La salida de la pandemia estuvo acompañada de una «borrachera» inversora, en Cataluña y en toda Europa. La reactivación de la economía post-covid, con un capital que había pasado demasiado tiempo estático y un entorno de tipos cero que se mantenía desde la crisis financiera de 2008, revivió con fuerza el mundo del capital-riesgo hasta el punto de generar, como declaraba al inicio del presente ciclo monetario la inversora Rat Gasol, una suerte de «burbuja» de apuestas por el mundo innovador. En un momento de hype por el emprendimiento, especialmente el tecnológico, muchos vehículos y privados entraron con todo en iniciativas que prometían rentabilidades y crecimientos prácticamente inmediatos, a menudo sin el fundamento de un plan de negocio impecable. La respuesta a la crisis inflacionista por parte del BCE, con una intensa subida del precio del dinero, forzó a los capitalistas a dar un pequeño paso atrás, dado que la disponibilidad de carteras de riesgo bajo es mucho menor, el acceso empresarial a la financiación se complica y otras alternativas son más atractivas. Con tres bajadas de tipos en cuatro reuniones, sin embargo, Frankfurt ha cambiado la tendencia -y prevé hacerlo aún con más intensidad durante lo que resta del año-. El dinero en Europa vuelve a ser razonablemente barato, lo que levanta las barreras que encerraban la inversión.
«La bajada de tipos es positiva -razona la presidenta del Grupo Asesores en Inversiones Financieras del Colegio de Economistas de Cataluña, Begoña Castro– porque las start-ups son empresas que se apalancan mucho, y con una financiación barata les cuesta menos ser rentables». Es decir, el endeudamiento imprescindible para crecer en el ecosistema emergente es, a diferencia de hace medio año, accesible; y el capital-riesgo gana en margen de confianza respecto a los proyectos por los que apuestan. Ahora bien, al endurecimiento monetario lo había acompañado una tendencia paralela: una mayor exigencia respecto a los modelos de negocio de las nuevas actividades. Ante rentabilidades menos aseguradas, a raíz de la subida de tipos los inversores comenzaron a desconfiar de hojas de ruta demasiado ambiciosas, con crecimientos gigantes a corto plazo pero sin estructuras muy consolidadas. «Antes, fluían los dineros de manera exagerada; pero ahora se piden más garantías, equipos más potentes, business plans consolidados», argumenta Gasol. Aunque hay «una ventana un poco más abierta», la inversora no espera un cambio de tendencia total hacia el gasto sin freno: «El nivel de análisis de las start-ups ha subido, y todos los inversores van por esta vía».
Similar es la lectura de los inversores institucionales del país. Es el caso de BStartup, el servicio financiero para start-ups y scale-ups del Banc Sabadell. Fuentes de la entidad aseguran que «en entornos de tipos más bajos, los inversores buscarán productos con mayores expectativas de retorno», y estarán dispuestos a asumir propuestas más arriesgadas. Ahora bien, «tanto empresas como capital buscan modelos de crecimiento más sostenibles, con el enfoque en ser rentables a medio plazo». Es decir, esta búsqueda de la rentabilidad, que hace un lustro podía ser sinónimo de expansiones descontroladas durante pocos años y una pérdida de conexión con el mercado inmediatamente posterior, han sido sustituidas por una aproximación «más consciente, más eficiente, con especial cuidado de la caja y el uso que se hace de ella», explican las mismas fuentes. Gasol, en este sentido, recuerda ciclos de hype previos que levantaron rondas enormes por las que ha desaparecido parte del interés. «El metaverso antes captaba muchos dineros, y ahora ni se habla de él», comenta la inversora. Más que la desaparición del subsector, han sobrevivido las iniciativas más saludables, aquellas que han superado los escollos de sus primeros años de actividad, como Bit2Me en el mundo cripto -otro de los más afectados por los ciclos de atracción de capital-.

La influencia de los tipos, así, se notará, a juicio de Castro, más en el análisis «cuantitativo» de las inversiones que en el «cualitativo». Los parámetros de rentabilidad, proyección o apalancamiento acogerán muchas más empresas, e incluso algunas que «el año pasado no entraban dentro de lo aceptable, el 2025 sí lo harán». Ahora bien, el estallido de aquella apariencia de burbuja que flotaba sobre el mundo innovador después de la pandemia dejó secuelas entre muchos de sus protagonistas. «La memoria inversora hace que si alguien ha perdido dinero hace dos años, ahora se lo miren dos veces» antes de volver a aventurarse. «Habrá más flujo de capital, pero también se será más prudente», añade. La bajada de tipos, eso sí, hará crecer la paciencia del capitalista: muchos business angels y otros inversores privados «hacen de advisors«, dedicarán tiempo a aconsejar a sus participadas, a dirigir su estrategia o «resolver dudas que directamente preguntarán» los vehículos interesados. Algo, apunta Gasol, esencial para unos emprendedores que «no nacen aprendidos». «Necesitan apoyo de gente que sepa para fortalecer aquellos puntos en los que son más débiles», asevera; un apoyo y un recorrido que eran percibidos como secundarios antes del endurecimiento monetario.
