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Viajar ‘por la cara’, el nuevo reclamo de pasajeros y aerolíneas

Evitar colas en el aeropuerto es el sueño de cualquier pasajero. Las dos horas de antelación, la facturación del equipaje o el control de seguridad son procesos tediosos que desgastan a los usuarios. Tanta es la afectación que provocan las aglomeraciones, que en un reciente estudio global, los pasajeros han afirmado que no tendrían ningún problema a dar sus datos biométricos para usar el reconocimiento facial en estas situaciones y evitar colas. Lejos de ser una práctica inocente, el reconocimiento de la cara o dactilar pueden llegar a ser muy peligrosos si los datos que generan caen en malas manos. Es por eso, que algunos expertos recomiendan no utilizar esta tecnología, mientras las empresas alientan la agilización que proporcionan estos procesos.

«Estamos renunciando a la reflexión por la comodidad», explica Jordi Hernández, comisionado del Rector para las TIC de la UAB. En este sentido, el experto asegura que no es una sorpresa que la gente ponga por ante la comodidad a la peligrosidad de dar los datos, pero que esto se puede convertir en un problema mucho más grande. Y es que, los datos biométricos tienen una categoría muy alta en las escalas de datos. «Estamos hablando que se encuentran en el mismo nivel que los datos médicos», dice Hernández. De este modo, utilizarlas para facilitarnos la vida o para agilizar procesos es una buena opción siempre que el almacenamiento de estas sea el correcto. «No es una contraseña que si hackeen la base de datos de la empresa se puede cambiar y punto», recuerda el experto.

Volviendo a los aeropuertos, pues, está claro que hay un problema enquistado. Las aglomeraciones hacen que las gestiones aeroportuarias acaben siendo una pesadilla por los pasajeros. De hecho, en la encuesta que publicó la IATA (la Asociación Internacional del Transporte Aéreo), el 75% de los usuarios reconocían que estarían dispuestos a dar sus datos biométricos en vez de enseñar en diferentes momentos pasaporte o billete. Además, la encuesta también preguntaba por la comodidad que sienten los pasajeros al dar esta clase de datos. A pesar de que no especifica el porcentaje, una de las conclusiones en el estudio posterior a la encuesta, afirmaba que los usuarios están dispuestos a compartir sus datos más personales para acelerar el proceso dentro del aeropuerto.

«Estamos renunciando a la reflexión por la comodidad», Jordi Hernández, comisionado del Rector para las TIC de la UAB / EP

No es mentira que el uso de los datos biométricos podría agilizar trámites y, en cierto modo, ha funcionado en otros sectores. Pero, tal como alerta el experto de la UAB, «la frivolidad con la cual tratamos estos datos puede ser peligrosa». Las alternativas vigentes, pero, no son las adecuadas y otros casos de éxito ponen en entredicho la opinión del experto. Un ejemplo que ya es una realidad es el Mobile World Congress (MWC), puesto que para entrar al acontecimiento barcelonés ya hay reconocimiento facial, el que agiliza mucho el control al inicio y al final de cada jornada que dura el congreso. Con esto por bandera, no es de extrañar que algunas empresas quieran mimetizar estos procesos en otros sectores, con la única finalidad de continuar automatizando procesos que acaban siendo pesados de ejecutar a mano.

Vueling lidera, de manera segura, la carrera de la biometría

Tanto las empresas como los pasajeros parecen trabajar plegados para conseguir hacer posible el sueño de viajar solo con nuestro rostro. Vueling, con la colaboración de Aena, puso en marcha una prueba piloto en 2021 para hacer exactamente esto. En un vuelo Barcelona-Málaga, los pasajeros voluntarios experimentaron el que sería hacer las gestiones aeroportuarias sin necesidad de documentación y con procesos automatizados. «La respuesta general fue que la experiencia al aeropuerto era mucho más fluida, reduciendo tiempo de gestión en las zonas de seguridad y embarque», aseguran en declaraciones al Món Economia, fuentes de la compañía.

A pesar de las buenas críticas, la prueba piloto se quedó en solo esto, una prueba. Sin embargo, la compañía asegura que continúan trabajando para mejorar este proceso para implementarlo en algún momento. «La voluntad de Vueling es continuar trabajando conjuntamente con Aena y todos los actores implicados porque esto pueda ser una realidad en todos los aeropuertos de la red de Aena», reitera la aerolínea. Así pues, el sueño de automatizar el aeropuerto de Barcelona se quedó lejos de cumplir los deseos de los pasajeros, pero también de las empresas. Vueling insiste, pero, que se continuará el proyecto, puesto que afirman que «es una muestra más del ADN digital de Vueling, que a menudo busca la innovación que mejore la experiencia del cliente, especialmente en un mundo digital como el actual».

La obligación a cumplir la norma causa desconfianza

Existe una fina línea que separa la innovación del exceso de información. De este modo, Hernández recuerda que los datos se tienen que almacenar de manera muy segura y, sobre todo, tiene que ser una decisión personal, no impuesta. Así pues, el experto continúa explicando que hay de haber una alternativa y no se puede obligar la gente a dar esta clase de datos. Precisamente en esta línea trabaja Noyb, una ONG austríaca que ha denunciado a Ryanair por procedimientos «intrusivos», al pedir el reconocimiento facial a sus pasajeros. La organización ha presentado una demanda ante la Agencia Española de Protección de datos (AEPD) contra la compañía aérea de bajo coste para vulnerar la privacidad de los viajeros al exigirlos someterse a un reconocimiento facial. Si la denuncia prospera, a la aerolínea podría esperarle una fuerte multa, de cerca de hasta 200 millones de euros.

La innovación es una parte esencial de la evolución, pero parece que cuanto más pasas basura más nos exponemos en un mundo desconocido. Hernández no es el único experto que alerta de la peligrosidad de no reflexionar sobre donde y con quién compartimos nuestros datos. Si bien es cierto que desde la Unión Europea hay unas normativas claras sobre cómo se tiene que filtrar y almacenar esta información, «se tiene que vigilar con quién confiemos», remarca el experto de la UAB. Sin embargo, la sociedad avanza hacia un modelo de gestiones automáticas que deja poco margen de maniobra a los humanos y mucho más a las máquinas.

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