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Las sombras del turismo «de valor añadido»: «Ya sabemos para quién es la riqueza»

El nuevo horizonte de los varios sectores vinculados al turismo en Barcelona, tanto hoteleros como restauradores y grandes comerciantes del centro de la ciudad, es el que denominan un «modelo de alto valor añadido»: un cambio en el sentido del negocio dirigido a visitantes de grande poder adquisitivo que dejen más dinero a la economía local y permitan, como explicaba el presidente del Gremio de Hoteles Jordi Clos al TOT Barcelona el pasado otoño, «estar más preocupados por la calidad que por la cantidad». Los proponentes de esta idea quieren huir de la ciudad low coste y del nuevo archienemigo, el que denominan «turismo de borrachera», origen, a sus ojos, de la conflictividad y la tensión a los barrios más afectados. Los vecinos y la red asociativa barcelonesa, pero, no ven en el aterrizaje de viajeros más ricos ninguna mejora para la vida en la ciudad. «Es una solución para los empresarios, si de caso», remacha el miembro de la Asamblea de Vecinos por el Decrecimiento Turístico, Daniel Pardo. «No es ningún modelo, ni una alternativa a nada: es continuar la expansión de la actividad turística«, argumenta el activista, especialmente en una ciudad donde esta industria ya concentra el 14% del PIB.

«Antes que nada –alerta Martí Cusó, miembro de la Asociación de Vecinos del Barrio Gótico–, hay que definir qué quiere decir turismo de calidad». Mientras que el empresariado lo vincula a más dinero y más gastada, desde el tejido vecinal reclaman una visión que se centre en «como se distribuye». «Hasta que el turismo no tenga un peso que no genere consecuencias negativas para la ciudad, no será de calidad, independientemente del dinero que tenga una persona», argumenta Cusó, haciendo referencia a cuestiones como las condiciones laborales de los trabajadores, la influencia sobre el mercado de la vivienda o el elevado consumo de recursos naturales de algunas instalaciones dedicadas al ocio de los extranjeros –cuanto más lujosas, justo es decir, más expansivas–. El conjunto de las fuentes consultadas por el Mundo Economía, pues, niegan que este cambio de perfil del viajero que reclaman las fuerzas empresariales sirva para paliar el impacto pernicioso del sector. «El turismo tiene fecha de caducidad», expone el vecino del gótico; y más encara como monocultivo.

Históricamente, además, muchos ciclos empresariales del sector turístico han sido marcados por un llamamiento a atraer visitantes con mayor nivel de renta, empezando, sin ir más lejos, por los mismos Juegos Olímpicos del ’92, y con más ejemplos en las últimas décadas. «Del Foro de las Culturas ya nadie habla, pero aquello nos tenía que poner en la órbita sideral», recuerda el historiador marítimo Javier Moreno Rico, uno de los grandes críticos del modelo de ciudad que prioriza acontecimientos como la Copa América. «Siempre lo han vendido como una solución, pero ha acabado sirviendo para abrir chiringuitos que no sirven de nada», razona Moreno Rico, que considera el proyecto de los negocios turísticos «una broma de mal gusto». «Es que los hoteleros quieren que dejen de venir los del botellón?» cuestiona el experto, recordando que los mismos establecimientos son los que «adoban el terreno» para el incivismo y los comportamientos contrarios al interés público por parte de turistas de todo poder adquisitivo. Pardo, en un sentido similar, niega la mayor: «Por qué la borrachera del pobre vale menos que la del rico? Quien viene a un museo de día no sale de copas por la noche?», alerta el miembro de la Asamblea, subrayando las contradicciones al discurso empresarial.

Activistas en una mesa redonda organizada por la plataforma No a la Copa América / ACN
Activistas en una mesa redonda organizada por la plataforma No a la Copa América / ACN

El modelo de decrecimiento turístico que reclaman las diferentes entidades y asociaciones de Barcelona tiene, justo es decir, un importante componente económico. Atendida la finitud de los recursos dedicados a este sector, un modelo de ciudad demasiado vinculado a su actividad «pone en juego la movilidad y el sistema productivo», a ojos de Cusó. «Otras empresas se transforman, pero el turismo parece incuestionable», lamenta el miembro de la asociación de vecinos, en una clara exigencia de diversificación económica. Por el mismo camino va la exigencia de Pardo: lejos de una actividad de ocio y viajes más intensiva dedicada a consumidores de alto poder adquisitivo, el miembro de la Asamblea exige «incluir planes de formación porque la gente que deje de trabajar al turismo encuentre maneras de ganarse la vida». «Hay que replantear donde queremos poner la economía de la ciudad: planear los ejes estratégicos en la busca del bien común», reflexiona el activista, con una ancha visión de coincidencias entre los diversos movimientos en defensa del territorio y contra la emergencia climática que operan en Cataluña en la actualidad.

