Nacida en Cataluña a raíz del confinamiento, Bleta busca reducir la brecha digital entre las personas mayores. Isabel Garcia, Gerard Pinar y Adrià Roca llevan cinco años luchando con este objetivo. Han vendido 2.000 tabletas electrónicas adaptadas y han creado una aplicación que ya ha sumado 170.000 descargas en 20 países. Como suele pasar en este rincón nuestro, los responsables de Bleta no sueñan con dividendos, sino que se esfuerzan por ofrecer más servicios y por expandirse. Son jóvenes, son tecnólogos, son incisivos, son ocurrencias y son persistentes. Sentencian que la brecha digital se hace cada día más grande y se les acumula el trabajo… En la planta de la nave que ocupan en Cornellà se apilan las cajas con tabletas para enviar apoyadas sobre paredes con mensajes de emprendedor novel.
Comenzaron, como profesionales, a raíz del confinamiento. ¿Cómo fue ese primer brote?
Empezamos al principio del covid repartiendo dispositivos a personas que estaban aisladas debido a la pandemia…
El objetivo era, por tanto, social, filantrópico?
Sí. Era una iniciativa altruista. Estábamos todos confinados en una misma casa. Éramos seis en total, pero sí, estábamos los tres fundadores de la empresa. Empezamos a repartir dispositivos a la gente aislada en su casa debido al covid, para que pudieran comunicarse. Esto lo hacíamos con la ayuda de otras entidades y empresas, como el Colegio de Médicos o Nestlé, que nos proporcionaban los dispositivos. Nosotros los formateábamos en casa. Como somos ingenieros electrónicos, hacíamos este borrado seguro y los enviábamos directamente a hospitales, residencias y familias que lo necesitaban. Hablamos de móviles, ordenadores, tabletas, para que la gente pudiera comunicarse. Fue allí donde vimos que las personas mayores, aisladas en residencias, nos pedían sobre todo tabletas, porque los móviles son a menudo demasiado pequeños para que los puedan utilizar. Vimos también que las tabletas les iban bien para hacer videollamadas, pero que siempre necesitaban ayuda. Nos pedían que les pusiéramos la letra más grande o aplicaciones especiales adaptadas para personas mayores. Es decir, con las tabletas habituales no era suficiente. Y entonces tuvimos la idea: podíamos crear lo que hoy es la tableta Bleta, un dispositivo adaptado a las personas mayores y a cualquier persona que tenga problemas para utilizar las nuevas tecnologías.
Y del altruismo al negocio…
Sí, porque nosotros creemos que para lograr el máximo impacto tenemos que ser sostenibles. Cuando empezamos todo esto queríamos trabajar la tecnología, porque es el ámbito que se nos da bien, pero que tuviera a la vez un impacto social. Si tú aportas valor, la gente acepta pagar por ese valor y eso te permite llegar mucho más lejos. Por eso convertimos lo que era una iniciativa sin ánimo de lucro, porque el momento así lo requería, en una empresa de impacto social. Queremos que sea sostenible –y por lo tanto, el negocio es importante–, pero también medimos el impacto como si fueran técnicas de negocio, porque para nosotros es muy importante que lo que hacemos aquí tenga sentido.
¿Y no pensaron unirse a una gran empresa o a una fundación que los situara exclusivamente en el ámbito de la cooperación social?
Tuvimos un gran debate interno sobre si hacer una cooperativa o una sociedad limitada. Hablamos con muchas entidades del sector y, de hecho, empezamos con ellas a crear Bleta. Todavía mantenemos muchísima relación. Fue la ambición de querer hacer algo que impactara globalmente lo que nos hizo decidirnos a hacer una SL, porque la inversión de impacto social está creciendo mucho y nos gusta mucho este resultado, y porque la SL es una forma jurídica que se entiende en todo el mundo. La cooperativa o las entidades de otro tipo no se entienden tan bien. Queremos demostrar que siendo una SL también podemos tener mucho impacto social y llegar a todo el mundo.
El objetivo, entonces, es lo que dicen romper la brecha tecnológica entre las personas mayores o las personas menos predispuestas a los cambios tecnológicos.