Las nuevas tendencias
La nueva prudencia inversora a pesar de la reactivación monetaria no tiene apellidos sectoriales, según el análisis de Gasol. Tal como explica a este medio, «cualquier proyecto puede ser bueno siempre que haya un buen equipo, una idea que resuelva un problema y un nicho de mercado controlado». «Ningún sector es un no ya de entrada, pero la propuesta debe estar bien articulada», continúa. Castro, por su parte, acota las nuevas oportunidades especialmente al mundo tecnológico, dado que las emergentes tech suelen estar especialmente endeudadas, lo que las hace mucho menos atractivas cuando los tipos están elevados; pero mucho más rentables en los momentos de bajo costo del crédito. «Son las que más funcionan, con menos costos atraen más», continúa la economista. Además, el elevado ritmo de innovación en esta rama a menudo acorta la ya limitada «memoria» de los inversores. A menudo, productos nuevos son percibidos como esencialmente diferentes de otros anteriores que ya han fracasado, o no han tenido el éxito esperado. «No se puede hacer un análisis con datos históricos, porque todo es nuevo», ironiza la colegiada.
En concreto, dentro del amplio abanico de las nuevas tecnologías, Gasol destaca dos especialmente relevantes: las soluciones relacionadas con la sostenibilidad y la inteligencia artificial. Para la inversora, la clave de ambos subsectores es la transversalidad: la transición ambiental está presente en la inmensa mayoría de nuevos modelos de negocio, lo que hace ineludible -especialmente en aquellas compañías de alto consumo de recursos, como las industriales- aplicar nuevas tecnologías relacionadas con la eficiencia energética o la reducción de la huella ecológica. Por otro lado, la «palanca» cada vez más universal de la IA «ha llegado para quedarse»; y su desarrollo está, a pesar de los altos volúmenes, aún en sus inicios. «De momento es un mercado muy abierto, con un horizonte increíble y cifras claras para captar inversión», declara. Transcendiendo las fronteras de una actividad económica concreta, tal como explican desde BStartup, «permite a las start-ups mejorar su eficiencia y ofrecer soluciones innovadoras» en todo el tablero. Tanto es así, de hecho, que «aproximadamente el 30% del capital invertido en 2024 se ha destinado en proyectos de IA», concreta el vehículo del Sabadell.

En cuanto a las soluciones climáticas, la amplia penetración de los objetivos de la Agenda 2030 en el mundo empresarial las hace cada vez más imprescindibles. «Hay un creciente enfoque en emergentes que desarrollan tecnologías y productos sostenibles, respondiendo a la demanda y a regulaciones más estrictas», elaboran fuentes de BStartup; una lectura similar a la de Gasol, que ve los cambios verdes en el «lema de todas las empresas, en cualquier aspecto». Además, la conocida como climate tech tiene un componente infraestructural que facilita aún más las cosas: a menudo, recuerda Castro, el cliente final de estos negocios es el sector público. La administración, a su vez, estará más dispuesta a acceder a los mercados de capital -e invertir los recursos que logre allí- en un entorno de tipos bajos, garantizando así el crecimiento de start-ups del mundo, por ejemplo, de las energías limpias.
Cataluña en el mundo innovador
La ralentización de los últimos meses debido a los tipos altos ha golpeado a Cataluña igual que lo ha hecho en todos los rincones del planeta; si bien diversas fuentes consultadas coinciden en que el punto de partida era mucho más bajo que el de la competencia europea -y aún más si el espejo es estadounidense-. «Las políticas que se llevan a cabo en EE. UU., aquí llegan mucho más tarde», asegura Gasol; que lamenta una «legislación más cargante, con una mayor fiscalidad» que en otros puntos de Europa. El ecosistema prosigue, «detecta que debe ser mucho más competitivo»; y el conjunto de foros empresariales rema en este sentido -a menudo sin todo el apoyo de las administraciones-. En adelante, la coyuntura es más halagüeña: incluso en Cataluña, la bajada de tipos promete «una mayor disponibilidad de capital para los pequeños inversores», tal como prevé la experta del Colegio de Economistas. Aun así, sentencia, se mantiene un obstáculo cultural: «en EE. UU. hay una mentalidad más emprendedora, que en Europa no se da tanto».