La emergencia climática cambia la orden de los factores

Para Cusó, más allá de la busca de más gasto turístico –y, por lo tanto, más beneficio– para los empresarios del sector turístico y tangenciales, la apuesta para atraer estos perfiles de alto poder adquisitivo responde a una evidencia climática: la frecuencia actual de vuelos de bajo coste es del todo incompatible con la lucha contra la crisis ecológica. Volver a priorizar quieres más costosos y con menos frecuencias por encima de los low coste, así, expulsará los consumidores con menos recursos de la Barcelona atracción turística. «A escala global, solo se podrá mover la gente rica», razona el vecino del Gótico. Así, Barcelona entra en una competición internacional con otros grandes enclaves –desde Àmsterdam en Venecia– para mantener sus flujos de viajeros de cara a un público objetivo más reducido pero también más dispuesto a gastar. Los «poderes turísticos», critica Cusó, «en ningún momento» ven esta circunstancia como un indicador a favor del decrecimiento. Así, lamenta que «los discursos son por todas partes los mismos»; con estrategias similares que harán aumentar la tensión en los barrios de muchas capitales europeas.

Ahora bien, la expansión de servicios que reclama este viajero de los tramos de renta más elevados implica que los nuevos espacios especializados «consuman muchos más recursos que los normales». El remedio, pues, es «todavía peor» que la enfermedad. Ante esta evidencia, Pardo se muestra especialmente crítico contra unas administraciones que conocen el fenómeno, pero que «no gobiernan por el interés general, sino para ciertos intereses privados». La «propaganda» a favor de esta marca de turismo de calidad, que se vanagloria de generar más riqueza y lugares de trabajo, tiene, a ojos de la Asamblea, nombres y apellidos empresariales. «Ya sabemos la riqueza quien se la queda, y ya sabemos cómo son los puestos de trabajo», corrobora. Los datos, justo es decir, fundamentan estas tesis: el sector turístico paga sus trabajadores un 25% menos que la media retributiva del país; mientras que otras ramas de más capacidad productiva, como es la industria, ofrecen salarios un 30% por encima del global, según datos del Observatorio del Trabajo. «Así le va, a la pobre Barcelona», suelta Moreno.

El hotel W, sede de la Reunión del Círculo de Economía / EP
El hotel W, en la Barceloneta / EP

El vehículo de los macroeventos

La tensión entre las necesidades de la ciudad, a ojos del tejido asociativo y el movimiento vecinal, y los intereses del sector turístico «de alto valor añadido» queda clara cuando se observan las prioridades de los empresarios en cuestión. Desde la trinchera de esta transformación del visitante se reivindican, como ejemplos a seguir, los grandes congresos –MWC, Alimentaría o ISE–, así como acontecimientos deportivos de la medida de Ryder Cup o la Fórmula 1, como garantía de aquellos viajeros que sí que quiere la ciudad. A la otra banda, Pardo critica la «alfombra roja» que se pone cada año para estos acontecimientos desde la administración. Este tipo de concentraciones suponen una «elitización» de los flujos turísticos, con un sesgo, en el análisis de Cusó, «absolutamente clasista». La lectura que en fan las fuentes consultadas es profundamente negativa, atendido el carácter expansivo de estos hitos del «turismo para ricachos«. En palabras de Moreno, «si por Barcelona entendemos el conjunto de su ciudadanía, la vida empeorará».

La primera de estas instancias ya se acerca: la Copa América de Vela es, para el historiador marítimo, el ejemplo más claro de esta actividad, con la «influencia nefasta» que tendrá sobre el día a día de los vecinos afectados. «Para los empresarios seguro que es beneficioso», reitera el académico; si bien recuerda la tierra quemada que esta competición ha dejado a otros lugares que lo han acogido. El ejemplo de València en 2007 «fue una ruina absoluta»; en buena manera a expensas del contribuyente. La bienvenida a la America’s Cup, con todas sus sombras, prueba que «Barcelona está en manos de quienes está, y hacen el que vuelan con ella». «Mandan los hoteleros y sus chiringuitos, y ahora añadiremos más leña al fuego», critica Moreno.

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