Las tecnologías de la información y la comunicación catalanas (TIC) continúan rompiendo récords en cuanto a su cifra de negocio. Según el 15.º barómetro del sector tecnológico del Círculo Tecnológico de Cataluña, el tejido empresarial especializado en la economía digital del país facturó más de 23.500 millones de euros el 2022, un crecimiento de más de 1.000 millones de euros (+4,4%) que representan una variación próxima al 9% interanual. Los ingresos totales del pasado curso suponen, de este modo, un 9% del PIB –una pequeña contracción de medio punto a la ratio sobre la economía total, que se explica principalmente por la recuperación otros sectores económicos–.
De este modo, las tecnológicas sostienen en Cataluña nueve años de alzas en la facturación, con un importante crecimiento tanto en nuevas empresas como en fuerza laboral. Según los datos del barómetro, el tejido empresarial del país ya cuenta con más de 17.800 negocios, unos 1.000 más que un año antes –un montante que también encadena una década de alzas–. Según el presidente del Círculo Tecnológico de Cataluña Joan Ramon Barrera, el incremento de nuevos negocios responde a la consolidación del sector a raíz de la aceleración de la transición tecnológica durante la pandemia. «El sector se consolida, crece y es motor de la economía del país», subraya el dirigente empresarial, apuntando que Cataluña aporta cerca del 20% de el valor añadido de las empresas tecnológicas de todo el Estado.
Así, las empresas tecnológicas del país –que el Círculo define como aquellas que proveen servicios tecnológicos o bien las que tienen la tecnología a un lugar central de su modelo de negocio– acumulan ya más de 123.000 trabajadores, un crecimiento de más de 10.000 empleados año a año. La fuerza de trabajo a las TIC catalanas recupera de este modo la tendencia ascendente que perdió el 2021, cuando la contratación extraordinaria durante la crisis de la covid se erosionó con una pérdida de cerca de 15.000 puestos de trabajo. La cifra actual, pero, se acerca ya a los casi 130.000 ocupados en tareas tecnológicas que se lograron en 2020.
A diferencia del crecimiento de ahora hace tres años, la secretaria de políticas digitales de la Generalitat Gina Tost asegura que «las personas que se han incorporado ahora al sector lo hacen en lugares más estables». «Los indicadores externos nos tendrían que hacer ir cabe abajo, pero la contratación crece», constata Tost. Barrera concuerda en su análisis, y celebra que «las empresas antes no se digitalizaban, pero ahora sí» –los perfiles TIC son centrales en las cadenas de valor empresariales, mientras hace media década no se sabía exactamente cuál sería el rol de estos profesionales–. El retorno de la «creación neta de trabajadores» después del efecto pandemia, además, hace crecer la presencia catalana a la base española de trabajadores tecnológicos hasta el 19%.

El talento, la gran batalla
Según un reciente informe de la agencia para la competitividad de la empresa Acción, el conjunto del tejido empresarial catalán necesita hoy mismo 12.000 profesionales TIC para alcanzar toda la demanda de nueva actividad. «Solo los conseguiremos creando, captando y reteniendo talento», asegura Tost, que subraya la «confianza» del sector al continuar creciendo en número de trabajadores. Entre los empresas consultadas por el Círculo apuntan que la elevada competitividad internacional a que se enfrenta Barcelona dificulta que los empleados más cualificados elijan las empresas catalanas para trabajar. Más de un 70% de los empresarios, de hecho, asegura que hay importantes disparidades salariales con otras hubs internacionales, mientras que un 54% de los consultados detecta rendijas en las condiciones laborales que las firmas catalanas pueden prometer a un trabajador.
«Los nómadas digitales –lamenta Barrera– pueden trabajar desde aquí en una compañía del Reino Unido o los Estados Unidos», dos mercados con que en la actualidad, Cataluña no puede competir en términos retributivos. Además, el tejido empresarial local, formado mayoritariamente por pequeñas y medianas empresas, es incapaz de ofrecer algunos de los beneficios que las empresas internacionales, tanto fuera como dentro de las fronteras catalanas, pueden incluir en los contratos laborales. «Bonus, incentivos, flexibilidad… los trabajadores son los que deciden donde trabajan, y las empresas se tienen que poner las pilas», razona Tost.
Por su parte, el presidente del Círculo apuesta por una perspectiva humanista que añada una dimensión emocional a la retribución material. «Tenemos que ofrecer propósito, sostenibilidad, diversidad… un salario más allá del económico que atraiga trabajadores si tienes una empresa aquí». El crecimiento sostenido de las TIC del país, pero, genera un círculo virtuoso: más proyectos muele decir más adelanto; y finalmente mejores condiciones. «No hay que marchar de Cataluña para hacer cosas increíbles», promete la secretaria.
La IA delimita el futuro
Barrera destaca la dificultad de hacer balance sobre la evolución del sector tecnológico. «La industria TIC ha madurado en 15 años el que otras muchas necesitan 60 para hacer», declara. Los constantes cambios, las burbujas y las disrupciones técnicas dificultan también mirar hacia el futuro, si bien en la coyuntura actual es la Inteligencia Artificial el que parece marcar el camino –como, justo es decir, hace pocos meses parecía hacer el metavers–. Un camino, apunta Tost, difícil de recorrer sin una regulación sólida. La secretaria ha puesto en importante dude «decisiones operativas» como los grandes despidos que han anunciado empresas como por ejemplo BT o IBM, que buscan sustituir una parte de su plantilla por nuevas aplicaciones. «La IA es como una calculadora, mejora el trabajo, pero necesitas un matemático que la haga ir», razona la representante.
En el mismo sentido, Barrera se posiciona contra los llamamientos al peligro de la destrucción de trabajo, alegando que se abre una oportunidad para un intenso proceso de reskilling y upskilling que adapte la fuerza de trabajo a las nuevas herramientas. Sobre los efectos a largo plazo, Tost permanece tranquila, si bien reclama que la adopción de la tecnología tenga ciertas normas. «Yo no sufro, pero tenemos que construir muros de contención por no poner todos los huevos a la misma cesta», concluye.