El tractor dominó Cataluña durante febrero del 2024. En un momento límite para el campesinado del país, lastrada por los márgenes de beneficio de las grandes distribuidoras, la sequía o la apertura de fronteras para mercados alimentarios mucho menos garantistas que el europeo, el impulso de los productores primarios ganó la batalla del relato hasta el punto de acontecer insoslayable para instituciones en todas las escalas administrativas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, tuvo que dirigir un extenso mensaje al Eurocámara sobre la Política Agraria Europea; el ministro de agricultura Luís Planas fue lo más buscado -y difamado- de Moncloa durante todo el febrero y el Parlamento se vio obligado a abrir las puertas a los campesinos por primera vez en más de una década. El balance de todo, más allá de una unión en una sola voz que «hace la fuerza» a un sector especialmente disgregado, fue decepcionante. «Parece que se rían a nuestra cara», espeta el portavoz de Revuelta Campesina Eduard Monaguillo en conversación con el Mundo Economía. Las medidas tomadas por Europa y el Estado han dejado la herida del campo más que abierta, y la tensión volverá a las autopistas con el bloqueo de la frontera con Francia convocado para el próximo lunes.
Más unidas y estructuradas que ahora hace dos meses, las entidades independientes del sector retoman las protestas, de nuevo, sin los sindicatos mayoritarios. Unaspi, la joven Unión de Asociaciones Independientes del sector primario en el Estado, y la misma Revuelta, se concentrarán en ocho puntos del Pirineo entre Irún y La Jonquera, en una acción de 24 horas pensada para romper las cadenas de suministro alimentario entre Cataluña y el conjunto del continente. Las demandas son extensas: de hecho, según ha avanzado la organización convocante, el mismo lunes se presentará un manifiesto con hasta 32 reivindicaciones -«16 para el gobierno español y 16 para Europa», puntualizan-; una mirada ancha que demuestra el chasco de los productores incluso con las reformas ya aplicadas por Moncloa y la CE. En el centro, pero, dos cuestiones: en primer lugar, las rebajas o exenciones en los impuestos a la energía y los carburantes, una gracia que ya disfruta el sector industrial. «Producimos alimentos para garantizar la soberanía alimentaria del país», reivindica Monaguillo; hecho que, a parecer suyo, tendría que garantizarlos un trato más favorable en la vertiente fiscal. En segundo, uno de los agravios de que ya hicieron bandera a principios de curso: el control de los alimentos importados de terceros mercados, especialmente en aquellas corrientes comerciales liberalizadas por acuerdos bilaterales con la UE.
La cuestión de la vigilancia al producto internacional es central para la competitividad del campo del país, recuerdan desde Revuelta. La «competencia desleal» que denuncia el conjunto del movimiento se genera en el momento en que los controles y exigencias sanitarias, laborales y ecológicas que se aplican a los campesinos locales -con la escalada de costes que va asociada- no tienen efecto sobre vendedores internacionales con los cuales las fronteras están abiertas. «Queremos garantizar que nuestros alimentos prevalezcan por encima de los importados», reitera el portavoz; no solo por la ventaja económica de los terceros, sino también porque los controles comunitarios avalan «una calidad mucho más elevada» en los alimentos que llegan a tabla de los ciudadanos de la Unión. Hay que recordar que, lejos de acercar posturas en este ámbito, Europa ha redoblado en los últimos meses la apuesta por los acuerdos comerciales: en las últimas semanas de las marchas, la Eurocámara aprobó por mayoría el nuevo entendimiento de mercado con Chile; mientras que a primeros de mayo se hizo efectivo el pacto en el mismo sentido con Nueva Zelanda, un importante vendedor global de hortalizas y productos vitivinícolas, entre otros ítems que chocan con el campesinado autóctono. «La movilización de lunes toma todo el sentido del mundo», espeta Monaguillo, atendidas las prioridades de la Comisión.
