Era de esperar. La oleada recorría toda Europa occidental, y era de esperar que más pronto que llegaría a Cataluña. El día ha llegado, el campesinado ha convocado con éxito una movilización masiva con cortes a vías principales de Cataluña que han colapsado buena parte de la red de comunicaciones del país. De hecho, la gracia de esta protesta es que han sido los campesinos los que han movilizado los sindicatos agrarios después de meses de quejas, con cambios normativos que no se han acabado de entender por el sector, la gestión administrativa de una sequía histórica, los precios y una agenda 2030 que ha acontecido una verdadera bestia para el sector primario. Una protesta que sopesa ir hasta Barcelona.
«Poneos cómodas, que esto va por largo», comentaba un campesino del Berguedà al grupo de periodistas que siguen el corte de la C16 -el Eje del Llobregat- y la C25, el Eje Transversal, al nudo de Santo Fruitós, un cruce elemental en la red viaria del país. Se han reunido unos trescientos tractores y vehículos que provienen del Solsonès, Berguedà, Bages y Moianès. De hecho, todo apunta que el éxito de la convocatoria de la protesta puede alargar los cortes de carretera como la A2 o la AP7. Casi a cada kilómetro del corte se han levantado barbacoas y brasas por una intendencia muy calculada.
Las reivindicaciones se hacen sentir y parece que los campesinos concentrados han dejado de banda la resignación para reivindicar su trabajo, cargar contra la metrópoli barcelonesa y su élite administrativa, que entienden que ahogan al sector, y levantar la voz contra proyectos que, entienden, socavan el campesinado y la ganadería. La burocracia, como la agenda 2030, la sequía o los recortes de la Política Agraria Común (PEC), añadido con los atrasos de los pagos, han despertado la ira del sector primario. «Tenemos el pajar vacío, nuestro futuro es incierto», gritaba la Clara de Vallarà, de Cardona, campesina y joven, que gestiona desde hace siete años una granja de novillos de engorde. La protesta celebrará una asamblea a las 12 del mediodía para decidir como continúan las movilizaciones y, incluso, contemplan una larga caravana hasta llegar a Barcelona, si no hoy, mañana. Otra posibilidad es colapsar la entrada de centros comerciales de distribución, como por ejemplo el de Carrefour.

«No somos un pesebre»
La protesta ha sorprendido los mismos convocantes. En cuanto a la Cataluña Central, anteayer estaban confirmados unos veinte tractores por comarca. «Pero ha venido todo el mundo», comenta en Xavier, un campesino del Bages. El Oriol, campesino del Solsonès, se muestra indignado con el posicionamiento de Barcelona -entendimiento como capital de poder- que «chupa como un depredador el resto del país». «No somos un jardín ni un pesebre», alerta y defiende una vida digna a campesino. «Nosotros para bajar a Barcelona con transporte público perdemos una mañana, los de Barcelona, en cambio, suben y aparcan a los caminos», comenta, como ejemplo de la discriminación que sienten como sector. «No podemos gastar agua y sectores como el turismo, o Barcelona, no han tenido ninguna restricción hasta esta semana!», se escama Oriol. Una idea que también sostiene Claustre Sunyer, ganadera de Castellar de la Ribera, también en el Solsonès, que recuerda que la ganadería solo consume el 2% del agua que se gasta en Cataluña. «No somos los malos de la película», resalta Claustre.

«No se puede sostener, si este año nuestra explotación de vacas cae en pérdidas, cerramos la granja», asegura Carme, otra ganadera. «No puede ser que lo digas en Territorio y te respondan que los es igual, porque alguien de Barcelona ya la comprará como segunda residencia», critica otro ganadero. La agenda 2030 también es otro de los motivos de la reivindicación. «Hablan de la recuperación de espacios naturales y no saben ni que dicen», ironiza Gabi. Las ayudas al sector, su gestión y atraso también son elementos de peso en las protestas. Quejas y lamentos por unos pagos magros que llegan «tarde y mal», y que repercuten en los precios y en el día a día de las explotaciones. Hay mala marejada y ganas de reivindicar el trabajo. «Subleva campesina», «Sin campesinos, hambre» o «Nuestro fin, vuestra hambre» son los eslóganes de las paradas.