Vemos que la tecnología avanza tan rápido que ya no es que la gente no sepa usarla, sino que no tiene tiempo para aprender a usarla. A mí me gusta mucho la música y siempre digo que es como si te dan una guitarra cuando no sabes cómo va y te dicen que toques esa canción que tanto te gusta. Tú sabes cuál es la canción, pero no sabes qué es una nota ni qué es un acorde. Aprender a tocar la guitarra en dos días es difícil. Pasa igual con los móviles. Antes había botones, ahora es táctil, tiene un GPS, puedes grabar, hacer videollamadas… Claro, eso te asusta y te frustra. Nosotros queremos que puedas hacerlo todo, aprender a hacerlo todo, pero enseñártelo de una manera más fácil, más visible, más accesible.

En teoría eso está muy bien, pero en la práctica cada persona es un mundo y puede pedir un trato personalizado.
Nos hemos encontrado de todo. No pensamos que sea suficiente con el dispositivo. Muchas veces va de la mano de un acompañamiento digital. La tableta es un buen regalo para Navidad. Y de hecho, nosotros por Navidad no hacemos vacaciones y nos pasamos aquí todo el día enviándolas y ofreciendo una ayuda personal, porque tenemos un trato muy cercano con el usuario final, que con un clic se puede poner en contacto con nosotros. A través de un WhatsApp, una llamada o, incluso, conectándonos nosotros remotamente a la tableta para ayudarles a entender todas las dudas. Estas dudas son constantes en nuestro día a día, porque nos preguntan cómo hacer las cosas y cómo aprender. Pero hay gente de todo. Gente que solo quiere saber cómo puede hacer una videollamada, gente que aprende que no hace falta ir a ver en directo a Raphael, sino que lo puede ver en un vídeo en YouTube, o que puede entrar en una serie de juegos de manera mucho más interactiva que mirando la televisión, que es más reactiva. Acabas siendo una persona más autónoma gracias a la herramienta, pero con un poco de ayuda. En primer lugar, empiezas aprendiendo las cosas que más te gustan y luego ves que hay otras.
El recorrido termina con la compra y esta asistencia o después todo se amplía y ofrecen nuevos elementos, prestaciones…
Esto justamente lo resolvemos con el nuevo software. A nosotros nos pasaba un poco esto. Una vez llegaba la tableta y el cliente la utilizaba sí que nos manteníamos en contacto para resolverles las dudas en contenido, pero acabábamos perdiendo un poco el contacto. Entonces hicimos un nuevo software, que es compatible tanto con móviles como con otros dispositivos Android. Y esto nos permite ir añadiendo más funcionalidades. Ahora tenemos disponible la conexión con la familia, después un asistente de voz…
Antes nos has preguntado si la tableta fue el primer elemento. Sí, empezamos con la tableta, porque la gente lo que quería era el dispositivo, pero, de hecho, entrar al mundo del software es bastante directo, porque lo puedes distribuir aprovechando la adquisición. Con la nueva aplicación hemos conseguido más de 170.000 descargas en todo el mundo. Porque que la tableta llegue a América del Sur, que es un lugar donde aún no vendemos, cuesta mucho más. Hasta ahora vendíamos solo en España, pero ahora, gracias a Amazon, hemos empezado a expandirnos por Europa: Alemania, Italia… La gente nos pide el dispositivo, que la pantalla sea lo suficientemente grande, que se escuche bien, que se pueda insertar una tarjeta SIM, que la funda pueda rotar… Son cosas que parecen tonterías, pero que no lo son. Las personas mayores, si no tienen una funda que se pueda apoyar en una mesa, no pueden hacer una videollamada sosteniéndola todo el tiempo. Todo esto lo hemos ido mejorando.
¿El dispositivo es todo suyo?
No. La tableta es de Lenovo. Nosotros trabajamos y elegimos la tableta que creemos que es perfecta para este tipo de usuarios. Para la gente que ya tiene una o que no la necesita y quiere descargarse la aplicación en el móvil hemos hecho el nuevo software, que nos permitirá llegar a mucha más gente y tener un impacto mayor.
Les preguntaba si van introduciendo nuevas prestaciones por aquello del cliente cautivo. Aquellos que compran un dispositivo y luego se pasan toda la vida enganchados con nuevas aplicaciones o cambios de modelo… ¿Ustedes son proveedores pesados o proveedores tranquilos?
Nosotros somos ingenieros. Estamos obsesionados en aportar valor y en el hecho de que todos estén con nosotros porque quieren. En Bleta no hay permanencia. Si alguien durante un mes no utiliza el servicio, les devolvemos el dinero sin problema. De ninguna manera queremos que nadie se sienta cautivo.
¿Cómo va eso? ¿Cuándo paga un cliente suyo? ¿Hay cuotas mensuales?