El foco internacional de la protesta explica, en buena parte, el salto transfronterizo entre organizaciones. Más allá de las asociaciones no sindicales del conjunto del Estado, Revuelta Campesina cerrará la frontera de la mano del Movimiento Independiente francés; el campesinado galo más allá de la Confédération Paysanne y el resto de organizaciones mayoritarias. Y no solo: fuera de esta convocatoria, el principal sindicato del país vecino ha cerrado un entendimiento con Unión de Campesinos con objetivos similares. «Cuanto más seamos, más bastante podremos hacer», comenta Monaguillo; y más todavía cuando el objetivo está en Europa. Consultados por potenciales acuerdos con las estructuras otros países de la Unión, Revuelta prefiere enfocarse en el corto plazo, si bien «no cierra puerta a nada»; eso sí, siempre que los objetivos sean compartidos y los potenciales aliados «defiendan el que defendemos desde aqeuí: la pequeña y media explotación agropecuaria». Con este nuevo cimiento social, y sobre las tensiones que se contemplan pocos días antes de unas elecciones clave como las europeas del 9-J, el campo contempla, si no hay garantías desde Bruselas, atizar todavía más el fuego. «Si no recibimos respuesta, es evidente que nos volveremos a movilizar; y no solo con paradas contundentes de 24 horas, sino indefinidas», declaren.

Superar diferencias
Con las movilizaciones que devuelven mañana, Revuelta Campesina evidencia la reanudación de relaciones con el resto del movimiento en el Estado español. Las marchas afuera de Cataluña estuvieron, durante su punto álgido, vehiculadas a menudo a través de la Plataforma 6-F, a menudo acusada de proximidad con los postulados de la derecha y la extrema derecha. Hay que recordar que el suyo exportaveu, el abogado gallego Xaime da Pena, es un conocido agitador en redes del mundo ultra español. Revuelta, por su parte, se movía en otros tercios, y no era extraño ver banderas antifascistas colgadas de los tractores que tomaron Barcelona. Ahora bien, la entidad reitera que no tiene «cabe mensa de vínculo político»; como tampoco lo tienen el resto de organizaciones convocantes del bloqueo de lunes. «No hay ninguna afinidad ni relación con ningún partido», reitera Monaguillo. Más allá de las posibles distancias ideológicas, también se han tenido que superar diferencias materiales en el campo que representa cada organización: Cataluña está ocupada por una muchedumbre de pequeñas explotaciones ganaderas; hecho que, por la fisionomía del territorio, no se da a las Castelles o en Andalucía, por ejemplo. A pesar de que una explotación familiar no es igual a Poniente que en Ciudad Real, apunta el portavoz, entidades con cimientos productivos diferentes se han podido encontrar en la oposición a los «grandes tenedores de propiedad que se llevan las subvenciones europeas y no viven de la agricultura».
Donde no ha coincidido los intereses ha estado en el encuentro con las organizaciones sindicales del campo catalán. La mayoritaria, UP, se desmarcó el pasado jueves del nuevo impulso de las organizaciones independientes. Según su coordinador nacional, Joan Caball, quieren evitar «influir» en los comicios del próximo domingo. Aun así, justo es decir, el manifiesto rubricado por la Unión y su contraparte francesa enfoca las negociaciones con Europa con prioridades similares: el control de los alimentos importados, la imposición de cláusulas espejo a los tratados comerciales con terceros y la eliminación de «todas las formas de abusos y competencias desleales de la gran industria y la gran distribución a la cadena alimentaria, las cuales collen los productores». La distancia, a la práctica, no es tan grande: desde Revuelta recuerdan que, en cuanto que todavía no están constituidos como organización sectorial, muchas de sus interlocuciones con la administración se tienen que vehicular a través de los sindicatos. «No cerramos las puertas a nadie: pedimos la unidad del sector», añade Monaguillo.
La agricultura del 9-J
Malgrat las diferencias tácticas, sindicatos y movimiento independiente buscan recuperar la influencia para que las instituciones competentes apliquen las reformas necesarias para garantizar la salud en el campo catalán. Cerca ya del 9-J, Revuelta confirma «conversaciones» con las formaciones políticas del país para trasladar sus inquietudes y reclamaciones. Los espacios han servido, analiza el portavoz, para que la clase política «tome conciencia de la falta que sufre el sector, y de que pueden ofrecer». Las formaciones catalanas, justo es decir, dedican en sus programas electorales para las europeas capítulos específicos a la cuestión campesina: mientras que ERC incluye «la defensa del modelo agrario» entre sus 10 prioridades de Campaña, con medidas como las mismas cláusulas espejo o una ley europea de la cadena alimentaria; Juntos pose sobre la mesa nuevas ayudas para las explotaciones familiares o la aplicación de un impuesto al carbono en frontera para mitigar los efectos de la competencia desleal extranjera. Con todo, Revuelta y sus aliados buscan forzar la mano de Europa por una legislación que resuelva los agravios que sufren. Son, justo es decir, moderadamente optimistas: «Esperamos recibir respuesta».