crear «una gran burbuja» que después de que la «borrachera de dinero» haya cesado, «está a punto de reventar». El primer signo que la compañía no acababa de funcionar -dejando de banda las pérdidas- fue la compra de esta por parte de Delivery Hero, una compañía alemana de repartidores. Ahora bien, Glovo no solo tiene un problema de solvencia, es decir, que ha cerrado cada año con pérdidas millonarias, sino que también está en procesos judiciales para vulnerar derechos de los trabajadores. Aparentemente, el modelo de reparto que utiliza la compañía tendría que dar la libertad a los riders de trabajar las horas que quieran, pero el algoritmo que se creó para repartir las tareas no solo no era equitativo sino que podía tener a las personas horas sin trabajar y, por lo tanto, sin cobrar. Aparte, estos trabajadores nunca han estado asalariados de las empresas, sino que siempre han estado autónomos, una situación que después de los años se ha tildado de fraudulenta. Concretamente, el 2019 explotó la crisis de los riders, después de que un repartidor de Glovo muriera atropellado en Barcelona. Este hecho, que UGT llevó a los tribunales, destapó las incongruencias del algoritmo de la compañía, pero también las malas condiciones con las cuales trabajaban los repartidores.

Ante la avalancha de denuncias sindicales de esta situación, el 2021 el gobierno español puso en marcha la famosa ley Rider, que buscaba obligar las empresas a convertir los autónomos en asalariados, entre otras cosas. «Glovo continúa aspirando al objetivo que se marcó el primer día que salió la ley: no cumplirla», explica Daniel Cruz, responsable de Análisis y transformación digital de la secretaría de Acción Sindical y Transición Justa de Comisiones Obreras (CCOO). En este sentido, Cruz explica que la situación a Glovo no ha cambiado para la gran mayoría de los rider, puesto que adhieren a pequeños cambios que hacen dentro de la aplicación de la compañía para encontrar vacíos legales. «El Estado los multa, pero ellos continúan operando así», define el sindicalista. De hecho, la start-up mantiene un pulso con el Ministerio de Trabajo y podría enfrentarse a un tenedor de multas desde los 260 a los 430 millones de euros por incumplimiento de la normativa. «A veces parece que los salga más por anticipado continuar pagando las multas que cambiar el modelo de negocio», describe Gasol, que también reconoce que es evidente que hacer un cambio interno a la compañía supondría su muerte: «Si convierten todos los riders en asalariados, la empresa quebrará».

Cumplimiento a medias y grandes irregularidades

Las diferentes historias que explican los riders sobre la compañía van desde pequeñas alteraciones a grandes catástrofes en términos de gestión. «Glovo no sabe cuántos trabajadores tiene», confirma Fernando García, delegado de UGT a Glovo. El trabajador asegura que las cuentas de los riders se alquilan, se pasan de padres e hijos y se vienen. Mientras tanto, «la compañía no hace nada», dice el representante sindical. De este modo, García confirma que Glovo es consciente de todas las irregularidades con las cuentas de los falsos autónomos y decide que continúen pasando. La compañía, pero, ya ha alegado más de una vez que tienen un reconocimiento facial que no permite que personas que no sean el titular operen con la cuenta, pero según García «se ha encontrado la manera de saltárselo y Glovo es consciente».

Imagen de archivo de dos repartidores de Glovo / Glovo
Imagen de archivo de dos repartidores de Glovo / Glovo

La algoritmo de la aplicación ha sido el Talón de Aquiles de la start-up catalana desde prácticamente el inicio. La transparencia entre repartidores y clientes generaban grandes cantidades de datos que producían sesgos entre los Riders. «Cuanto más puntuación tenías de los consumidores, podías bloquear las horas en las cuales querías trabajar o no», explica García. Al ver estas irregularidades, se eliminó la opción de bloquear horas y también la posibilidad que los repartidores accedieran a los comentarios de los consumidores, pero no se borraron. «Los trabajadores no tenemos acceso a esta información, pero sabemos que todavía existe y provoca sesgos», repite García. Con todo, pues, la empresa acumula muchas denuncias para atentar contra los derechos de los trabajadores, pero prolonga a la justicia todas estas acusaciones bajo el pretexto que «no son asalariados».

Aun así, Glovo si ha dado un paso a la legalización de sus trabajadores. En su línea de supermercados fantasma, los repartidores que trabajan son asalariados de la compañía. Para García, pero, esto es una estrategia para continuar manteniendo la Inspección de Trabajo lejos de la empresa. «Los supermercados tienen trabajadores porque hay un centro de trabajo donde un inspector puede aparecer por sorpresa», asegura. Mientras tanto, también reflexiona sobre el papel de estos inspectores en la calle y el difícil trabajo que es recopilar información cuando todos los trabajadores son nómadas: «No hay un centro donde encontrarlos y muchas veces ellos no quieren hablar», remarca el sindicalista, quien insiste que hay muchos trabajadores sin permisos y que trabajan a la sombra otros que les alquilan la cuenta.

El éxito del efecto Bruselas

La ley Rider es exclusiva del estado español, pero la Unión Europea ya ha empezado a mover los hilos para que sea aplicable a todos los países del grupo. «En dos años, todo Europa tendrá una ley rider y entonces Glovo se verá obligado a aplicarla en todas partes», explica Cruz. De este modo, si todos los países lo acaban aplicando, habría la posibilidad que la compañía hiciera un cambio de modelo de negocio que tanto le han pedido los sindicatos. «La única opción por el bienestar de los trabajadores es que sean asalariados», remarca García. Aun así, Gasol recuerda que la situación económica de Glovo no es la mejor, pero tampoco la del gigante alemán que la compró, puesto que se encuentran en pérdidas. En este sentido, para la experta y empresaria, que la compañía convierta en asalariados es poco probable sin que quiebre antes. El responsable de Análisis y transformación digital de la secretaría de Acción Sindical y Transición Justa de CCOO se muestra más optimista y prevé que después de la normativa europea todavía habría cierta esperanza; aun así, lamenta que «las posibilidades son escasas».

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