Sí, pero no son obligatorias. Es decir, tú pagas por la tableta una vez y, si quieres el servicio de ayuda, de poder preguntarnos o incluso conexión, pagas por ese servicio. Pero, si no, tú tienes la tableta y el software para siempre y no tienes ninguna obligación de pagar nada más. Y con la aplicación es igual. La parte básica es gratuita, porque para nosotros que sea accesible para todos es muy importante. Entonces, si quieres funcionalidades premium de inteligencia artificial, de conexiones con la familia, cosas así, es cuando pagas el servicio.
¿Tienen competencia? ¿Hay más empresas que hacen esto en todo el mundo o aquí mismo?
Si te refieres al sector de las personas mayores, somos pocos, pero cada vez hay más. Y eso es una muy buena noticia. Esto significa, por un lado, que cada vez hay más gente que se preocupa por las personas mayores, por la brecha digital, y por otro lado, que las empresas están descubriendo que es un sector que económicamente es rentable. Lo que llaman silver economy. Cada vez hay más empresas que se quieren meter en este ámbito.
¿Los copian?
Nos copian… Sí que somos conscientes de que hay empresas del sector que se fijan en lo que nosotros hacemos y sacan cosas similares. Nos ha pasado con empresas españolas, pero incluso entre launchers… Tú sacas una funcionalidad nueva y otro la saca enseguida… Pero bueno, eso está muy bien. Si tú fuerzas que la cosa avance y el otro la hace avanzar también, al final eso beneficia a las personas mayores.
Que haya competencia es bueno. De momento, sin embargo, hay poca. Lo que sentimos en este sector es: “Vaya, menos mal que hacen esto por las personas mayores porque se puede complementar con lo nuestro”. Tenemos buena relación con la mayoría porque somos pocos y que cada día haya más.
Y sobre todo, desde el punto de vista tecnológico. Es decir, hay muchas soluciones para personas mayores que son muy básicas tecnológicamente y, por lo tanto, toda la tecnología que está naciendo, que es muy inteligente y que se podría adaptar para que se reduzca la fricción de utilizar tecnología, no se aporta a la gente que más se podría beneficiar. Nosotros, en el sector, desde un enfoque tecnológicamente avanzado destacamos como solución.
¿En qué idiomas tienen la aplicación?
Prácticamente en todos. Como nos hemos internacionalizado para venderla, la hemos traducido al alemán, al italiano… Más en Europa, de momento. Y obviamente al catalán, porque somos de aquí.
Quería preguntárselo porque…
¡Sí, hombre! Tanto la aplicación como la tableta están en catalán.

¿Trabajan en otros proyectos o por ahora solo se centran en esto?
Nosotros queremos trabajar en Bleta, en la reducción de la brecha digital que implica falta de conexión y falta de autonomía. Pero lo hacemos desde diferentes agentes. Por ejemplo, tenemos un servicio con los ayuntamientos, que es Connecta en Gran. Los ayuntamientos también quieren conectarse con las personas mayores que están aisladas y a las que no saben cómo llegar.
Sin moverse del mismo objetivo, amplían el radio de acción…
Exacto. La tableta es un buen regalo para que un familiar la regale a una persona mayor, pero la mitad de nuestros clientes son residencias, centros de día, sanitarios… Es una herramienta para las trabajadoras sociales, para las psicólogas, para que la utilicen en las actividades con las personas mayores. Hace esta doble función. Se las pueden dejar para que se entretengan, para que puedan hacer videollamadas con las familias, pero ellas también las pueden usar para buscar una sopa de letras y que todos jueguen. Les acerca un mundo de posibilidades…
¿Las personas mayores también juegan a videojuegos? ¿Ustedes hacen?
Sí que lo hacen. Es una de las cosas que recomendamos. En mi caso, mi abuela me ha hecho de conejillo de indias. Le dejamos la tableta durante el confinamiento para que le pudiéramos enviar fotos, para que hiciera videollamadas… Cosas así. Lo primero que hicimos fue instalarle la aplicación de WhatsApp y de videollamadas y un juego, que se llamaba Botones y tijeras. Se enganchó de una manera brutal. Le sustituyó la tele. Cuando llegabas no estaba sentada mirando la tele sino que estaba supercontenta por los niveles que iba superando. Hacíamos incluso competiciones y ella me ganaba a mí. Pasó a eso y a jugar a la brisca online con mi tío en pleno confinamiento. Mi abuela no tenía ni idea de internet, pero al final ves que todo esto funciona como un incentivo. Van probando más cosas y sin darse cuenta van aprendiendo. En el caso de mi abuela, los juegos fueron clave en este aprendizaje.
