«Se aceptan criptomonedas«. Así recibía la página de donaciones del presidente electo Donald Trump a los potenciales votantes republicanos que esperaban contribuir al financiamiento de la carrera -finalmente exitosa- por la Casa Blanca de este año. Ya en 2016, con la primera victoria electoral del magnate, los activos digitales dispararon su valor a la espera de un Despacho Oval históricamente amistoso. Solo un año y medio después de su toma de posesión, sin ir más lejos, bitcoin saltó de poco más de 750 dólares por moneda hasta más de 18.000, una euforia en los mercados que terminó estallando después de la pandemia, con la caída que ya se conoce como criptoinvierno. El segundo asalto del neoyorquino a la presidencia llega en un momento mucho mejor para el mercado: habiendo superado el fiasco de FTX y con un ETF en tiempo real en dólares a sus espaldas, la moneda de Satoshi Nakamoto encaraba las elecciones por encima de los 60.000 dólares. En esta tendencia se enmarca la gran promesa del trumpismo a la especulación con criptoactivos: Washington, asegura, se convertirá en los próximos cuatro años la «capital crypto del planeta».
No es, cabe decir, una sorpresa. A pesar de las dudas que las criptomonedas han levantado entre los círculos financieros históricamente republicanos, Trump se ha rodeado para su regreso al poder de figuras extremadamente amistosas con esta industria. Varios de los perfiles fuera de la primera línea política que han accedido a su círculo de confianza, de hecho, son conocidos por su apoyo a los criptoactivos y a todo su universo -cada vez más vinculado a los reductos en línea de la alt right-. El mismo Elon Musk, gran valedor tecnológico del presidente electo, es la cara más visible de dogecoin, la moneda meme por excelencia; mientras que Robert F Kennedy Jr, hijo y sobrino de la saga Kennedy, célebre conspiranoico antivacunas y prospectivo secretario de salud de la nueva administración, fue el keynote speaker en la última convención global de bitcoin. Allí, cuando aún figuraba como candidato independiente a la Casa Blanca, se comprometió a proyectos tan lejanos de la política económica actual como la creación de una reserva estratégica de BTC -o, como él lo llamaba, una «bitcoinización por orden ejecutiva» de la economía estadounidense, no diferente de la que Nayib Bukele ya aplicó en El Salvador-. No en vano, pues, las principales monedas descentralizadas del planeta se han disparado a ratios inimaginables en los últimos días, en lo que los analistas ya han llegado a llamar el Trump Bump.
Trump, cabe decir, no ha sido el único republicano que ha hecho volar el valor de las criptomonedas. El senador demócrata por Ohio Sherrod Brown fue, durante los últimos cuatro años, uno de los legisladores más buscados por los inversores. Desde la caída del exchange FTX y el encarcelamiento de su fundador, Sam Bankman-Fried, Brown se ha convertido en la voz que ha liderado el impulso del congreso estadounidense por la regulación de los criptoactivos. «Las stablecoins y el mercado crypto son un espejo de nuestro mismo sistema roto, con aún menos fiscalización y sin ninguna norma», decía a finales de 2021, a punto de estallar la primera burbuja de monedas digitales. Según el Washington Post, esta posición fue suficiente para que el grupo Fairshake, destacado lobby electoral pro-crypto, haya invertido más de 40 millones de dólares a favor de su rival conservador, Bernie Moreno -una de las figuras que el mismo Trump seleccionó para las carreras senatoriales de este 2024-. Con la derrota de Brown, no solo cae uno de los grandes opositores a la desregulación del sector, sino que accede a la cámara alta un perfil que se situaba entre los más cercanos a la especulación digital ya antes de contarla entre sus principales donantes.

«Fuera los guardarraíles»
La gran promesa trumpista a las criptomonedas es la de «calmar la SEC». Es decir: desregular. Los principales portales del mundo crypto son más que explícitos respecto a las ventajas que supone un gobierno ultra con los márgenes legislativos y judiciales de los que goza Trump. El portal Coingeek, una de las referencias en cuanto a contenidos sobre la pequeña inversión en activos digitales, aseguraba en un reciente artículo que «con una cómoda mayoría de derechas y la capacidad de llenar los juzgados de referentes republicanos, el cielo es el límite para los activos especulativos digitales durante los próximos cuatro años». Durante los primeros meses de presidencia, la comunidad espera avances sustanciales en términos de estructura de mercado. Trump, de hecho, es el primero en apuntarse a este calendario: en verano, en los meses centrales de la campaña, el presidente electo se comprometió a «nombrar un grupo de expertos presidencial sobre bitcoin y crypto» durante los primeros 100 días en el Despacho Oval.
Los nombres, en un mercado tan regulado por las sensaciones del capital, toman tanta importancia como la regulación, si no más. En un evento organizado por especuladores digitales, el líder conservador se comprometió a «imponer unas normas escritas por gente que ama la industria de criptomonedas, no que la odia» -en referencia, precisamente, a perfiles como Sherrod Brown; pero también a dirigentes de organismos independientes, como el presidente de la SEC Gary Gensler o la dirigente de la Comisión Federal de Comercio Lina Khan, enemiga pública número 1 de los criptoinversores-. Sobre el primero, Trump ya ha declarado a menudo que una de sus primeras medidas económicas como presidente sería destituirlo. Cabe recordar que Gensler fue una de las figuras más contrarias a otorgar a Bitcoin el ETF que le permitió empezar a operar como activo en bolsa a tiempo real -la chispa que recuperó el rendimiento de la moneda de Satoshi Nakamoto a finales de 2023-. Las intenciones del presidente electo están claras: entre los nombres que más suenan para ocupar el primer despacho del regulador bursátil estadounidense destaca Dan Gallagher, actual jefe legal del exchange Robinhood. Si bien es cierto que Gallagher ya ocupó varios puestos destacados en la comisión durante la era Obama, el capital lee el movimiento como la entrega completa de la regulación a los intereses del sector crypto.

Valores sin freno
Sobre este programa de apoyo, las principales monedas del mercado registran alzas inauditas en los últimos siete días. Desde el martes electoral, Bitcoin -la más poderosa con una diferencia abismal, ha escalado un 26,3%, hasta situarse en el absoluto récord de 85.765 dólares por activo, con una capitalización total, según la calculadora Coin Market cap, de 1,7 billones -europeos- de dólares. Le sigue de muy lejos ETH, la moneda construida sobre la blockchain Ethereum, que ya supera los 3.000 dólares tras un alza del 36% en solo una semana. Solana, generalmente considerada tercera en discordia, ya supera los 100.000 millones de capitalización total, con unos 220 dólares por moneda. Incluso el meme del perro de Musk se encarece a un ritmo gigantesco: la Dogecoin de Musk ya supera los 32 céntimos por moneda, un aumento del 104% en siete días. El impulso de Trump, pues, se convierte -como mínimo en estos primeros días- en una corriente que eleva todos los barcos entre los activos digitales especulativos. A la espera de los movimientos de los primeros 100 días de presidencia -aproximadamente el primer cuatrimestre de 2025- esta puede ser la tendencia de toda la segunda administración Trump.