Ustedes son ingenieros electrónicos. ¿Qué sociedad estamos creando con todo esto?
Nosotros vemos la tecnología como una herramienta que puede ayudar o que puede enganchar a la gente. Es cuestión de cómo la utilices. Nosotros la intentamos aplicar desde un punto de vista no paternalista. Que puedas hacer lo que tú quieras hacer. Si con una videollamada puedes hablar con tu nieto, que se ha ido a Australia, ¡ostras!, esto es una herramienta que antes no existía y que ahora te permite conectarte con los tuyos. Si la herramienta también te permite estar todo el día conectado a Instagram, esa es la segunda cara. Es cierto que se debe tener cuidado. Pero pasa igual con los perfiles de personas mayores. Decimos “personas mayores”, pero se trata de un colectivo enorme. Los colocamos a todos dentro del mismo saco, pero no es así. Hay gente de más de noventa años que por lo que sea ha tenido más interés en usar las nuevas tecnologías –o que su trabajo tenía que ver con la informática– y que domina más que nosotros todo este mundo: la inteligencia artificial, el ChatGPT, todo… Hay gente que es mucho más joven y que quizás es analfabeta. La tecnología tiene muchas caras.
Los opiáceos también ayudan, pero pueden ser muy peligrosos…
[Ríen]. Correcto. En este sentido, la tecnología es como un cuchillo. Depende del uso que hagas es bueno o malo, y yo no te diría nunca que no tengas uno en casa para cortar las frutas porque lo puedes utilizar también mal. Al final, la tecnología es una herramienta y debemos saber qué beneficio o qué perjuicio puede tener. En este sentido, por ejemplo, se ha demostrado que en el colectivo joven el incremento en el uso de la tecnología provoca más soledad no deseada. En cambio, en las personas mayores este incremento provoca una reducción de este sentimiento. Y es por el uso que hacen. Cuando empiezan a utilizar la tecnología como personas mayores lo que haces es conectarte más con tu familia, de repente estás más informado, te vuelves a sentir incluido en la familia y la sociedad… Nosotros pensamos que en el segmento de las personas mayores la tecnología puede tener un papel muy bueno, pero somos los primeros que como tecnólogos nos da muchísima rabia que provoque también estas auténticas murallas en la sociedad. Yo diría que ahora incluso se están creando diferentes clases sociales según el nivel de habilidades digitales que tengas. Ahora ya no son los dineros, sino cómo utilices la tecnología hace que estés en una parte más alta o más baja de la jerarquía social. Muchas personas mayores con menos habilidades digitales ahora mismo están más bajos en la jerarquía porque tienen más dependencia y dependen de sus hijos para que miren el dinero del banco o para que les expliquen cómo van las votaciones en su pueblo.
Son ustedes doctores Frankenstein. Crean criaturas que no saben qué pueden acabar causando…
Sin duda, cuando tú empiezas a innovar no sabes cómo puede acabar. Nuestra clave es que estamos en contacto permanente con los clientes. Podemos ver si eso le funciona o no, qué falla, cómo se siente, en qué puntos se frustra o por qué no se frustra, cómo lo ve la familia… Manteniendo este contacto tan cercano vas viendo hacia dónde va todo…
Un día puedes entrar a una residencia y encontrar a la gente de una sala jugando a la brisca con no sé quién con la tableta y pasando de todos los presentes…
Si pasa eso, ¿tendremos que retroceder quizá? Estamos muy lejos de eso, sin embargo. Creo que debemos tener esta preocupación hacia el colectivo joven. Hay muchas empresas que se dedican a este problema, que es un gran problema. Como hemos dicho, las conexiones digitales están acabando con las presenciales, que no dan la misma plenitud. Pero con el colectivo de las personas con menos habilidades digitales no estamos en este punto. Este no es aún el riesgo.
Nuestra clave es tener este contacto con las personas mayores, pero hay muchas empresas en el sector digital que hacen más grande esta muralla, porque buscan la última tecnología, la novedad. Y esto cada vez nos aleja más de la gente que no ha tenido tiempo de adaptarse a las tecnologías más básicas. Cuanto más avance la tecnología, si lo enfocas hacia la accesibilidad, más nos permite que la gente lo tenga más fácil. Si alguien por problemas de movilidad no puede escribir, ahora lo puede hacer con un audio o con una orden al ChatGPT. Pero si las empresas se centran solo en todo lo que avanza la tecnología sin mirar a la gente que la usa, eso sí que es un problema
Quería preguntarles exactamente por la inteligencia artificial…
En este sentido, la gente nos pregunta a menudo si la brecha digital aumenta o disminuye…
Por ejemplo…
Mucha gente nos pregunta qué pasará cuando no exista la generación que ahora es nuestro cliente. Nosotros lo vemos de otra manera, con una visión confirmada por los diferentes estudios. La brecha digital está aumentando. Cada vez la tecnología avanza más rápido. Y cada vez la tecnología deja más gente atrás y se enfoca solo en la juventud. De aquí a diez años el problema no será el WhatsApp, pero será que todo funcionará con criptomonedas o que todo serán agentes de inteligencia artificial que lo harán todo por ti y tú no sabrás qué pasa dentro de esa caja negra. En Bleta sabemos que nos tenemos que ir adaptando, porque la brecha digital se irá transformando. Ahora mismo crece. La innovación tecnológica y la gran presión que sufren las tecnológicas hacen que solo se enfoquen hacia el colectivo joven y que dejen a toda la gente atrás. Y cada vez este colectivo se hace más pequeño.
Curiosamente, el colectivo joven suele ser el que tiene menos dinero… ¡Los jubilados ganan más!
Ellos lo ven de otra manera. Entran por los jóvenes, que tienen más incentivos para probar cosas nuevas. Desde esta juventud, que ahora es el referente tecnológico, pretenden expandirse hacia otras edades. El iPhone, lo empezaron los jóvenes, que son los que hacen cola para comprar la última versión, pero después cada vez más llegó a otros sectores. Los jóvenes, entonces, son el punto de entrada de las innovaciones tecnológicas, pero el problema es que cada vez llegan a menos gente y más gente queda excluida.
¿Se ganan ustedes la vida?
Todavía no. Como trabajadores, sí, pero la empresa sería rentable ahora mismo si nos mantuviéramos pequeños. Pero hemos querido jugar a otro juego, que es crecer.
¿Se endeudan para invertir?
No.
¿Y cómo lo hacen?
Tenemos inversores de impacto. Hemos hecho dos rondas de inversión. Se nos acercan inversores que buscan este impacto social, pero también quieren un impacto global. Y han entrado a formar parte del activo de Bleta. Facturamos la tableta desde el principio, pero también nos hemos movido con subvenciones, ayudas, premios… Hemos ganado muchas cosas pequeñas que han sido suficientes para dar cada nuevo paso, tener los primeros sueldos, constituir la empresa… Pero llegó un momento en que la inyección de capital fue necesaria y eso nos permitió llegar más lejos.

Estas personas que invierten en ustedes tienen más este interés social o creen que están haciendo una buena inversión económica?
Al final son inversores. Y nosotros, una empresa que también debe buscar la rentabilidad. No somos una ONG ni una gente que solo busca esta rentabilidad económica. Estamos en el medio. Somos una empresa social. Los inversores –más bien, los fondos de inversión, porque ya no son inversores individuales– que también han entrado, gente muy potente, ha confiado en nosotros.
¿Pero qué motivo les mueve?
Entran por las dos cosas. En primer lugar, creen que una empresa con impacto social es más resiliente. Esta es su tesis de inversión. Por los estatutos, los fondos deben invertir también en empresas de impacto social. Creen y defienden –y nosotros también lo pensamos– que el hecho de que tú tengas un propósito detrás y que sea social te hace más resiliente. Porque te lo montarás como sea para resolver el problema que te tiene obsesionado. Por lo tanto, defienden que las dos cosas van a la vez. No tienen que elegir.
¿Y por qué Bleta? ¿De dónde sacaron ese nombre?
[Ríen]. Porque vemos cómo funciona una startup, tenemos que ir muy rápido y con pocos recursos. El día anterior a presentarnos a una subvención, justo antes de constituirnos, aún no éramos ni empresa, estábamos en una sala como esta, a las siete u ocho de la tarde, habíamos terminado una reunión y estábamos rebentados de la cabeza. En ese momento vimos que no teníamos aún nombre y que lo teníamos que encontrar allí mismo. Un compañero que estaba al lado dijo: “¡Pues Bleta, de tableta!”. Nos miramos y dijimos: “Lo tenemos. ¡Se acaba la reunión!”. Después vimos que funcionaba porque mucha gente recordaba el nombre de la empresa por el producto que les ofrecemos.